Polvo, crítica. Película de la semana.

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Polvo
Nadie gana
Por Erick Estrada
Cinegarage

Fascina el engaño con que Polvo nos introduce a su mundo. Ese sorprendente prólogo parecería decirnos que la sátira de un país violentado por el narco (el infame, bruto y cobarde narco mexicano), está por tomar por asalto la pantalla. Entre armas, cargas infinitas de testosterona, jefes al teléfono, ruletas rusas, verdades y mentiras, todo parece dirigirnos al Infierno (México, 2010) con que Luis Estrada nos deleitó, un retrato cómico-trágico de quienes han tirado del gatillo y de quienes han usado las palancas necesarias para tener al país contra la pared. Pero no.

En su lugar Polvo nos extrae del mundo. En sus infinitos planos de apertura donde nada es lo que parece (el agua se ve como hierro, la tierra como piel, el calor se come y no se siente) nos lleva lejos de todo y de todos, primero a los años 80 en México, luego al fondo de la nada, un pueblo ya de por sí lejano de los privilegios del centro del país y en el que de entre todo lo que lo rodea no hay nada, ni siquiera (y eso es de agradecerse) la popularecha canción de bienvenida al entorno del México profundo.

Yazpik nos regala en esa introducción el nacimiento de un héroe trágico.

Sí, hay una lluvia de improbabilidades en el planteamiento de Polvo pero es justo porque cada una de sus gotas cae en el lugar adecuado que somos capaces de alejarnos de la comedia negra, de la sátira ya común dado el tema, para acercarnos más a una propuesta donde la comedia es un elemento de muchos y en donde enfrentaremos nuestro pasado de la misma forma que el Chato (Yazpik también en el papel central) enfrenta al suyo.

El Chato ha sido enviado a su pueblo natal -del que salió con sueños de grandeza- a recoger cientos de pacas de cocaína que cayeron ahí por obra y gracia de una avioneta descompuesta propiedad del narco. Su misión -tan surrealista como ese tranvía buñueliano que atraviesa la Ciudad de México en las navidades de su tiempo- es recolectarlas sin mayor alboroto, sin que nadie se entere de su contenido. Y él quiere hacerlo, sobre todo, para evitar la masacre anunciada: la entrada del cobarde narco mexicano que convertiría al pueblo en un panteón.

En el encuentro con su pasado el Chato se obliga a cerrar nudos, círculos, a asumir responsabilidades abandonadas, todo de forma personal. Pero siendo nosotros y sólo nosotros quienes conocemos todos los datos de lo que él vive, vemos primero los mecanismos con los que opera este país, la fingida inocencia del gobierno ante hechos como la lluvia de pacas, la iglesia hipócrita que calla cuando puede hasta que cobra por hacer repicar las campanas; nos toca ver cómo la súbita pero efímera abundancia de esa lluvia de cocaína trastoca siempre para mal la vida de un pueblo en donde la abundancia nunca se ha experimentado.

Entonces, esos planos iniciales de Polvo cobran nuevo sentido. Es la piel del Chato la que vemos, los hierros de esas aguas los que bebemos, el país que habitamos el que recorremos.

El pueblo del Chato, sus pasados, sus círculos abiertos nos dejan preguntarnos en qué momento un país como éste se dejó abordar por violencias como las que nos despiertan hoy cada mañana, todo a través de un gran uso de personajes, desde el policía (quizá el único que realmente quiere hacer bien su trabajo, atrapado en situaciones incontrolables justo como ocurría en la narco acción cinematográfica mexicana de los años 80), hasta este Chato de buenas voluntades atrapado también en las falsas promesas de un país incapaz de cumplir una sola y en las del narco, que lo tiene amarrado de los pies y en una situación que no es la típica que presenta el cine mexicano con esta temática.

De ahí lo demoledor del cierre de Polvo (dada su temática no me atrevo a hablar de un final), la lápida en vida que cae encima del Chato después de repasar su pasado, los rostros que dejó atrás, el futuro que nunca conoció (estupendo matiz el que nos otorga el triángulo dramático entre el Chato, Jacinta (Mariana Treviño), su novia de juventud y Toto (Adrián Vázquez), el policía empeñado en enderezarlo todo). Demoledor porque igual que él, sentado en la puerta de donde se encuentran mundos oscuros rodeados hoy por el narco, alcanzamos también a preguntarnos ¿en qué momento dejamos escapar todo lo que teníamos?

Pocas películas con la presencia del narco han aventurado preguntas similares.

CONOCE MÁS. Aquí puedes escuchar la entrevista que Erick Estrada le hizo a José María Yazpik a propósito de Polvo.

Polvo
(México, 2019)
Dirige: José María Yazpik
Actúan: José María Yazpik, Mariana Treviño, Adrián Vázquez, Angélica Aragón
Guión: José María Yazpik, Alejandro Ricaño
Duración: 88 minutos.

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