El FICM: un síntoma de la política cultural. Carta Abierta.

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El FICM: un síntoma de la política cultural

México cuenta con 155 festivales de cine, actividad cultural (el cine) cuyo PIB creció un 7.4% el año pasado y generó 30 mil puestos de trabajo según el Anuario Estadístico del Cine Mexicano 2018. Saliendo de los números (que no son pequeños y ya algo deberían significar) se trata de 155 festivales de cine que no solamente promueven un cine alterno al que las grandes cadenas exhibidoras proyectan, sino que en muchas ocasiones llevan cine precisamente a donde las cadenas exhibidoras no llegan por no considerarlo redituable.

Entre esos 155 festivales (que no son pocos ni muchos sino los que hay en un país de 130 millones de habitantes, muchísimos de los cuales no pueden pagar una entrada al cine) encontramos al Festival Internacional de Cine de Morelia, una fiesta cinematográfica que es al mismo tiempo un evento cultural, una vía de promoción de la cultura mexicana (la gente camina, come, bebe, ve, visita mientras transcurre el festival) y por supuesto también de la cultura cinematográfica michoacana que encuentra ahí un espacio definido y libre de interferencias para mostrarse a los ojos de los visitantes, nacionales e internacionales, que cada otoño llegan a Morelia.

Tras conocer los resultados del Apoyo a Festivales Culturales y Artísticos PROFEST 2019 México, su comunidad cinematográfica, los cinéfilos que visitan la ciudad cada año, nos enteramos que entre los festivales que este año recibirían ayuda financiera desde el Estado no se encontraba el de Morelia. Fue desconcertante porque como lo han manifestado ya distintos miembros de la comunidad cinematográfica nacional (e internacional) el Festival Internacional de Cine de Morelia ha sido cuna y escaparate de películas importantísimas, de creadores trascendentales, ha promovido al cine mexicano como pocos, desde la semilla y la idea hasta el encuentro a través de la pantalla con su público, el mismo que paga impuestos para recibir beneficios como la ejecución de festivales culturales en general y el de Morelia en particular. Fue desconcertante porque 17 años de logros de establecer lazos entre países e instituciones culturales (aplaudiré siempre la hermosa alianza entre los festivales de Cannes y el de Morelia y aplaudiré que la propuesta de ambos cruce puentes para mostrarse a públicos tan distintos); lo hizo porque después de transformar a la ciudad y de enriquecer el diálogo de, desde y entre la comunidad cinematográfica, nada de eso fue suficiente (o todo fue ignorado) para alcanzar un apoyo que le diera un poco más de espacio para continuar con su labor. No se trata de privilegios.

Cierto, el Festival es una Asociación Civil sin fines de lucro. Cierto, las nuevas reglas se establecieron y aunque el festival las cubrió, las reglas y el adeudo del gobierno de Michoacán (ante el que por ridículo que suene el festival tiene que validarse) le impidieron ser considerado entre los beneficiados con el apoyo directo: al implementar nuevas reglas tampoco se observaron los logros de este y otros proyectos.

Sería redundante argumentar en qué se usaría el apoyo este año, y el siguiente y el siguiente. Todos los que alguna vez hemos estado en el festival sabemos que el crecimiento evidente y tácito de quienes ahí se encuentran y se ven la cara es real. Yo mismo vi transformada mi carrera a lo largo de los 17 años que el festival me ha abierto las puertas al lado del proyecto Cinegarage.

Lo que entristece es que el desafortunado caso del FICM es un reflejo más de una política cultural cortísima de miras. Leer después que los recortes a la cultura seguirán, que desde el senado hay voces que creen que la privatización del quehacer cultural es una buena vía, pone los pelos de punta.

Dar apoyos transexenales a proyectos culturales garantiza justo lo que un gobierno de avanzada debería promover: la independencia de un proyecto y de su oferta que en consecuencia no estará atada del todo a la demanda del mercado que casi nunca escucha las voces de las minorías, las expresiones de los lejanos, la exposición en sitios distantes, el diálogo en otro lenguaje que no sea el de la taquilla. Apoyar desde el estado a proyectos de esta índole implica llevar cine, cultura, ideas, pensamientos, sentimientos, emociones y liberaciones a sitios y personas a los que el mercado jamás quiere acercarse, al pueblo al que supuestamente se busca beneficiar. Pensar que una actividad cultural, un becario, un científico que recibe apoyos públicos se ve atado de manos es tonto y condescendiente pues es precisamente por los apoyos públicos que todos ellos pueden mantener el rumbo y el enfoque para todos y para todas. Es el gran capital quien debe pagar sus impuestos para que a través de una política cultural real y de avanzada los proyectos reciban apoyos que garanticen sus objetivos.

Pensar como se piensa desde el senado mexicano que dar dinero público a artistas, promotores, eventos y proyectos generará artistas, promotores, eventos y proyectos a modo del Estado refleja ceguera. El estado debe apoyar e incentivar a los creadores para que esos proyectos no se vean sometidos únicamente a la lógica y la mecánica del gran mercado sino que en el mejor de los casos colabore con ella.

Se celebra que el caso del FICM y de Festival Internacional de Cine para Niños se haya revisado y hoy mismo se haya anunciado un apoyo “alternativo” desde la Secretaría de Cultura, pero desde aquí, desde la redacción de un proyecto que ha crecido y madurado gracias al trabajo de miles de personas como las que han trabajado en el FICM y otros festivales de cine levantamos una voz de rechazo a una hasta ahora enclenque política cultural que al contrario de lo que se prometió ha volteado los ojos y ha demostrado un desconocimiento brutal y gigantesco de los proyectos con los que tiene que trabajar. Y desde aquí lanzamos también aliento al Festival Internacional de Cine de Morelia a quien ayudaremos siempre que podamos y como podamos al lado de otros festivales, actividades, proyectos, ideas o personas relacionadas con el cine y la cultura en general.

Desconocer como parece hacerlo en el gobierno mexicano que el cine nos da voz como país, como cultura, que nos da poder y discurso ante el resto del mundo, es de temerse.

Los proyectos culturales de un país tan rico como México deben lograrse al lado de sus gobiernos y no a pesar de ellos.

Erick Estrada
Director Editorial
Cinegarage

Junio, 2019

CONOCE MÁS. Este es el Palmarés del Festival Internacional de Cine de Morelia 2018.

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