Fogo, crítica

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Fogo
¿Contemplación o evasión?
Por Erick Estrada
Cinegarage

Tuve oportunidad de ver Fogo, la tercera película de Yulene Olaizola en el Festival Internacional de Cine de Morelia de hace un par de años en donde competía en la Selección Oficial. Dolorosamente, lo dije en su momento, la cinta pasó frente a mí como un fantasma, como un sueño transparente de esos que se olvidan cuando la luz se hace de nuevo.

Al revisarla -hace muy poco la verdad- desgraciadamente no pude reconsiderar. Agregando algunas palabras e ideas que renacieron de las cenizas de la primera proyección y de nuevo de manera dolorosa, mi idea alrededor de Fogo sigue siendo la de hace dos años y que reproduzco a continuación:

Más que una película, nos encontramos de nuevo ante un juego de cine minimalista que oprime a sus personajes y que al dejarlos tan lejanos de nostros (encuadres llenos de espaldas, diálogos prácticamente inexistentes en donde los personajes no se responden, miradas eternas al horizonte) también oprime al espectador y lo sumerge en tiempos que más que reflexivos, a fuerza de golpe de no encuadre, se convierten en vacíos.

En una historia prácticamente inexistente de la que la propia Olaizola confesó haber trabajado sin un guión definido (un grupo de personas aisladas del mundo ven cómo el suyo propio se desmorona lenta e irremediablemente), sus personajes aparentemente atrapados por razones que nunca desciframos y, a fuerza de un discurso visual completamente desorientado a excepción de los colores y las texturas de la estupenda fotografía de Diego García, cae de nuevo en los pecados de la famosa mezcla entre ficción y realidad, entre un equipo profesional mínimo y actores que en realidad no lo son.

Pretender a estas alturas que el cine minimalista comunica precisamente lo que el público no capta debería estar rebasado, especialmente por sus realizadores. Una de las razones son las preguntas que despegan de la proyección y que, desgraciadamente, no surgen de los círculos viciosos en los que Olaizola sumerge a sus personajes y que terminan por enviciar a toda la película: si la naturaleza es el personaje central, ¿para qué seguimos a estos dos amigos encerrados en una isla con un discurso desorientado cuando ellos tienen más que claro su destino? Si la naturaleza es el personaje central, ¿la sucesión de paisajes fabrica una narración? ¿Debemos confiar en la improvisación de los no actores y tratar de transportar su supuesta naturalidad a una película sin querer “trastocarla” en la sala de edición (es decir, vale de algo negar a priori el montaje)? ¿La ausencia de discurso debe interpretarse forzosamente como poesía? ¿Cuántos encuadres vacíos debe haber para pretender que quien ve piense que se cuenta algo tremendamente reflexivo?

A como está el cine mexicano dos años después de que se vio por primera vez Fogo las preguntas persisten: ¿qué le dicen películas como esta a un público real que vive en un país distinto y experimenta situciones adversas en otro sentido? ¿A qué público quiere hablarle? Este no discurso insistente (que fue moda) ¿es cine de contemplación o ya de evasión?

Siempre preferiré el desconcierto y la irracionalidad a un vacío que me obligue a llenarlo cuando él mismo no lo quiere.

Fogo
(México-Canadá, 2012)
Dirige: Yulene Olaizola
Con: Norman Foley, Ron Broders, Joseph Dwyer
Guión: Diego García, Rubén Imaz, Yulene Olaizola
Fotografía: Diego García
Duración: 91 min.

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