Rascacielos: rescate en las alturas, crítica.

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Rascacielos: rescate en las alturas.
Diez villanos de pacotilla

Por Erick Estrada

Cinegarage

Dwayne Johnson habita un extraño submundo cinematográfico que es el de sus propias películas de acción. En ellas, Johnson es -por supuesto- el héroe que saldrá airoso de todo tipo de predicamentos (nadie en las juntas de producción está listo para ver morir uno solo de sus personajes) al mismo tiempo que el rostro carismático que venderá las entradas a una historia que, con Johnson en ella, sabemos ya los ingredientes con los que cuenta: un guión fuera de toda verosimilitud que lo coloca en situaciones rebuscadas y preferentemente explosivas y de las que lo veremos salir casi ileso (no morir no le evita un par de rasguños, incluso en la cara) por una sencilla razón: se trata de Dwayne Johnson.

Es decir, en un ejercicio cercano a la meta realidad, alcanzado sólo por figuras de fama gigantesca (y en donde podemos acomodar al Santo, guardando todas las proporciones del caso), la gente que ve y disfruta las locuras en pantalla de The Rock lo hace sólo porque se trata de The Rock.

Dicho eso, es prácticamente irrelevante detenerse en la imposibilidad física, tecnológica e incluso dramática de sus películas y en ellas está incluida, por supuesto, Rascacielos: rescate en las alturas, una oda al tarzanismo ultra urbano en la que sin capa ni super poderes nuestro héroe (que se ve, habla, se mueve, bromea, coquetea, corre y resopla como el Dwayne Johnson de su película anterior) se enfrenta al edificio más alto del mundo en llamas para rescatar a su familia atrapada en él y en medio de un grupo de terroristas de cuello blanco que además harán parecer que el incendio fue provocado por Johnson (¿cómo se llama el personaje?).

No se preocupen, no hemos dicho nada que no se haya visto ya en los avances, lo cual nos indica -a su vez- que el verdadero interés de la película no está en la resolución del problema (porque sabemos que todo llegará al final feliz y justiciero), sino en ver a Dwayne Johnson lograrlo ejecutando maromas y recontramaromas que serían la envidia de cualquier programa de resistencia física o del más exigente circo chino.

Sabiendo que todo es posible y nada está fuera de lugar, Rascacielos logra mezclar de manera elemental las premisas de Duro de matar (EUA, 1988) con el gran clásico del cine de desastres, Infierno en la torre (EUA, 1974) de la que Rascacielos se separa sin embargo no sólo por sus logros visibles desde ahora (¿cuántas nominaciones al Oscar alcanzará frente a las 8 logradas por la película de John Guillermin y los tres ganados para su fotografía, montaje y canción?), sino por el enfoque del desastre. Allá está centrado en la corrupción de los constructores, causante del incendio que engulle al gran edificio lleno de estrellas del tamaño de Paul Newman y Steve McQueen, William Holden, Faye Dunaway, Fred Astaire, Richard Chamberlain y Robert Wagner. Aquí no es ni la ambición del constructor ni el efecto Frankenstein en la megaconstrucción, sino una especie de complot revelado demasiado pronto en la historia con 10 villanos de pacotilla que se evidencian paso a paso para mantener a Johnson correteando entre el piso 98 y el 220.

Inconsistencias más o menos (este edificio y su seguridad son violados con una facilidad de ataque cardiaco) y del lado de Duro de matar, Johnson rebasa al mejor Bruce Willis que hemos visto a la fecha y se transforma en un ser inmortal e infalible que, sin embargo, conecta a la perfección con quien lo ve: sus admiradores, los devoradores de sus historias, los amantes de sus proezas.

Mientras Johnson escala una pluma de construcción para acceder al piso 98 del edificio en llamas en donde está su familia (también contado ya a detalle en el avance de la película), un grupo de asombrados ciudadanos lo observa todo desde la calle (menuda vista de lince) padeciendo un vértigo mortal. Pues bien, esos ciudadanos somos nosotros, incapaces de separar lo verosímil de la conexión sentimental con Johnson y reaccionando a cada uno de sus saltos, ante cada uno de los contratiempos y explosiones que ponen el riesgo (no mortal) a su impresionante físico y a su familia, incapaces de separar la mirada de los malabares improbables y desmesurados que ejecuta con la gracia del mejor atleta (porque atleta sí que es) y engolosinados con lo ridículo de la situación. Un fenómeno que sólo se explica dentro de una película de Dwayne Johnson, un subgénero con su propio protagonista, con los mismos defectos de siempre (Rascacielos es previsible a morir), las mismas soluciones y los mismos giros.

El cine de acción de Dwayne Johnson tiene un título más y pronto seremos incapaces de compararlo con otras películas en las que no aparezca The Rock. No falta casi nada.

CONOCE MÁS. Esta es la entrevista que le hicimos a Dwayne Johnson a propósito de su película Hércules.

Rascacielos: rescate en las alturas
(Skyscraper, EUA, 2018)
Dirige: Rawson Marshall Thurber
Actúan: Dwayne Johnson, Pablo Schreiber, Neve Campbell, Roland Møller, Kevin Rankin
Guión: Rawson Marshall Thurber
Fotografía: Robert Elswit
Duración: 102 min.

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