Parásitos, crítica. Película de la semana.

0

Crítica de Parásitos
Lo humano que parece inhumano
Por Erick Estrada
Cinegarage

Joon-ho Bong posee una inquietante cualidad. Es capaz de narrar una historia que en su superficie tiene tintes de improbabilidad absoluta y dejar que de entre sus encuadres salga un suspiro que al llegar a nuestros oídos dice “esto sucede o sucederá muy pronto en lo que llamas mundo real”. En Parasite (su fábula) esa cualidad llega y por mucho a grados superlativos tras los tiros casi perfectos de El huésped (Corea del Sur, 2006), Madeo (Corea del Sur, 2009), El expreso del miedo (Corea del Sur-República Checa, 2013) y en menor grado Okja (Corea del Sur-EUA, 2017).

Por un lado su filmografía posee un discurso en el que la preocupación por el medio ambiente toma el escenario (El huésped y Okja) y por el otro es la descripción y entendimiento del sistema económico y político (y el humano resultante de ello) quien se posa sobre el otro sin que aquél desaparezca del todo (El expreso del miedo es la línea más clara). En él, Joon-ho Bong es todavía capaz de colocar una guinda incómoda pero precisa como el propio discurso visual de Parasite, en la que la preocupación inicial de El expreso del miedo tiene aires post apocalípticos de un mundo en la orilla del desastre como se dejaba ver en El huésped y Okja: esta historia no es exclusiva de Corea, esto puede pasar al lado de tu casa sin importar donde vivas.

Sin ser abiertamente fantasiosa Parasite nos envuelve primero en un sótano que parece vivir en las calles de cualquier película de ciencia ficción. En él habita una familia de clase trabajadora que Joon-Ho Bong esquematiza en pos de su narración (queremos llegar tan lejos como sea posible): son descarados, cínicos, casi enraizados en lo que ese sótano les da y representa, la posibilidad entre otras de vivir con el mínimo esfuerzo. Parásitos de todo lo que hay arriba de ellos.

Joon-ho Bong tampoco busca un retrato realista de la alta sociedad contemporánea y es por ello que aplica a esta otra mitad de su película la misma inyección. Su familia acomodada se muestra chabacana, pretenciosa y autoengañada, feliz de que para entrar a sus terrenos se tenga que subir escalones siempre, todo el tiempo, ellos incluidos. Ese autoengaño les dice que merecen lo que tienen, tener trabajos de esfuerzos virtuales para “ganarse” una vida de espacios y lujos. Parásitos de un sistema que nos hace creer que eso es vida y que ellos son quienes sostienen al sistema.

Ambos mienten, dice Parasite sin que la voz se escuche claramente aunque la idea se detecte con espasmos de incomodidad.

En el intercambio de espacios entre el sótano y la casa de la familia acomodada (con la cámara se suben y bajan escaleras intermitentemente) Parasite establece un tejido visual que se complementa con el discurso sobre él: estas dos familias tan dispares habitan juntas un sistema (de vida y emocional) del que dentro de poco no podrán escapar. Dada la anécdota que se desarrolla (una familia entrando a los terrenos de la otra con trucos anecdóticos de lucidez amplia y sentido del humor punzante) nos dice que estos personajes son lo mismo y son también nosotros mismos. Pasamos de ver a dos tipos distintos de parásitos de entre los cuales -en un discurso menos ambicioso- habría que elegir uno, a sospechar que son parásitos idénticos con ropas diferentes.

El tejido se complica y los parásitos se dejan ver. Joon-ho Bong aprieta más, los animaliza y retuerce su anécdota (recuerden, estamos bordeando la fantasía post apocalíptica) y desde ahí establece su exposición y crítica a las esclavitudes modernas, a la pirámide capitalista que hace de estos seres, tan miserables y tan cómodos en sus mundos (el de arriba y el de abajo) enfrentarse mientras ese sistema se refuerza y se reproduce a sí mismo (el sueño imposible de comprar la casa es quizá muestra de ello) y sin que ellos se den cuenta. ¿Quién depende de quién en esta Metrópolis (Alemania, 1927) marxista, recrudecida y posmoderna? ¿Es el sistema el verdadero parásito encima de todos nosotros que creemos que son los otros quienes nos chupan la sangre? ¿Quiénes dominan quiénes son dominados?

Repito. Estamos ante una película cambiante, que se deja salpicar de improbabilidades (ese sótano). Pero también estamos ante un autor de verdad (sus otras preocupaciones están y se dejan sentir, por ejemplo, en la criminal lluvia de sus momentos climáticos) y por lo tanto se degusta una habilidad deslumbrante en el cambio de tonos (de la comedia ácida al drama social, de la fantasía urbana al patetismo familiar) para desembocar en un caos controlado en el que de algo podemos estar seguros: nadie escapa del sistema. ¿Quién es el parásito de quién?

CONOCE MÁS. Este es el episodio en el que Erick Estrada y Miguel Lozano analizan la película Okja, de Joon-ho Bong.

Parásitos
(Parasite, Corea del Sur, 2019)
Director: Bong Joon-ho
Actúan: Song Kang-Ho, Lee Sun-Kyun, Cho Yeo-Jeong, Choi Woo-Shik
Guión: Bong Joon-ho, Jin Won Han
Fotografía: Kyung-pyo Hong
Duración: 132 minutos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *