Janis: chica azul
Las cartas y la voz
Por Erick Estrada
Cinegarage
Desde la voz de Janis Joplin podemos entender ahora, en la cruel distancia que adquirimos respecto de quienes murieron jóvenes, los llamados de auxilio que se escondían en las canciones a las que, con esa misma voz, eligió por encima de otras. Por ello resulta tremendamente afortunado que el paso entre la primera mitad del siglo XX y la segunda (mucho de ello impulsado por la Segunda Guerra Mundial) esté documentado por casi todos los flancos. Dentro, el movimiento contracultural de los 50 y 60 y las manifestaciones alrededor de esa nueva manera de pensar recibieron una atención hasta esos años inédita.
“Little Blue Girl”, una de las canciones emblemáticas de Joplin y que da su nombre original a este documental, es entonces dos cosas: uno de los pequeños himnos de esa generación, de la música de la costa oeste en los Estados Unidos de esos años, y al mismo tiempo una llamada de auxilio o atención a la que ahora, demasiado tarde, escuchamos disfrutando de la documentación existente de esos años.
Este documental, si bien no entrega información extra a la que se puede obtener a través de una biografía bien escrita de Janis Joplin (que hay varias) sí procura dibujar esa otra parte de su personalidad, oculta en lo no documentado, en el éxito brutal de su última etapa, en sus historias de abusos, en la fama y la gloria, que es lo que la cultura predominante suele rescatar (convenientemente) de la contracultura.
A través de las cartas que Joplin enviaba a su familia y amigos, encerrados en la conservadora Texas de esos años (aunque todavía lo es) y que aquí son leías por la combativa Cat Power (heredera en más de un sentido de la lucha no contada de Janis), dejamos que los vapores humanos de la cantante se cuelen entre los fotogramas: su rechazo absoluto a las formas convencionales, su necesidad de encontrar y de encontrarse, la búsqueda de su voz real distinta a la artística, aunque entregado todo probablemente con menos fuerza de la que realmente tenía o de la que se necesitaba para ser asimilada por las nuevas generaciones, desacostumbradas a viajar en las entretelas, a descifrar las sutilezas.
El apoyo a este esfuerzo (repito, logrado pero menos poderoso de lo que se quisiera) es el acceso ilimitado que se tuvo a las cartas enviadas y al enorme archivo fotográfico de Janis: actuaciones, conciertos, fiestas, grabaciones, viajes, ensayos; un lujo producto de su época pero que, frecuentemente cuando alguien se adentra en ella, es poco aprovechado.
A veces demasiado convencional, otras incluso conmovedor (pues todos sabemos la manera en que Janis murió en medio de una depresión jamás asimilada) especialmente por los testimonios de su familia, el documental adquiere la potencia callada de la voz de la otra protagonista, Cat Power, quien sin obviedades ni sentimentalismos se desliza leyendo las cartas y las llamadas de auxilio veladas en ellas, las de una chica que consiguió sobreponerse a las exigencias siempre absurdas de un sistema que suele oprimir a los que no comprende y de tachar de fracasados a los que no se ajustan a sus estándares.
La película deja claro todo ello: la lucha de Joplin por cumplir esos estándares, la llegada de una realización inesperada cuando se une a quienes peleaban desde su trinchera contra ellos, pero también la inevitable entrada a la fama, a la riqueza, a la aceptación casi inexplicable de todo mundo cuando antes de ello ese mismo mundo la rechazaba. En pocas palabras, la tragedia de los pensamientos libertarios y de la contracultura: ser abosrbidos por la cultura predominante y silenciados, a veces de manera sutil y afortunada, otras, devorados por la maquinaria de ese círculo vicioso, encontrarse como se encontró Janis sin detectar el rumbo una vez que estuvo en la cima del sistema que su generación peleó.
Janis: chica azul
(Janis: Little Blue Girl, EUA, 2016)
Dirige: Amy Berg
Con: Janis Joplin, Chan Marshall, Karleen Bennett, Laura Joplin
Fotografía: Franceso Carrozzini, Jenna Rosher
Duración: 103 min.