El precio de la fama, crítica

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El precio de la fama
La comedia silente
Por Erick Estrada
Cinegarage

Si alguien recuerda el tono de De dioses y hombres (Francia, 2010), las letanías sordas, la descripción visual, el ausentismo de obviedades y el extraño tono que esa combinación construía en la película de Xavier Beauvois (ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2010), en la que veíamos a un grupo de monjes enfrentarse sin traicionar ninguna de sus prácticas a un grupo de extremistas islámicos en un caso que de tan real parecía una trágica fabula, nadie sentirá a esta extraña comedia que es El precio de la fama como eso, extraña.

Al contrario, las dosis de información que caen a cuenta gotas en un paraje de limitaciones brutales, hacen que entre la sonrisa y la sorpresa suelte bofetadas ocurrentes pero verosímiles a través de esta nueva anécdota (basada en hechos reales igual que De dioses y hombres) de dos desesperados obreros suizos (uno recién desempacado de la cárcel) que roban el ataúd del recién fallecido Charlie Chaplin. En pocas palabras, nos reímos como cuando lo hacemos de algo de lo que no deberíamos.

Con una sinopsis tan elemental concentrada a partir de rebuscados hechos reales, Beauvois se permite, por supuesto, el homenaje al Chaplin que detona su película, un homenaje que va mucho más allá de un par de vistas de sus comedias a través de la tele que estos dos hombres comparten en medio de su miseria. Ese homenaje está también en el acento que hace más que evidente la extrema situación en que se encuentran, a un paso de convertirse ellos mismos en el Vagabundo, pero también en el truco opaco -pero por ello encarecido- en el que cuando estos hombres planean el ataque al cementerio para hacerse del ataúd, Beauvois decide eliminar poco a poco el audio para que dejemos de escucharlos y la escena se convierta en una micro comedia silente, un clip/película que nos orilla de nuevo a pensar chaplinianamente en su pobreza y en lo absurdo del plan.

Después, el ultra realismo regresa la película y -dados todos los antecedentes- no hace sino subrayar que estamos casi ante un cuento imposible en el que las enormes diferencias entre ricos y pobres nos son restregadas en la cara, en el que a veces se entreabre la puerta para dejar ver las dos caras de la moneda de aquél dedicado a hacer reír a los demás: uno de nuestros secuestradores es también payaso de circo, un Chaplin de menor envergadura que esconde una vida amarga que sin embargo, además de su plan ingenuo y precario, no ha conseguido conquistarlo para llevarlo al lado oscuro de este mundo.

El remate es hasta cierto punto esperanzador a pesar de lo lúgubre del plan de estos dos hombres, un regreso al homenaje al cómico silente y un refuerzo al tono construido que, para concretar la crítica social de esta comedia parda (crítica social omnipresente en las películas de Chaplin) consigue implantar la idea de que, habiéndonos reido de algo que quizá no merecía sonrisas (mérito del director y de los actores) quizá sea tiempo de pensar en el por qué se nos ha dicho que no debemos reir de casos como estos: ¿será que es porque nos hacen pensar en los demás y nos alejan de pensar sólo en nosotros? ¿Será que ya es hora de cerrar esa gigantesca brecha entre los que tienen mucho y los que apenas tienen? ¿El precio de la fama chapliniana es haber tenido una vida gris a pesar de que todos creen que estuvo bañada en oro?

El precio de la fama
(La rançon de la gloire, Francia-Bélgica, 2014)
Dirige: Xavier Beauvois
Actúan: Benoît Poelvoorde, Roschdy Zem, Chiara Mastroianni, Peter Coyote
Guión: Xavier Beauvois, Etienne Comar
Fotografía: Caroline Champetier
Duración: 110 min.

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