Cómo ser un latin lover, crítica

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Cómo ser un latin lover
Suena peor de lo que es
Por Erick Estrada
Cinegarage

Por cuestiones que no viene al caso explicar tuve que revisar hace muy pocos días la película El rey de los taxistas (México, 1987), una proto narración insertada en el sub género de la sexy comedia en la que Luis de Alba -en esos momentos en los cuernos de la Luna- interpreta a un taxista desobligado, borracho, macho y calenturiento que engaña y le miente a su mujer (nada menos que Maribel Guardia) con un cinismo digno de ser aniquilado sin contemplaciones. La película es una muestra no muy clara pero ridículamente transparente de lo peor del ser mexicano que, pase lo que pase y aunque se pierda, “gana” por uno o por el otro lado.

En 1987 México era, en definitiva, otro país, aún más conservador, todavía más machista y por supuesto mucho más ingenuo que el actual, por lo menos en lo que a su apreciación cinematográfica se refiere. Estamos en 2017, han pasado exactamente 30 años y contamos o queremos contar con un país menos opresor en esos sentidos, menos retrógrado y más equitativo y es precisamente por ello que inquieta una propuesta que más allá de la eterna planicie audiovisual en que se desarrolla su escuálida anécdota, plantée situaciones casi idénticas a la infame El rey de los taxistas.

Eugenio Derbez, protagonista y productor de Cómo ser un latin lover, interpreta a Máximo, un hombre que desde antes de serlo sabe que no quiere trabajar para vivir “bien” (y vivir bien significa derrochar dinero, maltratar a la gente que trabaja con él, incluso a la que no, y a fantasear con tener todavía más dinero) y para lograrlo se empeña en conquistar a cuanta mujer madura y millonaria se le atraviesa en su camino.: “Yo quiero el trabajo de ella”, le dice a su hermana al revisar una fotografía en la que un millonario “luce” a su “mujer premio” detrás de él. Y es sólo el arranque.

Sin tomar ningún tipo de riesgos, planteando un humor que le conocemos de más y del cual su público merecería ya deshacerse para conocer otra faceta (en el humor o fuera de él) del propio Derbez, la película deja claro que metas tan pusilánimes son posibles y lo hace con el peor de los ejercicios. Es ahí donde la conexión con De Alba resurge con preocupación: la comedia que plantea Cómo ser un latin lover se basa en la pedantería y en el cinismo de su personaje central sin considerar nunca el riesgo del dibujo agridulce de ese mismo personaje, y sale siempre por la tangente para explotar (nunca mejor dicho) a los fans de un Derbez que por lo menos en la versión en español de la película, se siente acartonado, desprovisto de matices y estancado como estancado está Máximo (me habría gustado revisar la versión bilingüe de la película).

Enfocada a entretener primordialmente al público latino (predominantemente mexicano) que vive en Estados Unidos (como lo hizo gran parte de las películas mexicanas de los 80) resulta preocupante que un público tan noble, tan hambriento de referencias para conectarse al país al que probablemente no pueda regresar, reciba este tipo de discursos.

Desde que estalla su “conflicto” (Máximo “necesita” una nueva conquista) la película camina en círculos gigantescos llevándonos a la casa de la hermana de Máximo (una Salma Hayek completamente desaprovechada) y de su hijo Hugo (Raphael Alejandro), un sobrino que se lleva de golpe toda la simpatía de la película en las únicas dos escenas válidas de la misma. En ese momento, Derbez, la propuesta, la película (escrita por Chris Spain y Jon Zack) vuelve a la zona de confort ya tan conocida por nosotros de No se aceptan devoluciones (México, 2013), en las que un Máximo infantilizado (Tom Hanks no cayó tan bajo en Quisiera ser grande) es obligado a convivir con un niño de 10 años que obviamente es más maduro que él. La diferencia es que ahora, quizá tomando el único riesgo de la película, quizá curándose en salud, la película cuenta con chistes “subidos de tono” que la hermanan todavía más con la sexy comedia mexicana de fines del siglo XX (“se te va a pudrir el bizcocho” le dice Máximo a su hermana que no ha ligado en 5 años) pero que no hacen sino abonar a una fórmula que más que definirla hace todo lo contrario: el humor es igual al de los guiones que hicieron tremendamente popular a Derbez en la televisión pero llevan añadidas palabrotas en medio de situaciones grotescas por un lado (pobre Raquel Welch sin brazos) que hacen escarnio tanto del apetito sexual de mujeres mayores como de las inseguridades de un niño al que su tío le enseña el manual básico del macho intolerante como base para ligar, dejar de ser virgen y ser “exitoso” en la vida.

