Chicos y Guillermo, ¡a comer! Crítica.

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Chicos y Guillermo ¡a comer!
La retrointrospección
Por Erick Estrada
Cinegarage

Las conciencias que hablan. El otro yo que se te planta en el espejo y te dice que aunque crees que lo estás haciendo bien vas terriblemente mal. El rostro que pide escapar de esa burburja en que lo proteges. La otra voz que te pide dar vuelta a la esquina pero que ignoras para seguir de frente.

Guillaume es un chico común y corriente. Tanto que en una adolescencia atemporal y surrealista (lo vemos en su faceta adulta pero su discurso es el de un chico en proceso de desarrollo) no tiene idea a dónde va ni de quién es. Su voz en off -como esa que cuenta los suéteres rojos en el metro en el largo trayecto de casa a la escuela, como esa que habla de sí misma a sí misma en el aburrimiento del laberinto de la identidad- será la que nos lleve del comienzo al final de esta divertida fábula psicoanalítica, introspectiva y –repito-interesantemente surrealista.

Guillaume no es quien quiere ser. Quiere ser idéntico a su madre pero todo le indica que ese es un camino equivocado. En un acierto gigantesco Guillaume Gallienne (director de la película) llena el discurso con los estereotipos que de tan comunes parecen dejar de serlo para que Guillaume, su personaje adolescente (interpretado por Guillaume Gallienne) desvaríe y viaje ligera pero profundamente por los otros estereotipos, esos que son descalificados por “anormales”; con ello, Guillaume Gallienne (también guionista de la cinta) tiene la oportunidad de pintar con claridad la extraña necesidad de esos estereotipos así como lo perjudiciales que pueden llegar a ser si se les toma como guía única y con ello, la madre de Guillaume (el Pepe grillo de su personaje central y a quien también encarna Guillaume Galienne) puede soltar al aire una serie de reflexiones que para el Guillaume adolescente suenan a respiros y respuestas, y que para quien mira esta extraña retrointrospección (director, guionista, personaje masculino y personaje femenino son la misma persona) resultan ilustradoras y explosivas pues, por si fuera poco, todo transcurre en un tono de comedia sarcástica nada complaciente con ninguno de sus personajes.

¿Se pueden cuestionar las preferencias sexuales? ¿Qué tan permitido tienen experimentar quienes buscan la suya? ¿Es cuestión de decisión? ¿Lo estereotipos funcionan si se deja de señalar a través de ellos? ¿Es indispensable tomar decisión definitiva sobre las preferencias sexuales? ¿El amor es una cosa y las preferencias otras? De la mano, a veces apretando y otras soltando la rienda, Galliene (autor e intérprete) nos hace recorrer esas preguntas y reflexionar sobre ellas… más no responderlas. Porque rescata mucho del Woody Allen que Herbert Ross utilizó en Play It Again, Sam (EUA, 1972), “asesorado” por Humphrey Bogart en plan alter ego manipulador y psicótico y que a su vez salía (como esta película en su caso propio) de la obra de teatro escrita por Allen.

Si bien resulta interesantísimo el ejercicio de revitalización autbiográfica elaborado por Gallienne, probablemente los mayores logros de la película estén en el arco dramático y personal que obliga a recorrer a su personaje adolescente, una especie de catalizador humano de preguntas contemporáneas, absurdas cuando se les toma con severidad y solemnidad, pero incluyentes y libertarias cuando se les aborda con desfachatez, con una aparente ligereza que busca sacudirles la paja y nunca aligerar su importancia.

El resultado es entonces una dolorosa pero jovial doble llave que por un lado entrega una narración visualmente muy atractiva, intelectualmente retadora y cinematográficamente demandante que inyecta profundidad a lo que solemos tachar de irrelevante y le quita plomo a aquello que en pláticas menos atrevidas (en todos sentidos) suena denso y casi prohibido.

Todo ello es discurso y tono necesarios hoy que las diferencias son atacadas desde dos frentes que solían ser contrarios pero que van uniendo esfuerzos sin que muchos se den cuenta: el ultraconservadurismo que castiga al diferente y la ultra corrección política que empareja a los diferentes para no herir susceptibilidades.

Chicos y Guilelrmo ¡a comer! es por el contrario anti solemne, incisiva, cuestionadora, anticonservadora y profundamente incluyente, especialmente cuando dos personajes que se parecen tanto (la madre y el hijo que quiere inevitablemente ser como ella) siguen las instrucciones de dos gendarmes que deberían pelear entre ellos (director y guionista).

La broma es seria, pero quien se la tome en serio no será capaz ni de sonreir.

Chicos y Guillaume… ¡a comer!
(Les garçons et Guillaume à table!, Francia, 2013)
Dirige: Guillaume Gallienne
Actúan: Guillaume Gallienne, Nanou García, Diane Kruger, Reda Kateb
Guión: Guillaume Gallienne, Claude Mathieu, Nicolas Vassiliev
Fotografía: Glynn Speeckaert
Duracion: 85 min.

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