Ayer maravilla fui, crítica. Película de la semana.

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Ayer maravilla fui.
Los usurpadores de amores
Por Erick Estrada
Cinegarage
La película se exhibe como parte del Foro Internacional de la Cineteca.

Blanco y negro, Contrastes. El discurso visual partido en dos no colores representa al mismo tiempo la fuerza y las debilidades de Ayer maravilla fui, escrita y dirigida por Gabriel Mariño.

En esas desventajas están algunas formas ya envejecidas, el tono semi melancólico de las voces y de construcción de algunos encuadres, que a veces esperan demasiado a los personajes. En el fondo una propuesta, ya también envejecida, probablemente demasiado abierta, con mucho aire entre sus momentos, entre sus capítulos, incluso entre pregunta y respuesta de los personajes bastante apaciguados de Mariño. Eso, hay que aclararlo, le da oportunidad a su cámara (estupendo trabajo de Iván Hernández) de pasearse y de elaborar un arranque de película hipnótico, de ritmo pausado pero firme, de elaborar encuadres tan gratos que nos ayudan a entrar a una historia que en sus primeros 15 minutos parece ser tanto surreal como paranormal, un choque de conceptos que genera intriga y hambre por encuadres y paisajes como estos.

No hay ningún problema con ello, sin embargo, cuando la película pasa al siguiente capítulo e introduce una secuencia de más presencias, de más movimiento físico (una fiesta), cae en un ritmo cojo y el bache subraya el logro estético del inicio que ahora sabe algo premeditado y Ayer maravilla fui evidencia entonces su vanidad: es una película bonita que sabe que es bonita.

Fuera de ello, la cinta de Mariño es también una invitación. Su búsqueda de encuadre su retoque en las frases de sus personajes, sus espacios en blanco y negro y lo no racional de su anécdota abre un camino para pasear entre los sueños de un espíritu que cambia de cuerpos y experimenta cada uno de esos cambios como una etapa de su vida (“vivo un momento de buena suerte” dice este espíritu cambiante cuando se encuentra en el cuerpo de Ana). Este espíritu tiene memorias de sus cuerpos pasados, diapositivas con las que elabora un discurso interno y que lo preparan para el siguiente cambio.

Lo mejor de la película es que este espíritu cambiante también es viajero y ello nos da la oportunidad de recorrer la Ciudad de México (aunque la declaratoria de la película aboga por recoger el nombre antiguo: D.F.) con los blancos, los negros y los contrastes que nos hipnotizaron en el arranque, con los paisajes de una ciudad que siempre se transforma. ¿Es la Ciudad de México el espíritu que en estas acuarelas privadas de color nos regala Mariño? Es algo así y es gratísimo verla de esta forma.

La Ciudad de México se convierte en un personaje presente y borroso, anti silencioso, en eterno movimiento. La Ciudad de México provoca odios y amores y en esa Ciudad este espíritu encuentra en su momento de suerte una leyenda amorosa que como el resto de sus diapositivas no podrá olvidar. Y es que Gabriel Mariño, en los aires que nos abre, da una oportunidad de leerla como esos tránsitos entre luz y oscuridad, placer y dolor de cualquiera que se enamora.

Ayer maravilla fui es un recordatorio de lo que es esta ciudad, de lo que quiere ser, de que mañana será otra y que ese mañana no garantiza de ninguna forma placer eterno. Algo de dolor habrá. Como cuando uno se enamora.

CONOCE MÁS. Esta es la videocrítica de Erick Estrada a Un mundo secreto, anterior película de Gabriel Mariño.

Ayer maravilla fui
(México, 2017)
Dirige: Gabriel Mariño
Actúan: Siouzana Melikian, Sonia Franco, Hoze Meléndez, Rubén Cristany
Guión: Gabriel Mariño
Fotografía: Iván Hernández
Duración: 79 min.

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