¿El resultado? Inimaginable en pleno 2017. La madre de Hugo descubre las enseñanzas misóginas de Máximo y en lugar de reprender y replicar el enfoque, se queja por el tiempo que el niño ha perdido y que debió aprovechar estudiando. Inimaginable porque además, en medio de chistes planos, desabridos y desangelados, quien no reclama tiene todas las cartas para hacerlo: una mujer migrante, viuda y que trabaja para mantener a su hijo en una escuela decente.

A ello hay que agregar que Máximo, al enfrentarse al mundo real y al conocer a un sobrino inteligente, más allá de comprender un cambio necesario en su existencia busca conquistar a una nueva pareja para regresar a su vieja vida. ¿Fórmula que prepara el giro de tuerca en el guión? No. A pesar de que la película es una clara evolución respecto al desastre anterior protagonizado por Derbez, no es suficiente. El guión se cuidó en lo mínimo pero no más: aunque no deberíamos compartirlo comprendemos el simiesco enfoque de Máximo, se entiende que el personaje de un ridiculizado Rob Lowe pueda disfrazarse de policía en el momento adecuado, incluso se comprende el nudo a través del cuál Máximo consigue su cometido. Lo que no se entiende es el por qué.

Si Cómo ser un latin lover ha insistido todo el tiempo en mostrarnos los momentos que Máximo rescata al lado de su familia olvidada (su cinismo lo llevó a abandonar a su madre y a mentirle con energía a su hermana), sugiriendo algunas luces en el poco entendimiento del personaje y algunas aportaciones de su pobre alcance mental a la vida social de su sobrino, incluso a la de su hermana, ¿por qué entonces ese personaje no cambia un ápice, no aprende nada y logra, incluso perdiendo, su incalificable cometido que es conquistar de nuevo a otra mujer millonaria para vivir a costa de ella?

El tema no termina ahí. Al explicarle a Hugo cómo es que lo utilizó para conseguir un final a su conveniencia, Máximo casi recapacita y le suelta a bocajarro un “suena peor de lo que es” cuando en realidad, en pleno 2017, es claro y notorio que lo que este macho incorregible le ha hecho a su familia en realidad es peor de lo que suena. Ese descuido de guión es, también, indescriptible.

El moño en que se envuelve todo nos deja una película todavía más rebuscada. Una lluvia de cameos que van de Michael Cera a Weird Al Yankovic que, hablando de incorrecciones, muchísimo le pide a la fórmula que así explotó el Torrente (España, 1998) de Santiago Segura.

¿Vale entonces la referencia (intencional o no) al American Gigolo (EUA, 1980) de Paul Schrader con ese “Call Me” del Blondie más entrañable sonando en el spa de belleza que Máximo apenas puede pagar? ¿Se hizo para marcar distancia respecto a ella? No había necesidad.

Así, como el De Alba de 1987, el “ganador”, el único que se sale con la suya en esta historia privada de luz, es el vividor, el que ha mentido, el que ha engañado y no su hermana, trabajadora y tenaz que solamente consigue sacar la cabeza a la superficie por la intervención de su hermano quien ¿ha mentido para que eso ocurra?, ¿dijo por primera vez la verdad?, ¿ha rescatado a la dama en desgracia sin ningún tipo de esfuerzo o trabajo real? La película ni siquiera se preocupará en enfocarlo.

En realidad, esto es peor de lo suena.

Cómo ser un latin lover
(How to Be a Latin Lover, EUA, 2017)
Dirige: Ken Marino
Actúan: Eugenio Derbez, Salma Hayek, Rob Lowe, Raphael Alejandro
Guión: Chris Spain, Jon Zack
Fotografía: John Bailey
Duración: 115 min.

Comment (1)

  1. Berenice Pérez Rebollar · Edit

    Gracias Erick llevo años siendo tu fan, desde que salias con kristof, por cierto sería bueno verlos juntos otra vez, y agradezco tu sinceridad para recomendar lo que
    ves y tu profesionalismo.

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