Capitán Fantástico, crítica

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Capitán Fantástico
La contradicción conduce hacia adelante
Por Erick Estrada
Cinegarage

Dialéctica marxista y la presentación de una familia regida y construída alrededor, sobre ella, en esa espiral evolutiva en la que no se suma sino se añade. Filosofía y pensamiento de vida valioso olvidado en un mundo empeñado en la suma y no en la adición (y es que no son lo mismo) y por lo cual (por ese olvido) esta familia ha decidido olvidar al mundo y refugiarse en lo más profundo del bosque y en lo más profundo de ellos mismos.

Matt Ross nos presenta a esta familia al mismo tiempo que realizan un rito de iniciación tribal, casi perteneciente a El señor de las moscas (Reino Unido, 1963) pero que marca el punto de partida de uno de los varios enfoques que esta historia presenta y desarrolla -quizá demasiado dulcificadamente- pero con lo suficiente para calar, especialmente en aquellas almas que no han tenido la fortuna de contar entre sus experiencias a aquellas que no sean las del consumo masivo hoy impuesto a una forma de vida impuesta en un mundo que sólo busca imponer su pensamiento. Suena redundante, y ese es otro de los enfoques que Captain Fantastic propone: el choque dialéctico de la forma de vida de esta familia aventurera contra la redundante forma de vida en la que está atorado nuestro mundo en el siglo XXI.

En algún momento de esta historia de choques y contradicciones, la familia Cash, liderada por su pater familias Ben, tendrá que enfrentar al mundo que habían decidido dejar atrás para darle a la madre recién fallecida un funeral según sus deseos y no según las formas que sus padres quieren seguir.

En esa salida (o entrada) al mundo de todos, la familia Cash verá reflejados los métodos y los resultados del sistema que han decidido abandonar, puestos contra el pensamiento que moldean entre ellos a partir de las teorías devoradas en su extensa biblioteca familiar (Bo, el hijo mayor, ha pasado de ser troskista a maoísa pues, intuímos, su lectura de la historia transforma su forma de pensamiento impulsándolo siempre hacia el futuro). Ahí se nos presentarán también los distintos enfoques de la película.

El primero y probablemente el más obvio, el choque inevitable de dos formas de pensar que conforme estrellan sus cabezas reflejan una radicalización del pensamiento en ambas y para ambas. Vemos ahí la agresividad implícita y explícita del sistema capitalista (cualquiera fuera de sus normas es considerado poco menos que un lunático) en pelea con la eterna ingenuidad del sistema de vida de los Cash, forjada a partir de miles de hojas de libros pero poca experiencia para un mundo que no quiere depender más de esas hojas y que tiene a la malicia como un elemento fundamental de sus sistema (el plan “liberación comida”, mitad Peter Pan, mitad Guerra de Guerrillas). El choque dialéctico de estos dos mundos contrarios, de estos dos polos, nos hace pensar y buscar el punto medio como camino o solución. Ese choque no es solamente necesario desde el punto de vista de la diaéctica marxista (dentro y fuera de la película), sino que evidencia las grietas de estos dos sistemas (dentro y fuera de la película) logrando, por lo menos en teoría, que sus cualidades suban una escala en la evolución del pensamiento y logren un mejor sistema que sume sus cualidades y deje atrás sus deficiencias.

En ese reto se encuentra precisamente Ben quien, ejercitando otra propuesta de la película y atrapado en este choque de contrarios (él es probablemente el único en lo que queda de su familia que ha vivido en ambos mundos), ve cómo la figura de líder indiscutible del clan, iniciador de hombres y chamán teórico, se transforma poco a poco en la de un ingenuo charlatán que en un sistema opresor y probablemente igual de contradictorio que el suyo tiene que bajar la cabeza y obedecer, todo en un dibujo simple pero no simplista del choque generacional. Es decir, Captain Fantastic es también la historia de la nueva idea (encarnada en Bo) que choca con la de la idea original (Ben) en el eterno dilema generacional, parte de la evolución del pensamiento. Es el paso del “Oh, Captain, My Captain!!” de La sociedad de los poetas muertos (EUA, 1989) y donde Walt Whitman es tan importante como en la película de Ross, al pequeño capitán de balsa que tiene que recuperar su peso poético para levantarse de nuevo.

De ahí el final épico sin héroes de la película. De ahí el tono de fábula inyectado en ese desenlace. De ahí la improbabilidad de sus acontecimientos finales (repito, probablemente demasiado dulcificados, como su versión campirano-funeraria de “Sweet Child of Mine”). Pero también de ahí el espíritu nuevo aventurero que entrega, la nueva idea surgida del choque inevitable de los dos contrarios que convergen en su narración, de ahí la ingenuidad rescatada, fortalecida y renacida (tan de Whitman, tan de Twain) que Captain Fantastic (el grado de Capitán no debe sonar gratuito) y de ahí la (r)evolución de pensamiento en esta familia que idealmente provocará un cosquilleo de curiosidad en quien la vea.

La sociedad de los poetas muertos no llamaba a la revolución, pero despertaba curiosidad. Captain Fantastic, sin sus tragedias (estos nuevos tiempos imponen una cada vez menos sana pulcritud incluso en estas historias) quiere ser un transformador de conciencias utilizando una historia ligera pero lo suficientemente profunda e idealmente puede convertirse en un aullido que llame al diálogo surgido de la contradicción, con todo lo marxista y dialéctico que ello suene.

Capitán Fantástico
(Captain Fantastic, EUA, 2016)
Dirige: Matt Ross
Actúan: Viggo Mortensen, George MacKay, Samantha Isler, Annalise Basso
Guión: Matt Ross
Fotografía: Stéphane Fontaine
Duración: 118 min.

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