Casa Caracol, crítica.

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Casa Caracol
Un minuto demasiado tarde
Por Erick Estrada
Cinegarage

Una película insistente en rostros, que busca y conserva sus close ups con un celo extraño, que parece incluso reprimir la profundidad de campo por alguna razón que tendremos que descubrir igual que tenemos que descubrir el significado de esa primera secuencia, la de una mujer atada, aislada, en desesperación y angustia.

Esas razones, si bien son descubiertas y son incluso compartidas, están rodeadas de una vaguedad que en el despistado avance de un guión que además tarda bastante en descubrirse se vuelve redundante, la redundancia de una anécdota perdida en una película que no se decide a contarla de una vez por todas.

Un escarceo prolongado en el que conocemos las soledades de la mujer a la que sabemos alguien va a atar y a encerrar, y que va de cama en cama hasta que un escape de la ciudad y sus orillas filosas, la lleva a una jungla de montaña rodeada de esculturas surrealistas y probablemente demasiado amables para servir de marco a una tragedia que hará del escape una prisión.

Casa Caracol nos obliga a descubrir y esa obligación se vuelve una carga pesada y amorfa pues sabiendo que tenemos que llegar de nuevo al punto de inicio, nos damos cuenta que esa carga a final de cuentas ha servido para poco y sabe a adorno innecesario, a escenografía vacía. La película nos descubre finalmente una anécdota vital y trágica pero en ese movimiento de desmarque se siente impostada con respecto a todo lo que hemos visto antes, se ve la fractura, se detecta la grieta y ante ojos poco experimentados (o quizá ante los que más lo están) pareciera que se ven dos películas por el precio de una.

Es hasta esta segunda mitad que los close ups de peso y sin escape toman forma y arman un discurso vago pero reconocible. Es hasta esta segunda mitad que nos daremos cuenta que el escape se convierte en prisión y que Casa Caracol puede ser o podría haber sido (de decidirse con mayor riesgo y coraje) un viaje sumergido a un país en el que la gente, hundida en violencia gratuita muchas veces en juego con las mafias y la delincuencia, ha dejado de reconocer a sus autoridades para temer y desconfiar de todas ellas, reconocibles más por sus mañas que por sus logros, antes por las prótesis que les permiten seguir caminando con trabajos cada vez más grandes que por los rostros que deberían ser denunciados.

Casa Caracol cuenta una historia que sólo puede ocurrir en México, cierto. Contada en un ambiente menos percudido, menos tenebroso que el de este país, la mujer sometida y vejada habría conseguido justicia o venganza. Aquí no, son las historias del México que nunca gana porque ya no se puede ganar.

Ahí es donde compartimos la depresión y la sumisión de una heroína derrotada, engañada y espantada. Ahí el premeditadamente restringido discurso visual de la película adquiere sentido y algo de fuerza. Desafortunadamente esa fuerza se manifiesta casi tácitamente, como si hubiese escapado de la cabaña en la que la tenían secuestrada, y como todo escape llega quizá al último minuto, quizá un minuto demasiado tarde.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Asfixia, película de Kenya Márquez.

Casa Caracol
(México, 2017)
Dirige: Jean-Marc Rousseau Ruiz
Actúan: Rosalba García, Ianis Guerrero, José Carriedo, Nony Muller Gastelum
Guión: Jean-Marc Rousseau Ruiz, Francisco Vargas
Fotografía: Carlos Correa
Duración: 85 minutos.


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