Cannes 2011, 3

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Cannes, la tercera
Más conflictos de infancia y una de kung fu (sin pandas)
Por Joaquín Rodríguez (enviado)

Mayo 15, 2011. Tal y como lo anunciamos ayer, el fin de semana en Cannes prometía despertarnos un poco y así sucedió. Primero tuvo lugar la gran premiere de Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, la cuarta de la serie, dirigida ahora por Rob Marshall en lugar de Gore Verbinski (que hizo bien en abandonar esta franquicia y explorar nuevos territorios con Rango).  Esta cinta se estrena ya la próxima semana en todo el mundo, así que no vale la pena desperdiciar este espacio para ahondar mucho en ella. También es más de lo mismo (como lo comentamos a igual que Johnny Depp, a quien ya se le ve un poco aburrido de encarnar de nuevo a Jack Sparrow.

Mejor librado sale Geoffrey Rush, quien regresa de lleno a la saga con una energía que mucho levanta esta rutinaria aventura. Para terminar hay que decir que esta cuarta cinta es un poco mejor que las dos anteriores, pero eso no es decir gran cosa porque incluso el propio Depp reconoció hoy en la conferencia de prensa que ni él mismo entendió qué pasaba argumentalmente en esas dos películas, y que nunca tuvieron un guión terminado para ellas; recordemos también que fueron filmadas al mismo tiempo. Bueno, por lo menos ahora hay una trama inteligible, pero, otra vez, eso no es decir mucho.

En cuanto a un cine más comercial, como el que siempre tiene cabida en las funciones especiales de Cannes, sí habría que mencionar la cinta hong-konesa Wu Xia, dirigida por el experto en producciones de este género, Peter Chan,  quien consigue un delirante filme que no solo ofrece una serie de deslumbrantes combates asombrosamente bien coreografiados, sino que sorprende con una buena historia (genérica, sí, pero bien estructurada y muy en deuda con las intrigas detectivescas del cine negro), y una realización bastante llamativa. Los protagonistas son las estrellas orientales Donnie Yen y Takeshi Kaneshiro, quienes dan vida respectivamente a un asesino a sueldo ya retirado y deseoso de formar una familia, y a un obstinado detective que le sigue los pasos tratando de desenmascarar su antigua actividad para llevarlo a prisión. Un gran entretenimiento que como buena película oriental termina por abusar de ciertos golpes melodramáticos hacia el final, pero la verdad es que ante tanta película festivalera que reniega justamente del melodrama, eso se agradece.

No está de más agregar que la película cumple con lo que promete al acerse llamar Wu Xia, que es la denominación que ha recibido el género literario dedicado a contar historias de artes marciales situadas en la antigua China, como ocurre en este caso. Ojalá que esta película llegue en algún momento a México, donde este tipo de cine es ignorado olímpicamente por la cartelera. De hecho, la película anterior de Peter Chan, la estupenda The Warlords -del 2007- nunca se estrenó comercialmente en nuestro país, pero si apareció hace algún tiempo en formato DVD, solo que en una reedición gringa que además de estar doblada al inglés,  tenía 20 minutos menos.  Esperemos que algo así no ocurra en esta ocasión, sobre todo tomando en cuenta que Wu Xia ya fue comprada para su distribución en occidente por los Hermanos Weinstein (presentes por cierto en la función de ayer), y que no excede las dos horas de duración; sabemos que a los gringos lo que les espanta es que una película -aparte de estar hablada en otro idioma que no sea el suyo- dure demasiado.

Pasando a la competencia oficial, hoy se presentaron dos cintas que cada una a su manera insisten en el tema de la infancia y cómo las decisiones de los adultos influyen determinantemente en ella. En el caso de la cinta austriaca Michael, de Markus Schleinzer, una vez más el tema es la pedofilia, ahora contando la historia de un hombre cuarentón, el Michael del título, que tiene prisionero en el sótano de su casa a un niño de aproximadamente 10 años de edad, y del cual abusa prácticamente todos los días.

Es un filme, obviamente, duro y difícil, pero al final sumamente insatisfactorio que si bien plantea una situación extrema muy interesante por las posibilidades de análisis del fenómeno, opta por mantenerse siempre en un tono distante y frío que, como es la moda, abusa de los planos fijos y largos, y se centra más que nada en los tiempos muertos. La personalidad de víctima y victimario tampoco son lo suficientemente exploradas, y de hecho los últimos veinte minutos son particularmente frustrantes ya que el realizador se mantiene apegado a los mecanismos del cine contemplativo decidiendo no resolver absolutamente nada. Así las cosas, otra cinta cuyo estilo -por lo menos lo creo yo así- conspira para que su potencial se diluya y termine convertido en una mera exposición hueca y superficial de un caso criminal. Y en este caso la mayor parte del público estuvo de acuerdo en la insatisfacción, ya que incluso en su función de gala, con director y actores presentes, recibió una buena tanda de abucheos, audibles a pesar delos aplausos de los paleros de siempre.

La otra película en competencia fue la nueva obra de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, directores belgas dos veces ganadores de la Palma de Oro y que regresan con otra crónica realista -muy a su estilo- centrada de nuevo en personajes de clase media baja enfrentados a dilemas éticos y morales surgidos de su precaria situación económica y su falta de educación. El título es La gamín au velo, o sea, El niño de la bicicleta, y la historia concierne a un pequeño de 12 años de edad recluido en un orfanatorio luego de que su padre lo abandona, más que por falta de opciones, porque no tiene ningún interés en criarlo; además su nueva novia le ha pedido que no lo lleve con ellos a su nueva casa. El pequeño decide negar la situación en un principio, pero luego la acepta y traba amistad con una joven peluquera que termina por adoptarlo, asumiendo con ello la responsabilidad de lidiar con las frustraciones y rebeldías del chamaco.

Lo que sorprende en el caso de esta cinta, que muestra como siempre la solidez y el rigor de los directores, es que ahora parecen alejarse un poco del tono casi documental de otros filmes para abrazar una vena, digamos, mas melodramática, aunque el realismo predomine y las situaciones no sean nunca lacrimógenas ni se recurra a soluciones fáciles. En todo caso, lo que resulta es un cuadro social absolutamente creíble y bien trazado en donde el tema, también como es común en sus creadores, es la maduración emocional frente a las realidades de la vida y la convivencia social. No es ciertamente el mejor filme de los Dardenne, pero es uno bastante bueno, y aquí habría que hacer la precisión de que estos autores todavía no han tropezado entregándonos un mal filme.

Hasta aquí por hoy.

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