Anomalisa, crítica

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Anomalisa
La anomalía en lo cotidiano
Por Erick Estrada
Cinegarage

La soledad, la rutina y el aburrimiento se montan en la espalda de Michael Stone (David Thewlis), que lleva una piedra no sólo en su apellido sino en su corazón, que se hunde irremediablemente cuando tiene que realizar viajes de trabajo para promocionar su libro, uno que se acerca peligrosamente a los consejos de superación personal/profesional si uno trabajara en un supermercado.

“¿Qué tipo de trabajo tengo si ‘ayudo’ a los demás a hacer el suyo pero no a transformarlo?” parece ser la pregunta de Stone mientras entra a una de las ciudades con menos color en la América contemporánea, una en donde todos insisten en invitarlo al zoológico en una especie de metáfora inversa en la los habitantes de esta ciudad son seres extraños al mundo y a ellos mismos.

Stone camina dentro del hotel (Frégoli para mayores señas) en donde su apatía y su desesperanza se materializan en los rostros de todos los demás: desde que bajó del avión y hasta que decidió regresar a su habitación todos los humanos que se han cruzado en el camino (la gente que recoge sus maletas, el taxista, el botones, los demás huéspedes del hotel) son iguales, se ven iguales, usan la misma máscara que los dota de la misma voz (el crédito de Tom Noonan en esta película animada es “todos los demás”, es decir, habla por todos).

La excepción salta. Una chica se vuelve anómala en esta catarata de cotidianidad y su voz suena distinta y su máscara también es diferente (a final de cuentas usa una máscara y no sabremos nunca de qué cotidianidad ha escapado para estar aquí).

Stone se enamora sin saberlo. El ciclo soledad-rutina-aburrimiento puede quebrarse y ni el sexo casual-pasivo-agresivo puede compararse al escape que esa anomalía le presenta en bandeja de plata.

El Kaufman (aquí co-director) que hemos conocido se desdobla en una propuesta igualmente anómala para él: la desesperanza de sus personajes, su desconcierto ante una propuesta cuadrada y cerrada como la del sistema de vida contemporáneo en Estados Unidos, se centra en un personaje que no es como todos los demás no sólo porque se ve diferente sino porque sabe que probablemente no lo sea. Es decir, Kaufman le miente a Stone para provocar la inquietud en quien ve. ¿Qué ocurre cuando alguien más voltea a ver a Stone? ¿Lo ve igual que a los demás, lo confunde con el resto de los rostros en este hotel llamado Frégoli? ¿Lo cotidiano, su pesadez, el círculo mortal es el mismo para todos o es sólo uno al que podemos ver de vez en cuando al detectarlo sobre alguien más, en este caso Stone?

Ambas opciones son igualmente negras. El escape no está ni dentro del hotel ni fuera de él (la nueva transformación de la anomalía que esperanza a Stone es la prueba) y junto con Stone entramos a un estado en el que Kafka y la obsesión son casi lo mismo. ¿Conspira el mundo para hacernos creer que somos obsesos, o estamos obesionados con la conspiración mundial contra nosotros? En ese círculo de preguntas dentro de preguntas, en esa puerta giratoria del hotel Frégoli es donde nos deja parados Kaufman a través de una película que desde su anómala animación (¿hace cuánto una película se empeña en mostrarnos las costuras de sus marionetas?, ¿por qué lo hace esta? Ambas respuestas son inquietantes) hasta el manejo de las emociones de sus personajes, perdidos pero con los pies en la tierra, amargados pero con dosis de humor corrosivo y hasta autodestructivo (como el sexo casual pasivo-agresivo), se convierte poco a poco en una joya opaca, deslucida, introspectiva.

El amor dentro de su turbia cotidianidad parece salvar a Stone quien ilusionado se aferra a lo que quiere creer de él y de la chica que se ve distinta y suena distinta a los demás (Jennifer Jason Leigh hace un trabajo estupendo), pero a estas alturas de una historia manejada con el cruel tacto de Kaufman y su codirector (el también animador Duke Johnson) sabemos que la salida nunca se verá como una salida.

Este mundo de zoológicos laborales, de superaciones hamsterianas, de enamoramientos y desilusiones kafkianas no dejará, nunca mejor dicho, títere con cabeza; y lo hará con una navaja que a pesar de contar con filo no rebana en el primer intento, que se toma su tiempo y lanza engaños para que al final descubramos con el horror de la máscara caída que está en nuestras entrañas.

Kaufman lo deja claro. En Anomalisa la vida es para él una joya deslucida, pero él la porta con todo el orgullo del mundo.

Anomalisa
(EUA, 2015)
Dirigen: Duke Johnson, Charlie Kaufman
Voces: Jennifer Jason Leigh, David Thewlis, Tom Noonan
Guión: Charlie Kaufman
Fotografía: Joe Passarelli
Duración: 90 min.

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