Amores peligrosos, crítica

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Amores peligrosos
Las obsesiones, las obsesiones
Por Erick Estrada
Cinegarage

Nicole Kidman vuelve a ser objeto de una obsesión, sólo que ahora lo hace en una película del director de Precious (EUA, 2009). Como en los momentos más violentos y sexuales de Morir por un sueño (EUA-Reino Unido, 1955) de Gus Van Sant, en este viaje sesentero y lleno de colores lisérgicos y emociones a flor de piel, una mujer llamada Charlotte (Kidman) se ve en la mira de un reportero del Miami Times que la necesita para hablar con un hombre sentenciado a muerte y con quien ella está a punto de casarse. En ese trámite se encuentra con Jack, el hermano menor del reportero y con un escritor londinense pretencioso y petulante que, por supuesto, quiere en sus memorias el femenino trofeo de esta deslumbrante mujer.

Desde ese horizonte las obesiones se desatan pero, casi como en cualquier película que tenga por escenario los años sesenta de siglo pasado, optaremos por el punto de vista del más joven, el tal Jack que encuentra en Charlotte a la sustituta de su madre perdida, del amor de verano y de la mujer que podría llenar su vida.

Ahí está el principal problema de la película. A pesar de contar con la estupenda narración de Macy Gray y con un caso que, como se espera al comienzo de la historia, puede introducirnos a las selvas de un Estados Unidos poco explorado por el cine, con una sucesión de obsesiones que van de lo sexual a lo profesional, a lo humano y a lo racial; a pesar de un estupendo uso de la música que a veces narra lo que los personajes callan y otras sirve de espaciador entre capítulos; y a pesar de ese toque extraño que otorgan las historias fuera de las urbes americanas, lo más interesante en ésta son siempre las secuencias en las que la imaginación y el deseo de Jack toman por asalto la narración.

En esos encuadres cerrados a los labios de Kidman, en la pantalla dividida que le sirve de coreografía sin que ella tenga que bailar, en esa imagen de Charlotte a veces de anzuelo del peligro más que de objeto de deseo, es que la película tiene sus mejores momentos. El resto divaga y se hunde en sus pantanos infestados de sangüijelas.

El ejemplo perfecto son dos secuencias enteramente diferentes tanto en forma como efectividad pero ambas parte de la misma narración.
Está primero la de la “follada telepática”: Charlotte finge estar en la cama con su convicto y futuro esposo sin que ninguno toque al otro, pero él alcanza la eyaculación ante la mirada casi indiferente pero animalizada de los otros tres hombres de esta mujer, todo en la sala de vistas de la prisión. ¿El resultado? Meramente anecdótico.

Enfrente está, no sin menos carga sexual, la escena de la “lluvia dorada enamorada”, en la que Jack ve reunidas desde su perspectiva (pues cambia la forma de la narración) la salida a su problema (un deseo obsesivo) y la consumación sexual casi fetichista de su sueño dentro de otro sueño: el delirio producto de un ataque de medusas mientras nadaba.

Así camina la película, entre bandas, entre puntos de vista, obsesionada a su vez con Nicole Kidman pero sin llevarnos a un lugar en el que decidamos qué hacer con ella. Mucho estilo y pocas nueces pero eso sí, en ese estilo hay muchos carros de poder.

Amores peligrosos
(The Paperboy, EUA, 2012)
Dirige: Lee Daniels
Actúan:  Matthew McConaughey, Nicole Kidman, John Cusack, Zac Efron
Guión: Lee Daniels, Peter Dexter
Fotografía: Roberto Schaefer
Duración: 107 min.

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