Perdidos en París, crítica

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Perdidos en París
La comedia primitiva
Por Erick Estrada
Cinegarage

Con una historia que con un tratamiento diferente se habría convertido en insulsa, Perdidos en París alcanza alturas que muchas comedias contemporáneas debería buscar, investigar y procurar en bien del cine mismo.

La cosa es muy sencilla: una chica busca a su tía, una mujer a la que dejó de ver hace años y de la que sólo sabe vive en París. La chica, Fiona (Fiona Gordon) al buscar a su tía Martha (la memorable Emmanuelle Riva) se enreda con un vagabundo, Dom (Dominique Abel) quien la ayudará a lograr su meta. Desde ese momento, los guiños al cine verdadero de la primera oleada, ese de comedias de pastelazo que llevaron a lo sublime nombres como Chaplin y Buster Keaton, aparecen con insistencia y se vuelven en muy poco tiempo en el camino sobre el cual caminará esta propuesta.

De entrada, personajes, personas reales y miembros de la producción son el mismo ser humano y llevan el mismo nombre. Fiona y Dom los personajes son Fiona y Dom los actores y los guionistas que son también Fiona y Dom los directores. El fenómeno se ilustra mejor si para comprenderlo nos fijamos precisamente en Chaplin: normalmente el nombre del personaje es el mismo en las películas y dada la fuerte personalidad del actor ambos nombres, Charlotte y Chaplin, se usan indistintamente por sus admiradores, a lo que hay que agregar que Charles (otra manera de decir Charlotte) era también autor del guión, director y en muchas ocasiones de la música de las películas.

Sin embargo, el guiño no queda ahí. En esta comedia que entra de lleno a ese mundo del cine del autor-intérprete-personaje que luego derivó en el famoso Star System, hace también tributo a la comedia de pastelazo a través de ejercicios actorales realmente admirables. En ellos, los personajes-directores, voltean a ver lo mejor de ese slapstick y repiten sus cualidades mayores (sigan pensando en Chaplin): en el drama-comedia-slapstick el golpe y los golpes son evidentes (hablamos de comedia física) y con ello el dolor se vuelve comedia de lo cotidiano (¿qué más cotidiano que la anécdota de Perdidos en París?).

Fiona y Dom, directores, autores, intérpretes usan y dominan su cuerpo para hacer efectiva esa comedia y se sirven también, como lo hizo el mejor Chaplin siempre, de la trasmutación de los objetos, hacer de ellos algo que no son siempre en beneficio de la historia, de su espíritu y de la comedia. Solamente que aquí, como película moderna y sonora (aunque los diálogos son cortos e incluso escasos) se valen de herramientas que les facilitan el proceso, ya sea la música del Gotam Project en una escena en la que el tango musical se une al corporal para regalarnos un momento hilarante, o la Banda Ionica, que también aparece por ahí.

En otras palabras, estamos ante una comedia primitiva en el mejor de los sentidos, que naturaliza y filtra la comedia-drama que sobre adornaron en Amelié (Francia-Alemania, 2001) y que mecanizaron e hicieron simétrica nombres como el de Michel Gondry.

Aquí tenemos los ingredientes naturales, en crudo, en la raíz, sin el artificio, todo natural y orgánico, todo en una comedia tan clásica y slapstick que la cámara dialoga con estos personajes como si hubiese sido filmada a comienzos del siglo pasado, en long shots que lucen sus cuerpos y el dominio sobre ellos, con pocos medium shots y escasos close ups, aquí innecesarios ante la obligación de ver a los cuerpos moverse unos contra otros. No es un discurso visual limitado, sino enamorado del mismo primitivismo que hizo que Godard quisiera rescatarlo a través del montaje, pero que aquí es perseguido a través de la danza cómica de los cuerpos.

Reconfortante y humana, visual, conceptual, dramática, temática, deliciosamente humana.

Perdidos en París
(Lost in Paris, Francia-Bélgica, 2016)
Dirigen: Dominique Abel, Fiona Gordon
Actúan: Fiona Gordon, Dominique Abel, Emmanuelle Riva, Pierre Richard
Guión: Domninique Abel, Fiona Gordon
Fotografía: Claire Childeric, Jean Christophe Leforestier
Duración: 83 min.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Las tinieblas, que hace 7 días fue nuestra película de la semana.

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