La reina de España, crítica. Película de la semana

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La reina de España
El cine del Valle de los caídos
Por Erick Estrada
Cinegarage

Críticas a la dictadura franquista en España, análisis y ataques a su inhumana e infame existencia, se han hecho muchas. Pero hacía mucho que no encontrábamos una con la agudeza y la precisión de la que ahora nos regala Fernando Trueba (Belle Epoque) al lado de un reparto verdaderamente deslumbrante que, en el juego del cine dentro del cine que nos propone La reina de España, tiene también una razón de ser extra pero metido en ella, a la necesidad de generar cartel para “vender” la película.

En los años 50, en el recrudecimiento de los modos fascistas de Franco, se filma una co producción entre Estados Unidos y España que recreará la vida de Isabel la Católica, mujer de agridulce memoria, idealizada por unos y completamente desconocida por otros.

En ese marco, Trueba comienza a trenzar tres ideas (por lo menos) que hablan sí del cine dentro del cine (una herramienta que puede generar símbolos y metáforas poderosísimos), pero también de las circunstancias políticas y económicas que ese cine padeció.

En primer lugar, la necesidad de Franco de legitimar su dictadura ante el mundo y de abrirla económicamente para inyectar dinamismo a una econcomía que desde el comienzo hasta el fin de su dictado fue todo un desastre. Haciéndose de la vista gorda muchas producciones de Estados Unidos filmaron en España atraídos por las facilidades financieras que les dejarían enormes ganancias, y con Hollywood en casa Franco no perdía oportunidad de hablar de la generación de empleos y de tratados comerciales que, para muchos y en parte para el Trueba que narra esta historia, equivalía a entregar al Hollywood más ramplón y cábula, mano de obra barata que reduciría aún más sus costos y duplicaría las ganancias.

En segundo lugar, Trueba se da el lujo de hacer de esa sugerencia algo más serio dentro de lo ácido de su comedia con cierto gran sabor Berlanga a quien se nombra directamente en la pelícua y a quien se recuerda en más de una escena. Muchos de los aires que recorren a La reina de España nos llevan a Bienvenido Mr. Marshall (España, 1953) que era ya una crítica a la situación de España y a la hipocresía que el mundo mostró ante ella alimentada primordialmente por el dinero.

Ese algo más serio que suelta Trueba aparece con la historia del también infame Valle de los Caídos, el monstruoso mausoleo (no entraré en detalles que alarguen este texto) que Franco edificó endeblemente (por no gastar dinero y por hacer las cosas mal) utilizando mano de obra de opositores, prisioneros de guerra y personas incómodas consideradas anti españolas. El resultado, más escenográfico que trascendente, monstruoso en todos los sentidos, es un cascarón de memorias negras, una prisión de ella misma y, aquí, una figura de a la situación del cine español de esos años.

¿Qué tan esclava era la mano de obra que Franco le daba al mundo a través de su esquema de co producciones con países como Estados Uhidos? ¿Qué tan violentados eran los derechos de esos prisioneros obligados a construir un monumento al dictador en vida? ¿Qué tan diferente es su situación a la que Trueba desarrolla y cocina -en tiempos estupendamente acomodados- para su personaje Julián Torralba (un gran Jorge Sanz) acosado y poseído por Gary Jones (un no menos desenvuelto Cary Elwes)? ¿Cuántas estrellas españolas quedaron atrapadas en ese sistema obligadas a “hacer cartel”?

En medio de ello, la tercera idea, la que cae como anillo al dedo al ambiente del cine dentro del cine en que Trueba nos cuenta la película y en el que le declara su amor y su pasión a un quehacer que es arte y que lo será por siempre. Esa idea, con el cruce de las dos anteriores en las que un rodaje completo se atreve a profanar en sus narices al Valle del dictador, es el del cine crítico y mordaz, libertario y pensante, revolucionario y humano que se hizo también en las mismas narices del dictador. Ese cine en varias y luminosas ocasiones sorteó a la ridícula censura establecida por Franco para entregar películas que lo criticaban “sin hablar de él”. Al ver cómo La reina de España (el rodaje) entra de lleno al Valle de los caídos para ejercitar un acto de libertad y de amor (creo que primodialmente de amor) ¿qué nos evita pensar que ahí Trueba rinde tributo a las películas que burlaron la censura y la imposición de pensamiento y qué nos impide de nuevo pensar en Berlanga y su Verdugo (España-Italia, 1963)?

Creo que nada nos lo evita. Al contrario, los reclamos de la Reina de España (Penélope Cruz mostrando poder y dominio) al dictador en persona, el momento más directamente combativo de la película de Trueba, nos da permiso, nos lo pide, nos lo exige. Por ellos, por nosotros mismos (españoles o no pero creyentes en los derechos humanos y en la legalidad, en la libertad y en la creación) y por todos los que, como el personaje de Cruz, tuvieron que abandonar su patria (España entonces o cualquiera que sea después) en contra de su voluntad.

La reina de España
(España, 2016)
Dirige: Fernando Trueba
Actúan: Penélope Cruz, Javier Cámara, Jorge Sanz, Antonio Resines
Guión: Fernando Trueba
Fotografía: José Luis Alcaine
Duración: 128 min.

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