Leviatán, crítica. Película de la semana

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Leviatán
El monstruo arrojado al mar
Por Erick Estrada
Cinegarage

El Leviatán es el monstruo que se debe dominar. Es el choque de la razón humana contra el poder de la naturaleza, contra lo que se ve pero no se comprende, es la prueba última de humanidad pues el humano debe enfrentarse al monstruo que le ha enviado su dios.

Este documental se llama así porque enfrenta a los humanos pescadores no a un monstruo sino al mar entero, a ese terreno desconocido como el infierno, descalificado por ignorancia. Este documental monta a los pescadores en una nave y los arroja al mar: su misión es extraer de él lo necesario para sobrevivir y a sobrevivir por necesidad.

Es la historia de unos pescadores envuelta en desplantes tecnológicos enloquecedores, en ritmos de máquinas rotativas, de motores atascados de aceite, en imágenes apocalípticas en las que lo orgánico se da de topes con lo inorgánico hasta que sus fronteras se desvanecen, hasta que sus rostros se desfiguran, uno frente al otro.

Tenemos delante de nuestros ojos a un barco pesquero, pero estas cámaras rabiosas, estos encuadres que descuartizan la retina, que navajean ojos al estilo Buñuel (hay mucho surrealismo en las luces, los colores y los ruidos de Leviatán), convierten al barco en una nave interplanetaria y así, por momentos, por instantes llenos de desconcierto ante lo hiper real de la narración, paropadeamos uno, dos, tres fotogramas de ciencia ficción. El mundo se desbarata como un terrón de azúcar hundido en el agua negra de la noche en la que arranca esta narración.

Más desconcierto, sangre, vísceras de los animales atrapados. Los dos mundos se ven la cara. Uno sobrevive en las profundidades; el otro llega hasta allá con redes y cadenas para sobrevivir a su vez. Es la máquina depredadora retratada desde el punto de vista del pez (esos encuadres a ras de suelo, esos close ups extremos).

Y luego, de nuevo, lo ultra real se convierte en esta pesadilla de órganos e inórganos nadando juntos. Las gaviotas son de pronto aves de muerte puestas ahí por un más que oportuno montaje de esta narración sin palabras. Hay poder y tristeza y no puede ser de otra manera.

Esta mortífera y voraz narración está dedicada a tantos y tantos Leviatanes humanos que salen a la mar para sacar de ella al otro mundo, al de las profundidades que inevtablemente necesitamos para no morir.

¿El es hombre un Leviatán monstruo? La idea cuelga al final, pero la respuesta cae pronto con la ya mencionada oportunidad del montaje y con la aceptación de las cosas: quizá lo sea, pero al final el Leviatán fue hecho así, es su naturaleza. No hay manera de negarlo.

Leviatán
(Leviathan, Francia-Gran Bretaña-EUA, 2012)
Dirige: Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel
Con: Declan Conneely, Johnny Gatcombe, Adrian Guillette, Brian Jannelle
Guión: Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel
Fotografía: Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel
Duración: 87 min.

Comment (1)

  1. Recientemente vi esta película y fue verdaderamente pesado llegar al final. Muchos se salieron incluso apenas 10 minutos después de comenzada la cinta. Me parece extremadamente pretenciosa, creo que el punto al que llega la narración se puede lograr en pocos minutos. No sé porqué recurrieron a un largometraje, tal vez Erick Estrada pudiera contestar esta interrogante. Además, no puedo creer que ganara el premio a mejor película de FICUNAM, siendo éste un festival que pretende llevar el cine a públicos amplios (recordemos que mucha gente sale de la sala al ver este filme). De verdad no le encuentro sentido a esos extremos close ups, hasta parece que en la película no usaron cámaras de altísima calidad como dicen, se ve como si la hubieran rodado con webcams. No estoy en contra del contenido, eso es lo rescatable de la cinta. A mi vista parece que rodaron horas y horas aleatoriamente (pondría en cuestión eso del guión en la película) y creo que todo se lo deben a la postproducción, increíble sonido sin duda, pero secuencias inútiles extremadamente largas; y tampoco estoy en contra del cine contemplativo. En fin, salí casi enfurecido de la sala de cine.

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