TIFF 2019: Joker, crítica de Erick Estrada.

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Joker
Todos somos payasos
Por Erick Estrada

TIFF 2019
Cinegarage

¿De dónde viene el mal que Arthur Fleck rumia sin cesar todos los días de su vida? Podría estar en lo más profundo de su ser, en esas esquinas donde el alma acomoda todo lo que sabemos no será cierto nunca. Pero, ¿de dónde viene ese mal? ¿Está en la genética humana?, ¿es una bomba cósmica que estalla al encender la mecha adecuada? Guasón podría sugerirlo, ir más profundo en la descripción de Arthur Fleck y lo hace por momentos, los momentos en que se vuelve más sólida y conjugada, pero que no son todos los momentos de la película.

Arthur es un hombre quebrado por el sistema que le ha prometido tanto y tanta felicidad pero que no le ha dado un solo gramo real de todo ello. Pero no sólo eso; su psique, su cabeza, su interior, el rostro que no le vemos también está fragmentado, hay ahí una factura que podría ser el resultado de las miles de promesas no cumplidas pero que podría verse también como un desajuste natural, un padecimiento psíquico que por si esto fuera poco acumula en el lastre con que Arthur navega por la vida un toque paradójico que se vuelve además un símbolo de los modos del siglo XXI: Arthur está obligado a cuidar de su madre, enferma e incapaz de valerse por sí misma y se obliga a sí mismo a buscarse la vida como payaso que eventualmente se convertirá en comediante de teatro a pesar de que su empatía con el mundo sea nula (quizá como parte de su padecimiento psíquico) y eso derrumbe su uso del sentido del humor; a ello hay que sumar que parte de su falta de equilibrio lo ha condenado a padecer ataques de risa gigantescos, grotescos, patéticos y por supuesto inoportunos. Reír para no llorar.

En la exploración de ese personaje (un perdedor entre los perdedores) se encuentra lo más interesante de Joker, dirigida y co escrita por Todd Phillips (Starsky & Hutch, ¿Qué pasó ayer?) y Scott Silver (El luchador, 8 millas) pues por momentos quiere dejar entrar un poco de luz no sólo sobre el origen de lo que manipula a Arthur, esa maldad que no es ni resentimiento (aunque se vincule a él), ni sobrenatural (aunque la risa le de ese toque) pero que dado todo a lo que se enfrenta conforme su padecimiento se agudiza parece intrínseca al ser humano, inevitable. Y si bien la película regala en esos momentos trozos de intensidad, violencia y oscuridad que nos llevan desde la frustración criminal de El rey de la comedia (EUA, 1982) hasta la expresión de las sombras de Arthur en el entorno citadino en que lo conocemos (este Nueva York atemporal, casi del futuro, casi fantasmal es muy Taxi Driver y muy Contacto en Francia, muy Midnight Cowboy y adorablemente decadente), pasando todo por personajes indispensables para recorrer la psicología americana después de la Segunda Guerra y después de la debacle militar, política, económica y moral de Vietnam: los de Psicosis (EUA, 1960) y Taxi Driver (EUA, 1976).

El toque distintivo en Joker es que Arthur es incapaz de conocer su otro lado, ese ente acurrucado en las esquinas de su alma y que ha esperado todas las frustraciones de su vida para manifestarse como ¿venganza?, ¿profecía?, ¿destino?, ¿como la única forma de sobrevivir? En la mente de Arthur no está la madre dominante que en Psicosis posee a su hijo desde lugares inimaginables (aunque su madre ha aportado algo de monstruosidad a la biografía del chico) y tampoco el héroe que en eventos postraumáticos emprende su cruzada en la ciudad que nunca duerme. Es más bien la vasija de un poder extraño, inasible pero real que ahora frente a nosotros se manifiesta para responder a esas promesas falsas del sistema. Es la raja de la fractura (el vacío, el hueco) en la que se deja escuchar el reclamo ante la felicidad que se nos promete insistentemente desde todos lados pero que no puede conseguirse de ninguna forma (felicidad vacía, hueca). El Arthur violento auto bautizado en sangre como Joker (la máscara que ríe para ocultar la risa forzada, la felicidad regalada a los demás porque la personal no existe) no es la justicia flamígera de Travis Bickle ni la venganza en pantalla de Rupert Pupkin (Scorsese es Dios, se comprueba siempre que se duda) aunque se alimente de ambos. Es un ser que explota sin control (esa danza previa a la manifestación, metamorfosis cautivadora en el maltratado cuerpo de un Joaquin Phoenix de interpretación memorable), un mal del que no se ve el inicio pero que tampoco busca el final de los tiempos: un Tyler Durden apolítico. Este mal sólo quiere hacerse evidente en los tiempos en que se alaba a lo patético, a lo efímero, a lo inservible y a lo intragable. Si los tiempos son pateticos Joker quiere su trozo del pastel.

Y sin embargo, la fórmula de la película traiciona. En primer lugar porque sin urgar más en el uso y disfrute de ese mal (otros directores lo han hecho con destreza) nos deja a medias en el camino hacia la demostración de que, como se dice literal y figuradamente en la película “todos somos payasos” (todos tenemos algo de Arthur), algo que habría hecho todavía más contundente uno de sus discursos centrales, el de la necesidad de atender desde la sanidad pública padecimientos psicológicos de toda índole, de lo inhumano y anti ético de interrumpirlos o negarlos a quien sea, del infierno a que se condena a quien no es tratado.

En su falta de búsqueda formal, en su tímido discurso visual, Joker deja a Arthur sin ser el villano convertido en héroe que sí es Travis, ni el maniquí de frustración antimediática que sí es Rupert y aunque entrega a un humano destrozado por las múltiples contradicciones (muchas de ellas éticas) del sistema, no lo deja ni entrar de lleno al patetismo que se anuncia todo el tiempo, ni inquieta (justo por la falta de patetismo) con su origen, desarrollo y explosión del mal. ¿De dónde viene el mal que Arthur Fleck rumia todo el tiempo? ¿Se trata sólo de un Tyler Durden apolítico? La respuesta debió apuntar más a nosotros pues todos somos payasos… Y no lo hace.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Ella, película protagonizada por Joaquin Phoenix.

Guasón
(Joker, EUA, 2019)
Dirige: Todd Phillips
Actúan: Joaquin Phoenix, Zazie Beetz, Robert De Niro, Frances Conroy
Guión: Todd Phillips, Scott Silver
Fotografía: Lawrence Sher
Duración: 122 minutos. 

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