Cannes 2011, 7

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Cannes. La séptima
En la recta final
Por Joaquín Rodríguez
(Enviado)

Mayo 20, 2011. A solo dos días del anuncio de los premios, y con dos cintas más por descubrir en la Sección Oficial, ahora queda claro que si bien el nivel de calidad del cine en Cannes este año no fue el óptimo, sí se logró durante esta semana descubrir algunos filmes realmente interesantes, divertidos, o por lo menos polémicos, como en los casos de Terrence Malick y Lars Von Trier. Por cierto, luego de que los dirigentes del festival decidieron declarar Persona Non Grata a este último, las reacciones no se hicieron esperar y muchos consideraron que la reacción fue exagerada.

Visionar las imágenes de la tan discutida conferencia de prensa (ampliamente difundidas en internet) solo da una clara idea de hasta qué punto fueron ambiguas las palabras de Von Trier, y en última instancia se entiende que fue un fallido intento por amenizar con algo de humor negro la ya tradicional mediocridad de estas conferencias ante la andanada de preguntas tontas y repetitivas de muchos reporteros. Por lo pronto, ya las cabezas del festival declararon que no se retiraría de la competencia la película y que el veto al director tendría efecto solo este año. O sea, como en el kínder; castigado por el resto del día sin salir al recreo.

En cuanto a la competencia oficial ayer pudimos ver Drive, filme norteamericano dirigido por el danés Nicolas Winding Refn, y del que uno se pregunta cual habrá sido el mecanismo para que se colara en la sección principal de Cannes. No es que sea una mala película; es, por lo menos, muy entretenida y está bien hecha, pero no pasa de ser un convencional thriller de acción que sigue todos los lugares comunes del género manejados con efectividad y una buena dosis de sangre y violencia. El argumento se refiere a un habilísimo conductor que trabaja tanto para películas en Hollywood como ayudando a ladrones a huir de la escena del crimen, hasta que se ve involucrado con una guapa jovencita que lo enreda en un robo del que no saldrá bien librado, teniendo que emprender una cruzada para salir indemne.

Varias persecuciones y balaceras de por medio y todo termina de forma más que previsible. Lo curioso, en todo caso, es que Drive, probablemente de manera deliberada, parece una película gringa de los años 80, con todo y una banda sonora de música de sintetizador al estilo Eurythmics  (incluso suena “Sweet Dreams”), y un estilo visual que sabe a copiado de algo dirigido por Tony Scott en aquella época. Pero ese parecería ser todo su mérito; fuera de ello, es más bien un producto para verse un domingo por la noche en los multiplex de Plaza Universidad.  Poca cosa, amén de que Ryan Gosling, el protagonista, cada vez resulta más antipático en su actitud de “vean que buen actor soy”.

Hoy por la mañana, las cosas volvieron a tomar algo de vuelo con This Must Be The Place, el primer filme en inglés del italiano Paolo Sorrentino, y del cual puedo firmar desde ahora, le valdrá una nominación al Oscar de Mejor Actor para Sean Penn.  La cinta, por otra parte, no está nada mal y se digiere con mucho agrado gracias a su sentido del humor y sobre todo su estilización visual. Su defecto sea quizás que, así como ocurría en la cinta anterior de Sorrentino, Il Divo, la historia termina un tanto sepultada bajo el estilo, lo cual lleva a que muchos detalles de la trama permanezcan confusos. Pero eso sí, a nivel visual es genuinamente creativa y hay segmentos realmente inspirados, no meramente preciosistas o pedantes como en los casos de los filmes de Malcik y Von Trier.

El argumento, bastante fragmentado, sigue los pasos de un ex cantante y estrella de rock que, aburrido hasta la médula, decide viajar desde Irlanda hasta Estados Unidos para seguir los pasos del anciano oficial nazi que supuestamente torturó a su padre en un campo de concentración. Esa es la espina dorsal, pero la película divaga entre viñetas más o menos costumbristas que plantean el enfrentamiento de este patético rock star en decadencia con otros personajes a ratos aún más extravagantes o deprimidos que él, todo en un tono ligero y un tanto fársico. Quizás, This Must Be The Place no sea la gran cosa sin la ornamentación estilística y el trabajo de Sean Penn,  pero definitivamente son dos elementos que la colocan por encima de la media, tanto de lo visto hasta ahora en Cannes, como de lo que seguramente veremos el resto del año en la cartelera; afortunadamente ya hay un estreno previsto en nuestro país a finales de este 2011.

Para terminar, un último comentario que comprueba aquello de que en gustos se rompen géneros. A pesar de lo dicho por mí y otros críticos el día de ayer, todo parece indicar que el público ha recibido con gran satisfacción al nuevo Almodóvar y La piel que habito, y se le ha celebrado incluso como un regreso a su mejor forma y al desparpajo de sus primeros filmes. Ratifico lo dicho en la nota anterior, pero confirmo además que este público mayoritariamente de habla no inglesa, incluidos algunos críticos anglosajones y franceses, siempre ha tenido un problema para comprender del todo el sentido de los diálogos del director, lo que impide en esta ocasión que sea tan palpable su agotamiento creativo. Eso, y una premisa absolutamente descabellada, absurda por donde se le vea, ayudan también a que la solemnidad de la que hablaba se diluya y parezca que estamos ante otra de sus comedias. Quizás haya que leerla así, como una mala película hecha así a propósito; solo que las, a ratos, pedantes declaraciones de su director en las ruedas de prensa parecen decir lo contrario. Uno pensaría cuando lo oye hablar que se refiere a alguna película de Ingmar Bergman, y no a lo que un colega mexicano definió con mucho tino como un absurdo melodrama de suspenso al estilo de los que se hacían en México en los años 50, aquellos protagonizados por Arturo de Córdova.

Eso sí, el director español vuelve a dar de qué hablar y eso confirma la vigencia de su cine y lo atrayente de su universo y estilo.

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