El caso de Richard Jewell, crítica.

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El caso de Richard Jewell
Lo tétrico del FBI, lo tétrico de USA
Por Erick Estrada
Cinegarage

Clint Eastwood puede presumir ser uno de los críticos más punzantes, finos y oportunos del país al que ama y protege desde el ala conservadora (pero no radical) de su pensamiento. Es por ello que a pesar de que muchos buscan adjudicar una orientación de extrema derecha -trumpista incluso- a su nueva película, hay que admitir que en el manejo de la historia, en la forma en que retrata al país y a su forma de fabricar y consumir (en el sentido más amplio de la palabra) a sus propios héroes, hay en todo ello un ojo crítico, de reclamo e incluso de rechazo.

El caso de Richard Jewell cuenta desde la ficción lo ocurrido al joven Richard Jewell, guardia de seguridad que durante los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996 descubrió una bomba de fabricación casera en el Centennial Park de esa ciudad justo en el momento en que se llevaba a cabo uno de los muchos conciertos programados durante los Juegos. El acto de Jewell salvó vidas y lo convirtió en héroe instantáneo para después ser devorado (literalmente) por el sistema y el país que tanto se vanagloria de ser dueño de héroes y de otorgarles estatus.

Eastwood sabe que tendrá que ficcionar mucho de la historia y es probable que por ello su lenguaje cinematográfico sea en contraste mesurado, medido casi en extremo, realista a más no poder, sin ángulos extremos, sin cámaras en posiciones improbables, sin luces ni sombras que nos desvíen de los distintos retratos que elabora a lo largo de su película. El más controversial de esos retratos es el que hace de Kathy Scruggs (Olivia Wilde), la periodista involucrada en el caso a través del cual el FBI finalmente acusó a Jewell de plantar la bomba en cuestión.

¿Por qué el único sospechoso para el FBI era el propio Richard Jewell? Para ellos el perfil lo es todo (revisen Mindhunter) y este chico, alejado por completo del perfil del héroe (un hombre obeso que en sus 30 vive con su madre viuda y probablemente por lo mismo ha visto frustrados sus deseos de convertirse en policía) pero encaja en el perfil del “solitario fracasado” en busca de atención. ¿Por qué es controversial el retrato de Scruggs? Porque se la pinta como una periodista sobrada de sí misma que averiguó el cambio de enfoque del FBI a través de favores sexuales (algo que no se sabe si ocurrió).

Enfrentando eso al discurso audiovisual realista y mesurado de la película y ampliando la visión del personaje y de las situaciones (el resto de la prensa es ilustrado como jauría hambrienta) habría que agregar dos cosas que nos llevan a una lectura bastante más interesante de la película escrita por Billy Ray a partir del artículo sobre el caso escribió para Vanity Fair Marie Brenner. En primer lugar que desde esa óptica más que un enfoque machista sobre el retrato ficcionado de Scruggs (lectura aceptable, por supuesto), Eastwood elabora un símbolo de las formas en que la prensa menos comprometida obtiene sus filtraciones, para después dejar claro también que los normalmente “invencibles” e “incorruptibles” agentes del FBI suelen cerrar tratos ética y profesionalmente reprobables comprometiendo no sólo al ya de por sí oscuro FBI sino a los ciudadanos de Estados Unidos. Es decir, la forma en que la ficción de Eastwood monta todo efectivamente dibuja  a una mujer periodista intercambiando sexo por información pero también a un agente de seguridad federal incitando ese comportamiento y obteniendo de ello nada más que una satisfacción egoísta y nada profesional.

Desde ahí la película abandona por completo a la figura de Scruggs para rescatarla solamente en un par de encuadres que reflejan su pesar ante el rumbo del caso y su impotencia ante lo que le ocurre a Jewell: el acoso constante del FBI que incapaz de fundamentar sus acusaciones recurre a la mentira y al engaño, a la presión y a la extorsión para convencer(se) de sus acciones a costa de ensuciar la imagen del héroe que tres días antes gozaba de su estatus. Ese FBI queda simbolizado por un Jon Hamm al que la cámara oprime para fabricar la idea de una institución que se ha transformado a sí misma en ejecutora de las paranoias en turno, en parte del mecanismo de construcción de las fake news, en hostigadora y nunca más en protectora si es que alguna vez lo fue (esa escena en la que una puerta de cristal refleja invertido el escudo del FBI).

Con ello, Eastwood logra con mano feroz y timing de escultor comunicar la impotencia y la presión que el actuar de ese FBI ocasiona en los ciudadanos a quienes dice proteger pero que encerrado en su propio proceder puede fabricar presuntos culpables a conveniencia y en cuestión de segundos. Esa mano feroz y ese timing fue lo que le hizo falta a Benedict Andrews en su película Seberg (Reino Unido-EUA, 2019), que sigue recovecos similares entre el FBI y la actriz Jean Seberg (interpretada por Kristen Stewart) en su affair con las Panteras Negras sin llegar a mostrar o comunicar del todo el lado tétrico y patético del Buró.

El punto final y decisivo es el otro montaje, el de Richard Jewell, puesto primero para que seamos nosotros quienes a través del estereotipo de lo heroico y “lo viril” lo descartemos como el centro de la acción. Conforme la película se desarrolla y la presión sobre su personaje central pareciera quebrarlo a cada minuto, Eastwood decide darnos la información para derrumbar la idea que ahora Hollywood nos vende del héroe (un Hollywood ahora sí más trumpista que Trump), para hacernos ver después lo que el cine industrial de Estados Unidos muchas veces olvida: que las historias importantes van de seres comunes. A través del acomodo de sus escenas Eastwood se las ingenia para mostrarnos que el héroe llevado al infierno por las mismas personas que lo encumbraron es un hombre común atrapado en un kafkiano sistema de “seguridad” que criminaliza a conveniencia. Esto queda ejecutado y con el apoyo del enorme, gigantesco trabajo de interpretación hecho por Paul Walter Hauser.

Con sus libertades y sus errores de enfoque y tacto, Eastwood ha logrado elaborar una crítica pausada y casi calma a un sistema criminalizador, a sus instituciones desatadas como perros de presa y a una prensa que más veces de las deseables opta por el trabajo fácil. Todo en el siglo XXI trumpista y de las fake news y la persecución a quien no encaje en el perfil… O a quien encaje en él. Eastwood muestra entonces y sin pirotecnia lo tétrico que puede llegar a ser un país como Estados Unidos.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a La mula, película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood.

El caso de Richard Jewell
(Richard Jewell, EUA, 2019)
Dirige: Clint Eastwood
Actúan: Paul Walter Hauser, Sam Rockwell, Olivia Wilde, Kathy Bates
Guión: Billy Ray
Fotografía: Yves Bélanger
Duración: 131 minutos.

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