El llanto del Diablo, crítica

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El llanto del Diablo
Ni llorar es bueno
Por Erick Estrada
Cinegarage

Todo comienza con un agradable aroma a los setenta, con la familia de un pastor mudándose al típico pueblo del medio oeste, ahí donde el ser urbano anula tus poderes y donde el infierno chico se manifiesta en infinidad de formas.

La memoria nos llevaría a ver cómo esa familia se acomoda en una tétrica y desvencijada casa para después ser acosada por el antigüo dueño de la finca a quien unos locos asesinaron dejando su alma intranquila. Pero no.

A lo largo de su primer y segundo acto la película se deja ir por una historia lo suficientemente misteriosa (luego veremos que es inexistente) como para mantenernos curiosos y dejará que creamos que se trata en realidad de una historia imaginativa y diferente para después azotar nuestra cabeza en la pared por haberlo hecho.

Lo peor es que la película misma lo cree.

Anthony Leonardi III usa el frágil guión de Jonathan W. C. Mills para nadar sobre él demostrando una falta de carácter que el cine de terror no merece, especialmente uno que voltea a los años setenta de tal manera; la película se ubica en una atemporalidad pasada que genera cierto desconcierto y que, en manos más ágiles, se habría aprovechado tremendamente: no existen teléfonos celulares, aparece un discman, los autos y la ropa son viejos pero lucen nuevos, etc.

Lo peor de todo es que Leonardi es un nadador lento y en consecuencia la película tarda muchísimo en arrancar, lo que hace que una vez que aparece el terror, sepa crudo y sin sustento, adelgazado por actuaciones tan malas que deslavan el tono y tan inocentes que saben a ensayo.

Y el ensayo no se queda en los actores. Además de una historia divagante y muy poco sorpresiva, la cámara de la película es poco oportuna y en consecuencia el montaje es imposible resultando pobre: hay declaraciones vitales que no son dichas a cuadro e incluso se sueltan con los personajes también fuera del encuadre, ¿qué editor resuelve eso? ¿Qué mensaje se entrega exitosamente con esos errores de forma?

En ese embudo que vaticina un mal final la intensidad se disuelve y el tercer acto se desfonda en una inconsistencia brutal (los personajes prácticamente se resignan a lo que ocurre a su alrededor), se hace flaco y, lo peor que le puede ocurrir a una película de terror, se vuelve predecible: el tono, ahora sí, pierde todo rastro de sí mismo.

Los pocos momentos que podrían ser interesantes pasan de largo ante los ojos de un director apabullado ya por una tormenta de malos giros de tuerca (que además se ven venir minutos antes) y que se nota presuroso por terminar la historia a la que sólo hay que agradecerle ese vistazo que le echa al género de los años setenta, pero que es tan fugaz que cabría como una secuencia onírica más en esta coja e inofensiva película.

¿La música de Slash? Tampoco se ilusionen.

El llanto del Diablo
(EUA, 2013)
Dirige: Anthony Leonardi III
Actúan: Anne Heche, James Tupper, Rebekah Brandes, Ethan Peck
Guión: Jonathan W.C. Mills
Fotografía: Martin Coppen
Duración: 100 min.

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