Minions, crítica

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Minions
La nueva fiebre amarilla
Por Erick Estrad
Cinegarage

Sin mucho esfuerzo (la mesa estaba puesta, servida y no había que pagar la cuenta) pero no por ello con pereza o torpeza, Minions se convierte en la capitalización de la estupenda idea que significó Mi villano favorito (EUA, 2010) y que después presentó un giro interesante (emocionante para algunos) en Mi villano favorito 2 (EUA, 2013).

¿Qué es lo que Minons capitaliza? Sin entrar en los detalles que la burda taquilla pueda proporcionar hablemos de un estilo de comedia adulto-infantil que se priva, afortunadamente, de vicios que en otras propuestas se nos ofrecen hasta el cansancio: sensiblería plana, historias absurdas y bobaliconas y una infantilización innecesaria y cada vez más incómoda.

No estoy diciendo que la existencia de seres como los minions sea realista porque, desde ese punto de vista (también innecesario si de películas, cualesquiera, se habla) resultaría absurda e incomprensible. El hecho con este mini universo que encapsula a la nueva fiebre amarilla es que es consecuente y cuida ángulos que lo habrían llevado a niveles aberrantes.

Pensemos por ejemplo en Madagascar (EUA, 2005) y sus secuelas, convertidas en explosiones gigantescas de situaciones y contratiempos que en un mundo como el que se dibujó en la primera ni siquiera tenían cabida: pingüinos piloteando aviones, animales trabajando en circos de animales, la desvinculación de su propia realidad para aterrizar en mundos extravagantes e irreconocibles para los personajes y situaciones de la primera cinta.

Minions se cuidó de eso y está tan integrado con su mini mundo que, con gags que mantienen ligereza y elementalidad, cierra todavía más los datos y las trivias surgidos de las películas anteriores. En pocas palabras, se respeta a sí misma y no quiere volar demasiado alto cuando ya de entrada nos movíamos en un mundo en el que las leyes racionales no tenían mucho sentido. Algo se le ha aprendido a Pixar después de todo.

Alrededor está un humor muy gamberro pero que, desarrollándose la historia en Londres, no evita rasguñar lo flemático de los ingleses, pestañeos apenas pero que si uno se fija se notan acomodados con la precisión indispensable de la buena comedia: el té omnipresente en absurdos dignos de Monty Python; la impasibilidad de los “extras” ante situaciones explosivas; ese orgullo londinense, tan real y comprensible como risible (así son todos los orgullos); el toque Mod en personajes que aparecen sorpresivamente; la palabra “bollocks” que quizá (y sólo digo quizá) sale de la boca de uno de los minions con los que simpatizamos en esta historia de villanos en convenciones y deseos de grandeza (ir)real.

El remate es una banda sonora de ensueño y que casi sin que nos demos cuenta narra la historia con las “estridencias” del que para muchos es el mejor rock de la historia.

¿Eso que suena al final, en la celebración de celebraciones, es un reto a Volver al futuro (EUA, 1985) en la que Marty MacFly lanza desde el futuro el requinto, los ritmos y las rimas de “Johnny B. Goode” a una generación que desconoce esos ritmos, pero aquí presentada como el requinto de “Eruption” de Van Halen? Porque si es así, es un estupendo reto.

Minions
(EUA, 2015)
Dirige: Kyle Balda, Pierre Coffin
Voces: Sandra Bullock, Steve Carell, Jon Hamm, Hiroyuki Sanada
Guión: Ken Daurio
Música: Heitor Pereira
Duración: 91 min.

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