Cannes 2011, 1

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La primera de Cannes
La apertura de Woody, el regreso de Kung Fu Panda y el primer tropiezo de la Sección Oficial
Por Joaquín Rodríguez

Mayo 11, 2011. Por fin dio inicio la edición número 54 del Festival de Cine de Cannes, el más grande e importante del mundo (todavía); la prueba de ello es que a partir de hoy, miércoles 11 de mayo, la Croissette se vio invadida por un mar de gente ansiosa por ver desfilar en la gran alfombra roja del Palais a las estrellas anunciadas. Por principio de cuentas, y dado que el filme de inauguración es Midnight in Paris de Woody Allen, la expectación se vio recompensada con la presencia del mismísimo Allen, y de entre sus actores nada menos que Owen Wilson, Rachel McAdams, Adrien Brody y Michael Sheen.

La que quedó mal debido a compromisos previos (un embarazo, según algunos) es Carla Bruni, quien interpreta un breve papel en la cinta; sin embargo no falta quien asegura que su marido, el presidente francés Sarkozy, está detrás de la ausencia pues consideró prudente no asistir en un momento clave como este, dada la manera en la que los medios lo han fustigado por su desempeño en el cargo. Otros dicen también que Sarkozy no debe estar contento con un festival que ha programado -fuera de competencia aunque en un notorio espacio- una cinta titulada La Conquete, de Xavier Durringer, que justamente dramatiza los días anteriores al triunfo electoral del ahora presidente, centrándose en el drama conyugal que vivía en ese momento, justo cuando era abandonado por su primera esposa. ¡Cosas dignas de Ventaneando!

Otras presencias en la alfombra roja incluyeron a la mexicana Salma Hayek y a Antonio Banderas, quienes hoy miércoles por la mañana promovieron con una rueda de prensa y una vistosa sesión de fotos en la bahía la película animada El gato con botas, a estrenarse el próximo noviembre. En lo que toca a otros eventos de Dreamworks en Cannes, la prensa tuvo el privilegio de ver en avant premiere ayer martes por la noche, Kung Fu Panda 2, de Jennifer Yuh, película por cierto que no forma parte de ninguna de las secciones oficiales del festival. Cosa rara, porque en años anteriores las cintas de Dreamworks han ocupado prominentes lugares en la sección oficial. Quizás los organizadores quieran aminorar las críticas respecto de sus muchos favoritismos con ciertas compañías, directores y actores, pero la verdad es que la presencia de Dreamworks es lo de menos en un evento que con frecuencia deja mucho que desear con la inclusión de títulos que verdaderamente dan pena ajena. Llegaremos inevitablemente a ello, pero por lo pronto la exhibición de Kung Fu Panda 2 dejó a todos con un buen sabor de boca. Sí, es más de lo mismo, como lo son todas las secuelas de Dreamworks, pero es entretenida, la realización es impecable, el 3D resulta muy vistoso, y la historia es bastante efectiva, incluso emotiva.

Regresando a los eventos oficiales (¡por fin!) llega el momento de hablar sobre Midnight in Paris, del maestro Woody Allen.  Sorprendentemente, las críticas norteamericanas han sido muy elogiosas con esta nueva aventura europea del director, y digo sorprendentemente porque a mí en lo particular no me parece una de sus mejores cintas de los últimos años; por el contrario, creo que es un filme muy menor que, sin contarse tampoco entre sus serios resbalones de principios de la década del 2000, parte de un guión bastante endeble, digamos muy light, que al tiempo que deja muchos cabos sueltos también peca un poco de frívolo y poco ingenioso en sus diálogos. Lástima, porque la premisa es, como siempre, muy llamativa, sobre todo en lo que toca al twist argumental -ya a estas alturas revelado por todos los reseñistas- del viaje en el tiempo por parte del personaje de Owen Wilson, el protagonista absoluto, del París actual al de la década de los 20.

Ello, sin embargo, no quiere decir que no sea una cinta disfrutable, porque lo es, que ni resulta aburrida, ni está exenta de buenos momentos y gags efectivos. Por otro lado, uno justifica la ausencia de ambiciones de esta nueva película de Allen en la medida en la que está pensada primordialmente como un gran y amoroso homenaje a París, ciudad que no necesita de maquillaje para verse como una idílica capital del amor en donde pareciera que todo y todos son fotogénicos. Hay quien ve esto como un defecto de Midnight in Paris, pero es necio discutir respecto a una verdad innegable: París es una gran tarjeta postal y Allen saca provecho de ello  a cada instante de su nueva producción.

Dentro del mismo tema, ya hubo incluso quien dijo la tarugada de que el París de Allen es absolutamente ficticio, pero cualquiera que haya estado en esa ciudad sabe que eso no es cierto. La cinta está planteada como una fantasía romántica y resulta obvio que mucho de lo que ocurre en esa historia es producto de la imaginación del personaje de Wilson, lo cual solo refuerza el aspecto onírico que tiene la película.

Las objeciones a Midnight in Paris, llegada la noche aquí en Cannes, parecen menores cuando uno se enfrenta a la primera película de la competencia oficial, a la cual se le hubiera agradecido hacer hecho algo más con su prometedora premisa, totalmente desaprovechada en medio de una narrativa visual que a la vez que resulta pretenciosa y vacua y solo termina por hacer aún más hueco un guión que no va absolutamente a ninguna parte. Me refiero a Sleeping Beauty, de la debutante australiana Julia Leigh, una especie de reinterpretación del cuento de “La bella durmiente” que tiene como protagonista a una joven contemporánea que ante su necesidad económica decide aventurarse en los territorios de la prostitución ocasional.

Así las cosas, la chica llega hasta una sofisticada madame que la contrata, literalmente, como una bella durmiente; su trabajo es solo dormir -previamente dopada- para no despertar en varias horas, mientras un cliente hace lo que desee con ella, menos penetrarla (¡Ni modo, así son las reglas de la casa!). Al despertar, la joven no sabrá qué le ocurrió, aunque afortunadamente, en la desvaída trama, el espectador sí.

El problema es que realmente no ocurre nada interesante ni cuando la joven está dormida ni cuando está despierta, y salvo dos o tres momentos sugerentes e interesantes al inicio de la cinta, la cineasta pierde demasiado tiempo en largos planos estáticos, diálogos intrascendentes y pseudo filosóficos, y subtramas que no vienen a cuento. Al final, y lo digo sin exagerar, simple y sencillamente no pasa nada: no hay conflicto, y por ende, no hay resolución.  Aquí sí da mucha lástima porque el punto de partida era sumamente interesante. Después de eso, insisto, uno agradece el oficio de Woody Allen, y que en medio de sus tarjetas postales parisinas cuente una historia de manera tan eficaz.

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