Los reyes del pueblo que no existe, crítica. Película de la semana

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Los reyes del pueblo que no existe
La resistencia
Por Erick Estrada
Cinegarage

“Vino el renegado ese y nos sacó” dice don Jaime cuando intenta explicar la situación de su pueblo, ubicado en el Noroeste mexicano y en donde la administración de Felipe Calderón Hinojosa (él es de hecho “el renegado ese”) inauguró una de varias presas en el país. En el caso del poblado de Jaimito eso provocó que todo quedara inundado o viviera bajo amenaza de quedar sumergido algún día.

Jaimito aparece como un fantasma detrás de la cámara de Betzabé García y la invita, como un fantasma, a ver lo que él conoce, a entender la absurda situación “allá en mi casa, para que se vea más bonito”.

García lo sigue y lo que encuentra son varias estrellas luminosas en un pantano que detuvo el tiempo y armó una metáfora de lo que es México en la actualidad que probablemente ni “el renegado ese” imaginó iba a ocurrir al desplazar a tantas familias privándolas del derecho a decidir dónde vivir, primero, y de una vivienda digna, después.

Ese poblado bajo el agua, con una laguna que entra a casas y edificios públicos, está sumergido, con el agua al cuello, despoblado porque la gente se ha ido en busca de algo mejor, lo que sea. No se produce como se debe (“aquí antes todo era ciruelas, ahora sólo hay agua” dice uno de los últimos habitantes del pueblo), lo que se produce se va o se convierte en el último vínculo que se tiene con algo que pudiera llamarse “normalidad” (la tortillería de Pani y Paula, que produce kilos enteros para no sabemos quién); el aislamiento y la sensación de encierro en un micro paraíso que la situación provoca, las ganas de irse y no poder hacerlo (Miro cuida a sus padres, decididos a quedarse, y a los animales que quedaron encerrados en los islotes de la presa).También está una economía puesta con alfileres (a pesar de la promesa de avance gracias a la presa) y la amenaza, desde allá de las montañas, de un narco que se mueve a sus anchas y que está acostumbrado al saqueo (incluso al moral) en un territorio sin ley, ajeno a y de las autoridades que al implementar una reforma y una idea sin investigación real, propició este encierro paradisiaco, pero encierro al fin. “Los muros de agua” los llamó Revueltas, aunque con una historia diferente.

Es el pueblo que no existe. Es un retrato del México en ruinas de nuestros días que vive justo así, encargado de sus propias y bellas postales de destrucción (las que encuentra y registra Betzabé García en esta película son estremecedoramente bellas) y viviendo como estos personajes, de historias del pasado porque la Historia se ha detenido. Las historias del presente son de horror, el miedo es el tema principal.

El pueblo que no existe somos todos nosotros.

El remate, en medio de las sonrisas curtidas de trabajo de los personajes de la película, es que poco a poco sale a la superficie el aspecto más combativo y lúcido de esta placentera y sutil película: la de la resistencia.

Decididos a quedarse donde quieren vivir y rechazando la reubicación presurosa y poco justa (así funcionan “los renegados esos”), felices donde están y donde quieren estar estos personajes representan la idea de resistencia, de defensa ante decisiones presurosas que, de nuevo, atentan contra su derecho a decidir dónde vivir y sobre todo, al derecho a ser reubicados con justicia, dignamente.

Estos ancianos empantanados, habitantes finales dentro de estos muros de agua son rebelión jovial y digna, combate de fuerza y de memoria (¿será que efectivamente el pasado es nuestra única esperanza?), espíritu y poder y ese es el mejor regalo de ellos a nosotros y, al mostrarlos al mundo, de este documental a ellos. Resistencia y rebelión. Rebelión jovial y digna.

Los reyes del pueblo que no existe
(México, 2015)
Dirige: Betzabé García
Con: Irineo Osuna Enciso, María Aura Zazueta Lamphar, Ramiro Osuna Moreno, Paula Sánchez Osuna
Guión: Betzabé García
Fotografía: Diego Tenorio
Duración: 83 min.

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