La chica desconocida, crítica. Vean aquí la película.

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La chica desconocida
Un paseo por el sótano
Por Erick Estrada
Cinegarage

La rutina de la sala de emergencias. El paseo coloquial del que los hermanos Dardenne han despegado tantas historias que parecen mínimas pero que al virar en el momento justo dejan ver una carga de dinamita brutal, escondida a plena vista. El truco de los mejores magos del mundo.

En esa rutina, la doctora Jenny Davin (Adèle Haenel), ha encontrado su zona cómoda, su región de dominio, una en la que las emociones son puestas en segundo plano en pos de una satisfacción profesional que, como la película, esconde algo que sin evidenciarse se pasea frente a nosotros: curadora de dolores Davin es probablemente un recipiente lleno de ellos.

En el momento preciso, habiéndonos familiarizado con la tensión profesional y con el regusto que Davin encuentra en ello, estando en control de sus emociones, la doctora experimenta una muerte circunstancial que, desde la paradoja de la vida diaria en un mundo como el nuestro, removerá sus emociones antes bajo dominio.

Ese es el detonante de una cámara que con una agilidad que comenzaba a pedir su espacio en las películas de los Dardenne, se convierte en los ojos de Davin, que va de las casas de sus pacientes empobrecidos (este primer mundo se vuelve así más cercano y tremendamente real sin caer en ningún tipo de escándalos) a la estación de policía para conocer el nombre de la mujer que ha muerto “por su culpa”… aunque no tenga culpa alguna.

Lo mejor de La chica desconocida es que a pesar de una campaña de mercado insistente en ello, Davin no busca lavar su conciencia sino desahogar su dolor contenido a través de la tragedia alrededor de la muerte. Lo que la pequeña investigación que comienza la doctora nos cuenta es el resurgimiento de las emociones que esa mujer dolorosa creía controladas, un lado personal sumergido en el clóset y que le devuelve, muy a pesar de ella misma, su humanidad. Por esa razón la foto de la chica que ha muerto -que la doctora lleva de paciente en paciente buscando saber si alguien más la había visto antes- se asemeja más a una “infección” emocional que los repasa a todos, que a un lavado de conciencia. Sí, hay obsesión, pero la obsesión, irracional como es, se guarda también en el cajón de las emociones.

¿Estamos, como hemisferio occidental, desprovistos también de ese otro lado enclosetado que nos hace humanos? Por un breve pero completamente lúcido momento, los Dardenne dicen que sí, todo a través del mundo sacudido de Jenny Davin que al profundizar en su obsesiva búsqueda, al eliminar el factor de incógnita de la mujer que ha muerto (la medicina es probablemente una de las ocupaciones que más lidia con incógnitos o en donde los pacientes terminan por convertirse en uno), destapa un tema más, rutinario como los días en su consultorio, en el que deben ahogarse las emociones como lo hace la doctora, en el que se lidia con incógnitos o hay que obligarse a ello para sobrevivir, tremendamente familiar pero al que, en las comodidades del hemisferio occidental en el que vivimos, hemos mantenido en el sótano, fuera de nuestra atención rutinaria, un problema con raíces y alcances eternos, humanos y crueles. Descubrirlo es parte de la propuesta/exigencia de esta película.

Si bien la lucidez en la narración de los Dardenne es una enorme cualidad en esta película y si bien sin ella el efecto final sería imperceptible, es esa bofetada temática que los Dardenne nos sueltan al final de su agria pero muy ágil fábula, la que nos sacude, nos cuestiona y es ella la que afortunadamente nos deja a la deriva emocional, una que deberíamos experimentar más a menudo, mucho más a menudo.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a El joven Ahmed, dirigida por los hermanos Dardenne.

La chica desconocida
(La fille inconnue, Bélgica-Francia, 2016)
Dirigen: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Actúan: Adèle Haenel, Olivier Bonnaud, Marc Zinga, Thomas Doret
Guión: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Fotografía: Alain Marcoen
Duración: 113 min.

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