Klip, crítica. Película de la semana. Vean aquí la película.

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Klip
El diario electrónico
Por Erick Estrada
Cinegarage

Estamos ante una narración fragmentada y no es para menos. Maja Milos se centra en la pequeña vida de una pequeña jovencita que entre varios mundos va registrando el suyo. Su teléfono incluye la cámara con la que poco a poco interactúa con lo que la rodea: una familia rota (su padre es un enfermo que apenas puede caminar); amigos segmentados (el ir y venir de las fiestas es probablemente lo único que los aglutina); y una relación dividida en dos, a veces enteramente platónica, otras tan explícita como una felación en el baño de la escuela.

No extraña por ello que las texturas de la película sean las únicas encargadas de darnos la señal sobre el mundo que contemplamos pues, ante eventos tan súbitos, tan gráficos y tan carnívoros (como el país tan súbito, gráfico y carnívoro que es Serbia, en donde nació la directora y actriz Maja Milos y en donde está ubicado este mosaico narrativo) era difícil pintar una sola línea guía. El teléfono y sus imágenes borrosas nos meten a la cabeza de Jasna, la indomable adolescente ávida de experimentar y de construir su propio mundo, alejado de los vasos rotos que son su familia y sus amigos; la cámara nerviosa e inquisitiva que pierde la textura digital del teléfono nos regala las llaves de su casa y nos hace asomarnos a una ventana-encuadre para ver a la familia de Jasna; las luces estroboscópicas de las fiestas, que fracturan rostros y figuras, que construyen una nueva textura con una cámara quizá menos nerviosa, nos dicen que lo que vemos ahora es la vida social de estos adolescentes impulsivos, que operan en manada y que rechazan todo tipo de ataduras.

Saltando entre esas texturas y con una banda sonora casi pornográfica en su narración de lo que vemos en pantalla, Jasna se aisla pero deja clara su personalidad: desinhibida, voraz, inconforme y experimental, como todos los adolescentes. En la construcción de ese mundo en medio de un país aun en obra negra, Milos plasma también un espíritu propio, el de la narración casi sin ligas, a veces presente, a veces una nube sobre sus personajes. Eso construye una cinta poco asible en lo líneal pero que provoca adicción a partir de sus imágenes. Todo es tan real que parece ficticio, más de uno sentirá ataques de negación moralina ante actos tan naturales como el baile, el narcicismo adolescente, la explosión de la genitalidad.

Jasna nunca deja de grabar y el diario de clips de video de su teléfono es al mismo tiempo peligrosamente ajeno y preversamente personal. En la (su) pantalla se materializa una interface emocional e incluso en el acto sexual ella y sus colegas la necesitan para saber que están efectivamente ahí. Es la reacción de una generación expuesta al brillo de los monitores desde el momento mismo de su nacimiento.

¿Será que la brecha generacional de los jóvenes que vemos en la película de Milos es precisamente la forma en que ellos registran sus vidas, contrapuesta a la vieja costumbre de “ver gente muerta” en fotografías y encontrar placer en ello? ¿El presente eterno en contra del pasado inmóvil de los padres? ¿La engañosa glorificación de la juventud que sólo permanece en los videos? Y es que uno siempre es más viejo que aquél que fuimos cuando se grabó la fiesta, el baile, el funeral, la segunda felación.

Ese eterno grabar para entretejer realidades ya había estado presente de manera casi contemporánea a la película de Milos. The Dirties (Canadá, 2013) de Matt Johnson, registró otras violencias y otras inquietudes, pero dejó claro que los narradores nuevos ven al mundo dividido: en tamaños de monitores, en texturas, en clips de realidad que no son su realidad y en pensamientos que dejan plasmados en otros clips de video que ellos consideran su única realidad.

Ahí está Klip, surgida de un país violentado, cerrado y en busca de norte. Ahí está Jasna, violentada y perdida, creyente de las letras de esas canciones que obvian y redundan en la narración de Milos, la redundacia de las realidades alternas de sus texturas. Ahí está Milos, siendo cruel con su guapa protagonista, dejando que se encierre en el círculo vicioso de su amor, a veces platónico, a veces violentamente fuera de la pequeña pantalla.

CONOCE MÁS. Aquí está la crítica de Erick Estrada y la posibilidad de ver la película Un monstruo de mil cabezas.

Klip
(Serbia, 2012)
Dirige: Maja Milos
Actúan: Isidora Simijonovic, Vukasin Jasnic, Sanja Mikitisin, Jovo Maksic
Guión: Maja Milos
Fotografía: Vladimir Simic
Duración: 102 min.

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