Bellas de noche, crítica

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Bellas de noche
La otra belleza
Por Erick Estrada
Cinegarage

En un despliegue de inspiración y oportunidad María José Cuevas consiguió, a lo largo de varios años, implementar un documental sorpresivo e inesperado por varios frentes, uno que habla de las vedettes, mujeres multifacéticas del espectáculo nocturno de la Ciudad de México que tuvo su último momento de esplendor en los años setenta y ochenta alimentado, sobre todo pero no de manera exclusiva, por el cine popular mexicano y sus sexy comedias.

Ese, un periodo hoy menospreciado desde la comodidad del México actual, es uno que debe ser entendido, contextualizado, al cual debe dejarse de satanizar. Es ahí que la inspiración y oportunidad de María José Cuevas hacen de las suyas para hacer su parte en esta película que habla de la vida actual de estas artistas de la noche que, incluso a pesar de muchos, en su momento (aunque de manera involuntaria) representaron un pequeño grito de libertad en un mundo tan denso y oscuro como el del espectáculo nocturno mexicano.

Una a una estas vedettes se presentan en pantalla mostrando sin reservas y sin vergüenza las distintas marcas que en ellas ha dejado la vida, se trate de arrugas y cicatrices o de memorias negras de actos injustos. Una a una dimensionan el trabajo de la vedette y dejan claro que no era, como se comenzó a creer entonces y como se cree ahora, un trabajo sencillo.

“La belleza era parte del espectáculo” declara Rossy Mendoza, orgullosa de haber formado parte de ese mundo. Wanda Seux habla de la creación del personaje para poder enfrentar al público y sobre todo para comunicarse con él. “Hay que lanzar un embrujo al público” dice Princesa Yamal para explicar cómo se lidia con la presión de sus escenarios. Y ahí el documental deja claro su tono: no se trata de mostrar personajes trasnochados en un México que hoy los ignora; esto no se convertirá en una lista de lamentos ante un mundo perdido; aquí no habrá juegos ante la cámara para hacer creer que hay demencia en donde solamente existe intensidad.

Por el contrario. Bellas de noche hace ver el peso pasado y el actual de personajes que hoy resultan extravagantes en un mundo donde se precia y se aprecia la normalidad, en donde paradójicamente se sigue señalando a quien destaca sin importar por qué lo hace. Lo hace ver, acierto extra, sin una voz que nos guíe en esta exploración, sino a través de las memorias y las ideas de estas mujeres expresadas por ellas mismas, sin un enfoque abusivamente sociológico y sin comparar al pasado con el aparente presente desventurado de estas mujeres.

No, la cinta de Cuevas deja entrever ese mensaje de libertad que se expresaba a través del desnudo femenino, el vuelo eterno de estas mujeres que tocaron los cuernos de la luna y los excesos de Blake que las acomodan ahora en una sabuduría callejera y cotidiana, una sabiduría en ellas mismas y no necesariamente la que se denomina “normal”.

¿Bajarán alguna vez al mundo de los mortales? ¿Les gustará tanto este mundo que no sabe ya nada de ellas? Bellas de noche no necesita responder esas preguntas pues en lugar de hacer un recuento histórico o sociológico de estas vedettes, de las películas en que participaron, de la forma en que se vivía en esa época especialmente dentro del mundo del espectáculo y del cine (aunque indirectamente se hace), es más bien una revisión del nuevo cotidiano de estas mujeres castigadas sin saberlo por el culto actual a la juventud, por el desprecio hacia el pasado que se vive en un mundo tan frugal como el nuestro, por la admiración de la belleza física.

En ese nuevo cotidiano las vedettes que le entregaron sus días a María José Cuevas (las noches ya se las habían regalado al México de aquella época) reivindican la madurez y la experiencia, los años vividos (que son vistos como un lastre monstruoso por las nuevas generaciones), las arrugas, todo sin que la película intente siquiera llevarlas al ridículo, sino dejando saber que, precisamente, sus excesos y esa sabiduría personal (pocos pueden presumir conocerse tan bien como estas mujeres se conocen a sí mismas) las acomodan en una dimensión alterna a la nuestra en donde pueden parecer chillantes y escandalosas pero que dejan de serlo cuando recordamos lo plano y soso en que este mundo se ha convertido.

Bellas de noche es una exploración a la otra belleza, a la que no resbala por las curvas de los senos de Lyn May ni se arrula en el violín exhuberante de Olga Breeskin o que retoza en la cintura de Rossy Mendoza o que baila en los peinados popeados desde el punk de Wanda Seux. Es una exploración a la belleza de esa época, de quienes la vivieron y de las mujeres que hoy usan esas memorias para inspirarse a sí mismas que al parecer es la única forma de sobrevivir en un planeta tan descarnado como este.

Bellas de noche
(México, 2016)
Dirige: María José Cuevas
Con: Olga Breeskin, Rossy Mendoza, Wanda Seux, Pincesa Yamal
Guión: María José Cuevas
Fotografía: María José Cuevas, Mark Powell

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