Fausto
Momentos y rostros
Por Erick Estrada
Cinegarage
La leyenda que Andrea Bussman quiere contar surge de la oscuridad. Las líneas se dibujan como se dibujan las conversaciones que no quieren llevarnos a ningún lado, como la propia película, como el propio Fausto, una invitación a no ir y a no moverse, a escuchar y dejarse llevar por pláticas tan intranquilas y ensoñadoras como las que se sueltan junto al mar, con los pies en la arena, como las que nos hacen pasar de la oscuridad del anochecer a la que antecede al alba.
No hay narración. Y está bien. Fausto es una historia de historias que en lo minúsculo de su forma logra expresar y comunicar que entre sus historias no hay nada más que las ganas de contarlas para pasar la noche, como cuando los vecinos del pueblo platican a lo lejos. Momentos, rostros, una narración de mentiras como es mentira que esto sea un documental… ¿O un llamado a aceptar por fin que los documentales no son siempre verdad?
Bussman no busca esa respuesta. De hecho no busca ninguna y aunque eso por momentos convierte su película en un acto de cinismo desaforado, es también la invitación final, la de aceptar entrar a este mundo de historias imposibles y sin rumbo, borrachas y aletargadas.
La atmósfera se construye, una de maldiciones y fantasmas. Hay algo de Dziga Vertov aquí, algo, un tufo que no sobrevive al montaje pero que se queda lo suficiente para ser detectado.
¿El error y la necedad en una narración empedrada y desarticulada son parte de esta mentira de grandes atmósferas? Quizá. Pero al final son grandes atmósferas.
Esas preguntas valen la experiencia en Fausto sabiendo siempre que Bussman tampoco busca (ese cinismo que ya había aparecido) las respuestas que podamos darle en la oscuridad final de su no-discurso.
Fausto
(México-Canadá, 2018)
Dirige: Andrea Bussman
Con: Víctor Pueyo, Fernando Renjifo, Ziad Chakaroun, Alberto Núñez
Guión: Andrea Bussman
Fotografía: Andrea Bussman
Duración: 70 minutos.
