Cuernos, crítica

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Cuernos
Don diablo
Por Erick Estrada
Cinegarage

“Cuando me miraron vieron al Diablo… y entonces tuve que lucir como él” dice Ig Perrish, el personaje interpretado por Daniel Radcliffe en el arranque de una metafmorfosis muy atractiva que lo llevará a descubrir al asesino del amor de su vida, una chica con la que tuvo una conexión celestial… en caso de que el asesino no sea él mismo, el Diablo en persona.

Hasta ahí las piezas de este dominó de culpas y expiaciones -que se enfrentarán capítulo a capítulo hasta poco antes de la conclusión- va bien, de hecho, esperanzadoramente bien.

Los cuernos que comienza a aparecer en Ig una vez que la corte lo declara inocente (ante lo cual decide verse como el Diablo) son al mismo tiempo un par de antenas que dejan que hasta su cabeza y oídos lleguen las pulsiones negativas de aquellos que lo encaran. Con esa extraña adición a su humana anatomía los subtextos de una historia extravagante y con aromas de oscuridad cristiana surgen para acondicionar aquella primera esperanza y hacernos esperar todavía más.

En una serie de confesiones muy al estilo del mundo cristiano pero hechas a un demonio involuntario, cierta incorrección y algo de subversivo se levanta de los suelos de Cuernos: ¿será que estamos muy acostumbrados a colocar nuestras culpas en los demás (en Ig, por ejemplo, a quien le llueven acusaciones ligeras), que las proyectamos para ocultarnos las nuestras?; ¿al acomodar nuestras culpas en los rostros de los demás todo mundo pierde la presunción de inocencia y en consecuencua, todos somos culpables?

Al lloverle estas dudas, al enfrentarse a la verdad desnuda incluso de parte de sus padres, Ig se convierte en depositario de esa hipocresía y falsedad de la sociedad gringa contemporánea, educada (generalizamos) para sonreír y guardar las formas, y comenzamos a verlo (porque comienza a verse) como el retrato de Dorian Grey: una deformidad que camina y que muestra, como pocas veces esta sociedad ultra correcta puede ver, todo el lodo y las negaciones que hemos señalado en él para no verlas en nosotros. Y justo ahí es donde colapsa la película.

Desconozco la novela escrita por Joe Hill (hijo nada menos que de Stephen King) aunque se sabe que la historia está cargada con referencias bíblicas y señales tanto del “Génesis” como del “Apocalipsis” (que, leyendo de esa manera la película, son precisamente los contendientes de este box entre ángeles y ángeles caídos que es la película). Sin embargo, la cinta extiende el juego de moralidad y amoralidad (amoralidad en la que decide vivir Ig cuando los ataques se recrudecen, cuando no le importa conocer las verdades que todos se empeñaban en esconder) y materializa ciertos aspectos que, dado el camino planteado, habría sido preferible comprender de manera distinta.

Cuando la conclsuión pudo convertirse en algo desencantado y crudo, los crucifijos aparecen como protectores del efecto de los cuernos del título; cuando el poder demoniaco de Ig podría encontrar sentido no sólo en el caso de la muerte de su chica sino en su nueva fisonomía y convertirse en algo contra espiritual; cuando el pecado iba a dejar de serlo justo porque todos prefieren confesarse ante el Diablo; cuando la bomba debió haber explotado, la historia se vuelve muy terrenal, muy enamorada del amor salvador de toda pena y error y el pecado confesado lleva a la redención y se convierte en perdón.

El aroma moralino disfrazado de amor eterno llenará el cine cada vez que el último capítulo de la película se proyecte en uno.

El guión del casi debutante Keith Bunin deja el campo abierto para que un ya flojo Alexandre Aja deje caer las armas y ambos deciden resolver todo en el nivel sobrenatural dejando al mundo real (en el que sigue viviendo Ig, en el que se ha levantado de sus propias cenizas legales) descobijado, con todos sus cabos sueltos.

El espectáculo diabólico engulle a una conclusión que debió ser más complicada, mejor trabajada y sí, menos fantasiosa… a pesar de estar hablando de un chico ex mago infantil al que le brotan sendos cuernos cuando vive enamorado de sol a sol.

Cuernos
(Horns, EUA-Canadá, 2013)
Dirige: Alexandre Aja
Actúan: Daniel Radcliffe, Juno Temple, Heather Graham, Kelli Garner
Guión: Keith Brunin
Fotografía: Frederick Elmes
Duración: 123 min.

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