Victoria, crítica. Vean aquí la película.

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Victoria.
España – Berlín – Europa
Por Erick Estrada
Cinegarage

España – Berlín – Europa.
En un plano secuencia de maromas maratónicas, esta película de Sebastian Schipper cuenta sí la noche que le cambia la vida a la Victoria del título (al salir de un club after hours es invitada por un grupo de chicos berlineses que le prometen conocer el verdaero Berlín), pero también las tensiones de la Europa unificada económicamente que se ha deshumanizado en extremo al no poder unirse culturalmente, algo que significaría de entrada un despropósito.

Sin embargo la cosa no es sencilla. Ese choque económico queda meramente sugerido en la nacionalidad de Victoria: una trabajadora de un café, pianista frustrada por la pedantería de los profesores del conservatorio en que estudiaba. Es española y gana apenas 4 euros al día a pesar de contar con estudios y un talento sobresaliente. Los chicos que la invitan, víctimas de una ciudad voraz pero bellísima, sobreviven y aman a su Berlín natal, ejemplo del éxito europeo que prácticamente ha eliminado a la pobreza pero que es incapaz de generar oportunidades reales para todos, especialmente si se cuenta con antecedentes penales.

Entre esos dos mundos transcurre este idilio de una noche, perseguido por una cámara a veces brillantísima y volátil (esa secuencia de la balacera, tan Kubrick, tan Spielberg y al mismo tiempo tan de cine independiente) y que con giros de tuerca a veces elegantísimos, otras meramente oportunistas (la llamada a una ambulancia que tarda siglos en aparecer), se da espacio para tocar varios géneros y sub géneros, desde la romantización del cruce de circunstancias que incluso hace pensar en Nick and Nora’s Infinite Playlist (EUA, 2008), al cine que ha tenido estupendos momentos en los asaltos a bancos y que en consecuencia hace que, al contemplar esta narración sin cortes, pasemos de la alegría natural a la explosión de los sentidos, a la necesidad de fraternizar y de tocar al extraño, a la euforia y a la inevitable caída, donde hay pelea por mantener la ascendente, luego por evitar azotar en el suelo de manera brutal y que termina con una resaca seca, grotesca, de sueños mezclados y memorias difusas: es en pocas palabras un viaje de ecstasy con personajes que lo narran en una aventura nocturna y que lo hacen evidenciando lo natural de sus diferencias en un plano secuencia de coreografías complejas. Una fábula de MDMA.

Efectivamente, en este repaso-mezcla afortunada de apuntes sociales sutiles pero violentos que también hacen pensar en El odio (Francia, 1995) de Mathieu Kassovitz con rebanadas de un Trainspotting (Reino Unido, 1996) que habla de amistades y fraternización, uno de los muchos discursos es el que quiere que rescatemos aquellas miradas y roces con los otros y que hoy son consideradas no aptas: no lo son. Se quiere que la definción de lo bueno y lo malo se borre y deje de estar marcado por nuestra apariencia.

Ahí está la explicación de las ganas de Victoria de mantenerse al lado de este improbable grupo de callejeros que de repente necesitan generar una explosión dramática, llevarnos a un clima casi thriller, trágico y tremendamente violento: al haber sido rechazada por su supuesta falta de talento Victoria siente la empatía suficiente como para continuar el plan sugerido por Boxer que carga el estigma del criminal de poca monta salido de la cárcel a pesar de ser una buena persona: el sistema les ha jugado a la mala y ambos responderán igual para tratar de rescatar algo de lo perdido.

En medio una actuación brillante de parte de Laia Costa (aunque en el desenlace sus escenas son inexplicablemente largas) y un movimiento circular de la historia en el Berlín de antes del amanecer, salidas inteligentes en una producción que evidentemente no es millonaria: la recreación de uno de los puntos culminantes de la historia, una escena de acción en pleno y de la que se nos deja fuera a pesar de poder contemplarla en toda forma.

Intensa y serena, Victoria toca las cuatro esquinas y se va con el amanecer haciendo uso de su nombre en una Europa que simplemente no voltea a sus calles, en donde maravillas como esta (una maravilla trágica, pero maravilla al fin) ocurren todas las madrugadas.

CONOCE MÁS. Aquí pueden leer la crítica de Erick Estrada a La gran belleza (Oscar a Mejor Película Internacional 2014) y también ver la película.

Victoria
(Alemania, 2015)
Dirige: Sebastian Schipper
Actúan: Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski, Burak Yigit
Guión: Olivia Neergaard-Holm, Sebastian Schipper, Eike Frederick Schulz
Fotografía: Sturia Brandth Grøvien
Duración: 140 min.

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