Limonada, crítica. “El peso del sistema”. Película de la semana.

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Limonada
El peso del sistema
Por Erick Estrada
Cinegarage

El fondo sale a la luz conforme las dificultades se le presentan a Mara. Madre joven, trabajadora de la salud llegada desde Rumania busca su green card para cambiar su vida y poder darle a Dragos, su hijo, una mejor existencia. En un tono real casi transparente la historia de superación de esta mujer pasa de ser un drama casi convencional a una exploración de tantas cosas como puede ser la vida de una mujer común y corriente si nos asomamos a ella durante poco más de 24 horas.

Antes de este debut en el largo la directora Ioana Uricaru colaboró con el director Cristian Mungiu llevando la batuta en uno de los segmentos de Historias de la edad de oro (Rumania-Francia, 2009), en donde el mismo Mungiu dirigió un capítulo y escribió el resto de las anécdotas. Al ver el tono y al descubrir un fondo más complejo de lo que se detectaba en un principio no extraña nada que Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días) se haya decidido a colaborar con la producción de esta historia en la que, como ya dijimos, Uricaru nos acercará a las dificultades de esta joven mujer en busca del sueño americano.

Ese fondo, esa zona de presión debajo de la cual transita Mara con un espacio muy limitado para actuar se muestra con un contraste interesante entre lo inadmisible (o quizá inconcebible) de las situaciones por las que atraviesa y la mirada neutra pero decidida con que se presentan en la pantalla, con Mara siempre en el centro de la acción, llevando sobre sus hombros ese gigantesco costal en el que se acumulan la extraña identidad del padre de su hijo; las incómodas y verbalmente violentas entrevistas con el oficial de Migración; los señalamientos de la policía al definirla como una “madre que ha cometido abuso infantil” cuando obligada ha dejado solo a Dragos en la habitación de un hotel; el pasado de su actual pareja y su racismo tácito pero violento (“quizá quien te entrevistó en Migración ni siquiera era americana” le suelta dejando ver que debajo de sus silencios hay prejuicios domesticados pero con colmillos, prejuicios que eventualmente explotarán ante Mara convirtiéndose en el colmo de los males).

Uricaru baraja todas estas trágicas eventualidades casi con frialdad, jugando con ese contraste entre el “es imposible que esto pase” y el retrato de una realidad presentado con una fidelidad casi universal. Ahí, en ese juego de situaciones parece señalar primero la falsedad e inexistencia del sueño americano (antes que a una vida mejor Mara llega a vivir a un campo minado) pero después a la problemática universal de la migración, mucho más compleja de lo que podemos detectar en los noticieros.

Todavía hay más. Saltando ágilmente desde el caso legal de Mara, Uricaru aprieta su situación de manera muy efectiva, sin miserabilismo, sin abuso hacia un personaje que ya es abusado, y nos la muestra como un ejemplo de lo cruel, injusto y antihumano del sistema patriarcal que impera ahora mismo en el mundo. El oficial de Migración pasa del abuso verbal a un acto de dominación sexual machista que le reafirme a él su posición de privilegio y que a ella le deje claro su puesto de sumisión. Su pareja saca a la luz sus prejuicios no sólo raciales sino de género culpando a Mara de una situación en la que en realidad ella es la víctima. La policía la maltrata psicológicamente por no comportarse como una madre ideal. El abogado a quien se atreve a consultar sacrificando sus ahorros y lo poco que le queda también la coloca apenas se presenta la oportunidad y a pesar de ser Mara candidata a un trabajo especializado, en una situación de sumisión doméstica y profesional en la que si bien ella puede encontrar algo de alivio, demuestra que entre sus luchas (por su estado legal, por su hijo, por su vida privada) Mara será incapaz, por ahora, de ganar la más grande de todas, la lucha contra el sistema patriarcal que a través de estos personajes abusa de ella y la somete con crueldad y con normalidad. ¿Cuál sería la historia con el oficial, con su pareja, con el abogado si Mara no fuese mujer?

Encuentro ahí un desajuste inquietante en la película. Si Limonada se refiere a la búsqueda de la ventaja ante las pequeñas oportunidades la película podría ser una especie de falsa salida: haz lo que te dicen y todo irá bien, una salida con la que no comulgo en lo absoluto, se hable del sistema patriarcal como aquí o en la promoción de la obediencia en general.

Si en lugar de eso se trata de un juego irónico de situaciones en la que el optimismo y la falsa luz del sueño americano es cuestionado con agriedad y colmillo; si la limonada resultante de la persecución del american way es amarga y sin dulzor a pesar de que te vendan la idea contraria, Limonada es, afortunadamente, todavía más pesimista de lo que se detecta en una primera visión.

La no conclusión real de la película, su final abierto pero con rumbo permite incluso más pensamientos alrededor de ella, pero creyendo en el cambio y en la visión crítica, me quedo con el segundo, con la apuesta por la necesidad de reconocer la existencia de un sistema opresor impuesto al mundo y ejercitado contra las mujeres y por la necesidad de derrumbarlo, caiga quien caiga, entre ellos la falsa ilusión del sueño americano y del american way, culpables ideológicos de gran parte de la migración forzada y su problemática alrededor del mundo.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a la película mexicana La camarista.

Limonada
(Rumania-Canadá-Alemania-Suecia, 2018)
Dirige: Ioana Uricaru
Actúan: Mälina Manovici, Dylan Smith, Steve Bacic, Milan Hurduc
Guión: Tatiana Ionascu, Ioana Uricaru
Fotografía: Friede Clausz
Duración: 88 minutos.

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