American Honey – Dulzura americana. Crítica. Película de la semana

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American Honey
El último sueño
Por Erick Estrada
Cinegarage

Come on and open up your hearts
Come on and open up your hearts
Come on and open up your hearts
Come on dream on, dream baby dream

Yeah I just wanna see you smile
And I just wanna see you smile
Yeah I just wanna see you smile
Come on dream on, dream baby dream
Martin Rev, Alan Vega, “Dream Baby Dream”.

Los invisibles. Spring Breakers (EUA, 2012) en escapada. Un tribu que en coreografías hipnóticas recluta a Star, una ladrona de tiempo, para invitarla a convertirse en ladrona de vida, de vidas, de instantes.

A través de esos instantes Andrea Arnold tejerá una historia que probablemente sólo sus protagonistas vean, todos unidos en esa tribu coreografiada que recorre las basuras de las ciudades en busca de un brillo que mantenga viva la llama de su hedonismo a ultranza, uno que si estuviésemos frente a personajes menos desolados podríamos llamar dionisiaco, pero que cuando Arnold deposita en este grupo de seres invisibles, probablemente de intocables (el rechazo de la sociedad capitalista ante los “improductivos” se manifiesta como una supresión de su existencia) se queda en una especie de último fulgor de la enorme hoguera que alguna vez fue el sueño americano.

Estos jóvenes en eterno movimiento, que sobreviven más por naturaleza egoísta y amoral que como rebeldes al sistema (aunque mucho de rebeldía anticapitalista existe en el hecho de robarle al capitalismo para hacer nada con ello) unen habilidades consideradas vicios y remiten tanto a la tradición americana del ladrón viajero que también se experimenta en Captain Fantastic (EUA, 2016) y su propia rebelión anti capitalista, y otras a ese engaño genial y aleccionador de la “Isla de los Juegos” en Pinocho en donde el aparente escape del sistema esconde dentro de sí otro igualmente opresor y oscuro.

Por ello encontramos a Krystral, la maquiavélica verdadera titiritera (ojo al control sobre el grupo y en especial sobre su “reclutador de talentos”) y por ello es que atardecer tras atardecer, esta oda al escape y al paisaje americano (a fin de cuentas se trata de una road movie), cambia de color para rematar en un lamento interminable por ese sueño americano perdido, en una desconsolada mirada a los remanentes de la hoguera, todo entregado con esas viñetas, con ese tejido que Arnold refuerza como si también contara la historia de una maldición casi vampírica: a veces está el amor de Star por este grupo que la saca de la invisibilidad y poco después encontramos el lado oscuro que krystaliza en esa titiritera de senos al aire (Riley Keough, la nieta de Elvis rizando el rizo para Andrea Arnold), para más tarde recuperar un pequeño atisbo de luz que le recuerda a Star y (lo desciframos) a todos los demás en esa tribu, que fuera de esta isla de juegos, más allá de la carretera en donde todos escuchan gangsta rap, no hay nadie que los tenga en la mira: volverán a ser invisibles sin remedio. La trampa/nido en que se encuentra Star (Sasha Lane natural a más no poder) es al mismo tiempo la cuerda de la que se libera en ese pueblo donde adormecidamente pasaba las tardes y a la vez otra que la enreda en un escape romántico sin amores ni rencores.

American Honey camina en esas espirales quizá a veces redundantemente, pero con un amor por sus personajes ejemplar, nunca moralizante y mucho menos acusatorio. Estos niños perdidos son la consecuencia y no la causa y por lo tanto el disparo crítico es hacia el país dueño de estos paisajes, hacia el sistema que cree que estos chicos son incapaces de incorporarse a él (esa risa burlona del ama de casa cuando nuestro “vendedor” estrella le miente, aunque ella no lo sabe, diciéndole que quiere estudiar política). Y ese disparo crítico se hace con un enamoramiento similar a las luces y los horizontes de los Estados Unidos que así, desamparado como están los personajes de Arnold, parece incapaz de recuperarlos, de volver a ser dueño de sí mismo.

Arnold sigue virando y esa oda al escape y al ser americano cierra de nuevo conviertiéndose en un lamento color miel, en un grito de auxilio engañanado con los pensamientos de Bruce Springsteen (quizá uno de los mejores momentos de la película entera con “Dream Baby Dream” en las bocinas de un tráiler americano), en un llanto por la América que se nos escapó sin que quiséramos voltear a ver hacia dónde se dirigía, en una película que hace que su cámara bordee el límite entre ficción y realidad, en una lista de personajes tan ejemplares como olvidables, en una colcha americana (otra forma de enteder la narración de instantes de Arnold) que esconde el rostro pero que no cobija.

Quizá sólo queda soñar y saber que un sueño es todo lo que nos queda.

American Honey
(Reino Unido-EUA, 2016)
Dirige: Andrea Arnold
Actúan: Sasha Lane, Shia LaBeouf, McCaul Lombardi, Arielle Holmes
Guión: Andrea Arnold
Fotografía: Robbie Ryan
Duración: 163 min.

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