En los 90
Antes de ser patanes
Por Erick Estrada
Cinegarage
Mucho se ha hablado actualmente de la nostalgia, tanto que hasta podríamos clasificar distintos tipos de “nostalgias”, desde la que nos lleva a rememorar momentos de películas ahora acomodadas en una “nueva” -como ocurre con Avengers: Endgame (EUA, 2019)- hasta otras que a través de personajes más que repasados tienen apenas un regusto de aquel momento inicial aunque suficiente para consumir la nueva “propuesta” como parece va a ocurrir con Toy Story 4 (EUA, 2019); pasando por supuesto por historias llenas de guiños a supuestos momentos gloriosos del pasado o que los usan para contextualizar superficialmente una historia. En los 90 no está en estas categorías.
La nostalgia que usa Jonah Hill en su debut como director está dotada de sentido. Sabiendo que la nostalgia siempre allana el camino aligerando el discurso de quien la usa, la de Mid90s es tan tramposa como cualquiera otra, pero debajo de ella bucean una serie de ideas y finalidades que consiguen que la resistencia del más duro ablande la entrada y abra las emociones a una historia (o mejor dicho, a una serie de historias) que estará también llena de emociones todas en su justo lugar.
Sin embargo no todo es tan perfecto y probablemente ahí se encuentra su mérito. Incluso con su limitado discurso visual (hay apenas un par de momentos imaginativos y con verdadero deseo de narrar en lo visual), la película adquiere una personalidad sólida y distinguible (probablemente la de su guionista y director en un lance autobiográfico pulido y desarrollado).
Siendo películas del pasado (lo que las ubica en la plaza de la “falsa nostalgia”) hay dos cintas a las que Mid90s se aproxima no sólo en temática sino en desarrollo. Primero está El club de los cinco (EUA, 1985), que al buscar ser más universal (y eso la transforma en fenómeno generacional) cuenta con personajes esquemáticos de distintos ámbitos y niveles, algo que nos hace reaccionar ante el famoso coming of age emocional en el que sus cinco personajes se descubren navegando al final de su historia, una de hermandades y reconciliaciones altamente satisfactoria (hablamos de John Hughes en dirección y guión). Después está la rompecorazones Kids (EUA, 1995), con un vínculo más obvio con Mid90s pero acurrucada del otro lado del salón (Larry Clark con guión de Harmony Korine), con una construcción parecida -historia de historias, cuentos dentro de un cuento- pero apuntando más a la desilusión y al sin futuro que al miedo (o incertidumbre) ante el mismo, que es donde Jonah Hill mantiene a su personaje central Stevie (alucinante y encantador Sunny Suljic).
Mid90s tiene también una hermana cercana, Skate Kitchen (EUA, 2018), que hace uso de otra nostalgia, quizá la misma con que maniobra Hill: la de la edad dorada, esa etapa en la biografía “antes de convertirse en patanes” le dice a Stevie una encantadora adolescente que lo evalúa con curiosidad sanísima. Sin embargo Hill usa sus armas con un corazón un poco más entregado combinando el pasado temporal (la película como habrán adivinado ocurre a mediados de los años 90) con el emocional (Stevie tiene no más de 13 años). Skate Kitchen cuenta con un corazón de resistencia y su finalidad hace clara esa resistencia: es la historia del crecimiento emocional de una chica que al buscar su espacio y su momento reclama la necesidad de las mujeres para obtener su espacio y su momento, simbolizado todo en la validación del acto de patinar, que debe ser igual para hombres y mujeres, algo que consigue con una claridad gigantesca.
Mid90s por su parte usa otro camino para atacar y criticar con golpes ocultos al mismo sistema patriarcal que, por no ser ésta una historia de resistencia (el 95% de los personajes son hombres) la dota (injustamente) de un aura que se le niega a la de Crystal Moselle. Bajo los inevitables ojos de ese sistema (en el que todos hemos sido maleducados), Mid90s parecería una película de renacimiento mientras que Skate Kitchen luciría como una de conquista.
Admitiendo ello habrá que decir que sí, el guión de Mid90s es más claro, menos inspirado que el de El club de los cinco o Kids (ese maldito desencanto ilusionado con el que cuentan), pero más propositivo que el de Skate Kitchen (Hill tiene mucho más callo que Moselle).
En Mid90s están la soledad emocional del hermano menor (Stevie), la adrenalina de las primeras veces (¿quién no se descalabró o abrió jamás la cartera de los padres?), la imagen aspiracional que provocan los mayores, el deseo inevitable de crecer y el inevitable dolor que crecer presenta, la toma de conciencia ante la manada familiar y la atrabancada entrada a otras manadas; la diferencia inevitable entre ambas: en una las reglas están hechas para oprimir mientras que en la otra las reglas permiten movilidad y dan un halo de esperanza. Y en medio de todo ello la patineta, una alternativa dramática a la conocida (y a veces muy manoseada) bicicleta, el primer dragón que uno monta para ir lejos de casa.
Con ello, Mid90s presenta su propia lucha (subtextos que la hacen complementaria a Skate Kitchen): con su anécdota cálida y humana, del lado de la adolescencia masculina, ¿critica la idea de masculinidad que se nos ha inculcado al mostrarla en sus personajes, agobiados por ejercitarla como se les ha dicho que hay que hacerlo? Creo que sí y en esa crítica logra además un dibujo real y completo no sólo de Steve, sino de la pandilla que lo adopta, todo con sutileza en el planteamiento pero a veces con crudeza semejante a Kids.
El remate es el amor por la patineta enganchado a la idea de la transformación total que se vive a la edad de Stevie (nadie es el mismo después de la serie de “primeras veces” que sufre) o incluso después. Mid90s podría decirnos primero que al patinar como en la adolescencia tú eres tu propio motor mientras, con su remate y salida a créditos deja claro su amor por la narración audiovisual al que hermana con la sensación del recuerdo que nunca se va, el de esa época anterior a volverse un patán.
CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a la película Skate Kitchen.
En los 90
(Mid90s, EUA, 2018)
Dirige: Jonah Hill
Actúan: Sunny Suljic, Katherine Waterston, Lucas Hedges, Na-kel Smith
Guión: Jonah Hill
Fotografía: Christopher Blauvelt
Duración: 85 minutos.
