Las hijas de Abril, crítica

1

Las hijas de Abril
Desmembrados
Por Erick Estrada
Cinegarage

El clima es tropical y las emociones están en ebullición. Detrás de la cocina hay una habitación en la que alguien hace el amor con fuerza y, hasta donde se oye, con pasión y agrado. En la cocina, en la barra, una chica refleja desinterés ante el concierto de imágenes que telepáticamente le llegan desde allá.

De la ruidosa habitación sale Valeria completamente desnuda, igualmente desinteresada por su hermana mayor Clara, que sigue en la barra de la cocina y que con un gesto plano habla con Valeria como si aquella en lugar de follar recién terminara de regar las plantas.

Algo no está bien.

En esa secuencia inicial, hasta cierto punto desconcertante, Michel Franco consigue comunicarnos que estas dos hermanas y en consecuencia la familia a la que pertenecen, tienen graves problemas de comunicación. Algo no conecta entre ellos incluida la madre, la Abril del título, ausente hasta el momento y presente sólo de manera fantasmal.

Sin embargo, muy poco después de esta secuencia -retratada en una escena sin cortes ni mayor discurso desde la cámara y que en consecuencia depende por completo de lo que los actores puedan acomodar dentro de su forzado encuadre- aparece la sospecha de que esos problemas de comunicación también los tiene la película (o los quiere tener, lo cual haría más grave a la situación).

Valeria (que estaba embarazada en la escena inicial, acto proto provocador de una ingenuidad sobresaliente) acusa a Clara de que su madre se materialice para cuidar de su hija ahora recién nacida. La madre aparece hecha un mar de sospechosas dulzuras y consideraciones y el caldo comienza a parecerse más a un melodrama transparente que a un discurso real alrededor de Abril, una desperdiciadísima Emma Suárez que parece convocada fetichistamente para nutrir a esta película con algo del conflicto desarrollado por Almodóvar en Julieta (España, 2016) en donde se malabareó con bastante destreza la relación rota entre, efectivamente, una madre y una hija. Puede ser cierto que Julieta sea menos poderosa que otras películas de Almodóvar, pero nadie puede negar sus intenciones reales de elaborar un discurso y los kilómetros que la separan de la sustancia melodramática y de la posibilidad de convertirse en algo previsible

Con esos elementos, los de una tormenta dramática posiblemente muy humana, con el terreno listo para que tras su “provocadora” presentación Franco dialogara con sus personajes y a través de ello con nosotros (que ya vamos adivinando que Abril es falsa y traicionera, una bruja en muchos sentidos), Las hijas de Abril opta sin embargo por un manoseado melodrama de escenas sin cortes pero también sin montaje interno (idénticas a la primera e idénticas muchas entre sí) en las que los personajes parecen ignorarse unos a los otros ahí en donde se desarrolla ya una tragedia familiar y en donde incluso las telenovelas del más banal canal de televisión explotan -a su nivel- el encuadre y el discurso.

Si en ello está escondida la intención de reflejar no comunicación entre esos personajes, la separación real y virtual entre ellos, todo resulta en fracaso ante la inmovilidad incomprensible y –ahora lo sabemos, innecesaria- de la cámara, ante el alejamiento de Franco del discurso audiovisual que habría construido el símbolo de esa no comunicación. Al estar ausente (el discurso) o al ser ignorado sin meta ni propuesta, se nos cierra la puerta en las narices para alejarnos más de este conflicto convertido ya en una tormenta de clichés reconocibles hasta en sus detalles más pequeños: la madre irremediablemente desequilibrada, un conflicto jamás desarrollado (superficial a morir) entre ella y sus hijas, una nueva e inexperta madre sobrepasada por su situación pero que al verse también traicionada por el padre de su hija seguramente tendrá un momento de valentía y lucidez fugaz que la redimirá como madre y pondrá distancia de nuevo, entre ella y Abril, una bruja carente de todo matiz y protagonista además del baile erótico menos necesario en la historia del cine.

David Lynch y su estupenda Salvaje de corazón (EUA, 1990), jugando prácticamente con los mismos melodramáticos elementos (la madre que literalmente es una bruja, la hija sobrepasada pero alimentada sólo por amor envalentonada tras la tragedia, un objeto de deseo y disputa entre ellas) jamás dejó que su película se convirtiera en lo que esos ingredientes pronosticaban. Contrario a ello elaboró un esperpéntico discurso en el que sus personajes dejan ver sus matices y desarrollan un cuento negro de nosotros mismos, retratan al amor deslavado como es y nos meten a una pesadilla que a veces parece poética (la escena del accidente en carretera) y otras sacada de la nota roja.

En Las hijas de Abril Franco, por el contrario, opta por la unidimensionalidad o, peor aún, deja que la unidimensionalidad se convierta en ingrediente de su historia al negarle crecimiento, suspense, tensión, crescendo, humanidad, arte, desarrollo, por no buscar o no querer buscar un discurso cinematográfico real y vivo, metiéndose al contrario en un (falso) estilo que se deja ver desde hace mucho rebasado, caduco.

Si bien el nombre de la película nos habla algo (muy poco) de las intenciones de Abril, al retratar a sus dos hijas (reales) como lo hace en su primera secuencia, al no matizar y al no acentuar, Las hijas de Abril vende el final de su historia al que debemos llegar repasando personajes que al ignorarse entre ellos como los ignora la cámara, se sienten desmembrados, incapaces de moverse hacia adelante. El clima tropical y las emociones en ebullición del punto de partida fueron sólo una promesa.

Las hijas de Abril
(México, 2017)
Dirige: Michel Franco
Actúan: Emma Suárez, Iván Cortés, Joanna Larequi, Enrique Arrizon
Guión: Michel Franco
Fotografía: Yves Cape
Duración: 103 min.

Comment (1)

  1. No entiendo que vieron en Cannes para premiar esta película¡¡…Es una de las peores películas que he visto en muchos años. Personajes inacabados, historia retorcida sin ton ni son, repetición de escenas que sólo redundan en algo que quedo claro desde el principio, una hermana demasiado gris e inoperante en toda la película. Una Madre (abuela) nauseabunda, adolescentes descerebrados ( el papá de la niña parece no darse cuenta de nada, nunca y el único destello de lucidez al preguntar que va a pasar al vender la casa con las hijas, se borra en la siguiente escena al ir a yoga) la madre adolescente parece estar en paz con que le hayan quitado a la hija, salvo por una escena inconexa en que ella desaparece de la casa y parece que va en un patrulla y luego aparece en un taxi…..sólo busca a la madre, que no a la hija, porque van a vender la casa y de chiripa se topa con la niña,…no, no puedo con el bodrio de película “premiada” . Y no hablemos de las actuaciones terribles de todos, nadie se salva de verse acartonados, falsos y no precisamente porque eso quisieran transmitir. No se redondean las historias y no es que nos inviten a reflexionar, simplemente son inconclusas…la madre se escapo? que carajos va a hacer en la ciudad una adolescente con su hija? de que viven ellas? una tomadura de pelo lo de la adopción, nos sólo para los protagonistas, sino para el publico¡¡¡ y lo mas grave…realmente así de facil es que le hagan caso a una adolescente las autoridades?? y tan fácil la localizan??? en que país paso eso???

    Reply

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *