Crítica de Beautiful Boy.
Siempre serás mi hijo / Beautiful Boy.
La pérdida del enojo
Por Erick Estrada
Cinegarage
Inexplicablemente, pero haciendo que en ella se detecte cierta torpeza, Beautiful Boy está dividida en dos en más de un sentido.
En primer lugar está la historia en sí. Un padre obsesionado con su propio control, empecinado sin saberlo en guardar las formas y sus formas, ha perdido a su hijo. El abuso de las drogas los ha separado y en consecuencia Felix Van Groeningen procurará con bastante éxito mostrar ambos lados del infierno de la adicción, al mismo tiempo de dos formas de detectar y experimentar la vida. Primero el lado de quien ve al adicto, incapaz de comprender lo que el adicto ve. Después, la obsesión paterna por sus formas y la búsqueda de otras más libres, diferentes de parte del hijo. A su lado, la visión misma del adicto.
Entre esas dos posturas, Steve Carell (Dave, el padre) hace un trabajo estupendo, con fuerza y potencia enfrentándose (es la palabra adecuada) a un Timothée Chalamet (Nic, el hijo) que, seguramente auxiliado por Van Groeningen, evita los lugares comunes tanto de la experiencia de las drogas como de la experiencia en su abuso. Es decir, no elimina del todo los estereotipos pero les da a éstos una nueva validez que viene del personaje y que se fortalece innegablemente con su interpretación.
Siguiendo adelante, encontramos la siguiente división de la película, la de la cura de la adicción (un cambio de vida y del enfoque de vida) y la de la cura de las obsesiones paternas. Uno debe aprender a lidiar con la pesadilla del abuso y el otro debe entender mucho más de sí mismo y es ahí donde Carell da su parte a la película con una interpretación bastante más alejada de los estereotipos y por lo tanto igualmente satisfactoria. Logra pasar del “villano” que no comprende al del hombre que ve sus errores, que conoce sus pecados y que debe aprender que probablemente ha provocado mucho del infierno de su hijo.
No hay, y hasta cierto punto hay que agradecerlo, un vistazo a los Paraísos Artificiales ni en la idea ni en la forma: el descontrol de ambas partes se sugiere y se arma a través de los flashbacks de Van Groeningen que a veces desdibujan el tiempo y otras expanden el espacio. Sus dos personajes están desubicados y en búsqueda de sí mismos.
Sin embargo, en la exploración de las drogas (y esa es una división más, ahora en el fondo) hay ahora sí, bastantes estereotipos que adelgazan todo el trabajo hecho, estereotipos que hablando de lo que se habla, no contribuyen al encuentro de los contrarios.
Al comenzar la experiencia con las drogas de Nic (que es por cierto a través de la marihuana, que inevitablemente queda unida al resto de las drogas como un igual), Van Groeningen cubre las paredes de su habitación y alimenta sus oídos con las formas y los fondos de Nirvana, del “Low” de Bowie (y con él todo lo que representa), de Melvins, rock (estereotipo 1) de enfado (estereotipo 2) y de reclamo de soledades (estereotipo 3). Al comenzar el infierno, el padre responde a esa ira con la misma dosis y la oscuridad aborda a los personajes.
Lo peor de esta nueva parte en la película llega cuando el abuso se transforma, cuando Nic y David comprenden el aviso y entonces el estado de ánimo cambia con lo que ahora se ve en la habitación de Nic y con lo que escucha en su atormentada cotidianidad.
Teniendo a un padre enfadado y a su hijo igualmente fastidiado, ¿sugiere Van Groeningen en el guión que escribió con Luke Davies, que mucho de la solución está en el abandono del enfado? Suena demasiado ligero (aspiracional incluso) para ser verdad. Lo es porque la transformación del padre (del control exagerado a la dura decisión del dejar ir) merece una conclusión menos vaga.
Con todas sus cualidades, muchas de ellas aportadas por el reparto, Beautiful Boy no consigue salvar esta zanja y por momentos (sin que niegue jamás lo oscuro del tormento de las adicciones) sabe más a discurso sanador, a invitación al lado luminoso, a canción de cuna condescendiente.
Es la otra mitad la que hay que conservar en la memoria.
Siempre serás mi hijo
(Beautiful Boy, EUA, 2018)
Dirige: Felix Van Groeningen
Actúan: Steve Carell, Timothée Chalamet, Maura Tierney, Christian Convery
Guión: Luke Davies, Felix Van Groeningen
Fotografía: Ruben Impens
Duración: 112 minutos.
Crítica de Beautiful Boy.