Todos están muertos, crítica

0

Todos están muertos
Los pies recortados
Por Erick Estrada
Cinegarage

En Día de de muertos la puerta queda abierta. Todos pueden cruzar de un lado al otro y ese extraño limbo color naranja y dorado se expande para dejarnos convivir con quien hace mucho tiempo no lo hacíamos.

Los años ochenta, muertos para muchos, desperdiciados para otros, fueron esa etapa dorada de Lupe, cantante famosa de la movida, hija de mexicana y nacida en Madrid por caprichos del destino.

El destino quiso que su hermano mayor, compañero de aventura en el synth pop de aquellos años, muriera provocándole una depresión extrema que se manifiesta en una agorafobia que contrasta brutalmente con ese pasado de luces y multitudes.

Ese es el marco en el que la debutante Beatriz Sanchis moverá las piezas de un tieso rompecabezas en el que se mezcla algo de humor transparente pero rebuscado, historias con fantasmas que probablemente demandaban más de lo fantasmal y menos de las historias y el viejo tema de los secretos a voces dentro de círculos pequeños como los de la familia cercana.

En el despliegue de los primeros intentos por sacar a Lupe de su auto exilio interior -más por el bien de su hijo adolescente que por el de ella misma- Sanchis abre ese portal de Día de Muertos para recuperar a Diego, el hermano muerto que por indicaciones de una hechicera parece ser el único capaz de llevarla de nuevo a la vida: ironía número uno planteada.

Después conoceremos a Pancho, el hijo de Lupe, desorientado y rebelde ante la ignorancia que su madre le practica y la falta de un padre que le dé algo de norte mientras él se hunde en el polo opuesto al de Lupe: ella fue rebelde artista de la movida española, él es miembro orgulloso de los boy scouts.

Enseguida entra Víctor, el chico con onda de la escuela que primero rechaza a Pancho y después se acerca a él para conocer a su madre, a la que admira quizá un poco más de la cuenta. De nuevo la ironía, de nuevo el juego de fantasmas aunque ahora con los vivos.

En ello, entre esos pasillos, la película encuentra momentos casi de inspiración, en los que no se nos deja claro si estamos conociendo la historia de amores fantasmales o de amores que no pueden ser, un nuevo limbo que Sanchis desgraciadamente no se atreve a explorar atorada en sí misma por una dosis extra de solemnidad que primero elimina todo rastro de ese humor del comienzo haciéndonos sospechar que se trata de humor involuntario, y después desinflando el poder que Angélica Aragón (la madre que agoniza en vida pero que trae al hermano muerto a reconocer a su hermana) y Elena Anaya habían levantado con un esfuerzo brutal (se nota en la segunda parte de la cinta).

Ahí, en esos limbos y en esos cruces de ironía, despegan a veces los temas escondidos que aquí ahogan a la familia. Surgen los temas escabrosos y las respuestas a preguntas no planteadas de manera explícita (¿Víctor está enamorado de Lupe? ¿Dónde está el padre de Pancho? ¿Por qué nadie nos/los recuerda? ¿Por qué su madre es mexicana?) y la película promete un despegue que, o bien puede dirigirse al más duro de los dramas, o tocar fibras sensibles que nos hundan en la misma oscuridad de ese cuarto oculto con los recuerdos del hijo muerto (sintetizador incluido) para después iluminar el camino recorrido como muchas veces lo han hecho Almodóvar o David O. Russell.

Y sin embargo, el montaje se desvencija. Las pequeñas metáforas alegres e incluso aleccionadoras se dejan ir calle abajo ante la mirada de su agorafóbica protagonista incapaz de aceptarlas convincentemente frente a nostros: las botas del hermano muerto que pueden hacerla caminar a donde ella no puede ir; el cabello a rape después de un momento que obliga a endurecer el alma de un adolescente; la entrada al limbo de la vida/muerte gracias y sólo a través de los estados alterados. Todo sale disparado en esa dureza del discurso que se olvida de los planteamientos iniciales.

Quizá demasiado romanticismo. Quizá un tufo de maniqueísmo en la madre todopoderosa y demasiada debilidad en la hija dominada por los demonios del pasado. Quizá demasiado pop y poco synth en una película que pudiendo ser inspiradora se queda corta, como las botas del hermano regresado de la muerte no sabremos nunca si para bien. El chico tenía los pies recortados.

Todos están muertos
(Alemania-México-España, 2014)
Dirige: Beatriz Sanchis
Actúan: Elena Anaya, Angéllica Aragón, Cristian Bernal, Macarena García
Guión: Beatriz Sanchís
Fotografía: Álvaro Gutiérrez
Duración: 93 min.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *