Volando bajo, crítica. Película de la semana

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Volando bajo
Cuando el rock no responde
Por Erick Estrada
Cinegarage

Cruce Uno
No hay otra manera de resumir la muy simpática sinopsis de Volando bajo: van ustedes a ver la historia de “Los jilgueros de Rosarito”, el ascenso y la caída.

Cuando This Is Spinal Tap (EUA, 1984) fue mostrada al mundo la combinación de documental con ficción, comedia y humor negro, heavy y hair metal, sátira y retrato cariñoso le dio al cine la obra maestra del sub género.

Por esa razón es de aplaudir que hoy, 30 años después y desde un país tan convulso como lo es México, alguien agregue al tono del cine nacional (que puede presumir una cosecha de gran calidad) un chiste gordo, que juega con lo absurdo y que, en los años en que el falso documental puede encumbrar a falsos profetas que sueltan navajazos más propios de un espantapájaros que de un predador real, nos viene estupendamente bien.

Frente a esas realidades ficcionadas casi insultantes o tremendamente contemplativas, la propuesta de Beto Gómez resulta más incisiva además de tremendamente oportuna. El falso documental que elabora no solamente carece de la pretención de deslumbrarnos y se centra en la diversión por la diversión, sino que encuentra el camino para satirizar al medio del espectáculo mexicano (intocable para muchos) y a través de él (aunque de manera más mesurada) a lo peor de las figuras que lo habitan.

Tampoco nos engañemos. Al elaborar la absurda historia del ascenso y la caída de “Los jilgueros de Rosarito” la película no encuentra una vía real para penetrar en el elaborado y no menos rocambolesco espíritu del mexicano como sí lo hacen -cada quien en su medida- historias como El crimen del Cácaro Gumaro (México, 2014) o el documental Ilusión nacional (México, 2014); o películas más asentadas como Las horas muertas (España-Francia-México, 2013) o la misma La jaula de oro (Guatemla-España-México, 2013).

La comedia de Beto Gómez sigue más bien la pauta de This Is Spinal Tap mexicanizándola tanto como puede, aunque perdiendo de repente y de manera inexplicable el tempo, usando una cámara misteriosamente tímida y aletargando el ritmo de sus gags no se sabe si por descuidos en el montaje o por llevarnos, como lo hace el resto de la película, a los sonidos, colores y sabores de los años setenta, que es donde nace la historia de este dueto musical.

Eso sí, el humor es preciso y la película cuenta con momentos importantes de humor contenido, nada escandaloso y cameos que refuerzan un discurso que de haberse tomado más en serio echaría por tierra todos esos logros humorísticos, que no son pocos.

Cruce Dos
El pop y el rock están peleados en la cabeza de muchos y Volando bajo, un discurso basado en el absurdo, tiene una aportación -quizá involuntaria, quizá no- alrededor de la música mexicana.

Cuando el rock mexicano se encuentra en una de sus fases menos propositivas, hundido en su zona de confort o ahogado en un nihilismo flaco y debilucho, aparece una película que se inspira en This Is Spinal Tap, -estrenada en una de las décadas más fructíferas del llamado “sonido rock”- pero refugia su anécdota en un pop meloso y cursilón (como el hair metal, vamos) que muchos rockeros contemporáneos calificarían como corriente y de baja calidad.

Curiosamente ese pop es la música que alimentó el conciente y sobre todo el inconciente nuestro y el de los músicos contemporáneos acomodados en el rock star system mexicano actual: diluído se cuela en sus melodías y en sus rimas, muchas de ellas poco imaginativas y carentes de rigor.

¿La vuelta? Que al satirizar alrededor de un grupo que habría encajado a la perfeccción entre los baladistas mexicanos de los setenta, la banda sonora de la película se realiza con el trabajo de tres de los músicos mexicanos que escapan a la definición anterior, que saben usar el lenguaje y que –claro, con excepciones- encabezan a tres de los mejores grupos mexicanos en la actualidad. Hablamos de Fernando Rivera Calderón (Monocordio), Daniel Gutiérrez (La Gusana Ciega) y Pascual Reyes (San Pascualito Rey).

¿El refuerzo de la vuelta? Que con la divertida y acertada música que acomodaron en la película se demuestra que hacer pop no es fácil, que hacer rock tampoco, y que hacer bien ambos es cosa de gusto, trabajo y rigor.

La prueba son las rimas y las melodías que escuchamos en Volando bajo, aparentemente ingenuas, facilonas y malamente poperas, pero que apenas comienzan evidencian un nivel que el pop tuvo hace 40 años y que el rock mexicano hoy echa por la borda de manera escandalosa para refugiarse en la rima fácil y la música simplona.

La reivindicación del pop a través de tres de los mejores rockeros mexicanos y a través de ellos a la música de un grupo importantísimo pero que nunca existió, “Los jilgueros de Rosarito”: ese es el último y quizá mejor chiste de Volando bajo.

Volando bajo
(México, 2014)
Dirige: Beto Gómez
Actúan: Gerardo Taracena, Sandra Echeverría, Ludwika Paleta, Rodrigo Ovieda
Guión: Francisco Payó González, Beto Gómez
Fotografía: Daniel Jacobs
Duración: 94 min.

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