Hellboy, crítica

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Hellboy
La pérdida del mito
Por Erick Estrada
Cinegarage

Una voz en off nos da la bienvenida… Y esa es una terrible noticia. Otra mala nueva: la explicación y la condescendencia toman por asalto lo que en su momento Guillermo del Toro esculpió con emoción y estilo para plasmar en las pantallas del cine de entretenimiento a uno de los personajes favoritos en el inicio del siglo XXI. De alguna forma el Hellboy versión 2019 anuncia su debacle cuando explica en su arranque lo que pudo entenderse con acción visual y lo confirma a golpe de flashback cada vez que se atora su guión, un amasijo de ingredientes que estuvieron juntos pero nunca tan revueltos como aquí: los involucrados en esta nueva película no tienen confianza en su público, por lo menos no la gigantesca confianza que nos tuvo Guillermo del Toro, autor de los guiones de las películas pasadas.

A los pocos minutos de iniciada la historia, con la prisa con la que nos suelta los ingredientes en crudo, sin ganas de conjugarlos y con presentaciones precoces, uno adivina la junta de producción dirigida por los dueños de los números que ahora pidieron que todo aquello que la gente aplaudió en las historias pasadas se repitiera a mansalva, con la torpedera premeditación de las malas drogas, con el pulso acelerado de la impotencia creativa.

Este Hellboy tropieza consigo mismo de distintas formas. A fuerza de hacer obvias acción, emoción, aventura, mitología y mensaje desechando creatividad e inteligencia (porque eso no cabe en las ecuaciones de mercado), el Hellboy de Neil Marshall (de él sólo vale recordar El descenso) carece por completo de mística, de misterio, no tiene atmósfera, arroja demasiada información temeroso de que el público (en quien no confía) se distraiga y abandone este relato atiborrado de secuencias y personajes desechables (la hermandad Osiris es algo tan poco importante que la secuencia que le sigue a su enorme contratiempo peca de precaria en el cuidado de sus efectos digitales).

La mala noticia para Hellboy es que el público medianamente exigente abandonará el relato incluso si se mantiene en la sala pues a fuerza de explicarnos todo todo el tiempo (ustedes verán nuevamente el origen del héroe) y de descuidar su única secuencia memorable dejándola en el páramo de los cabos sueltos (el encuentro con la bruja Baba Yaga y la apuesta que se hace en ella), la película se transforma en una plaga de sketches sin cohesión que lo mismo da atestiguarla en el orden que ha decidido la junta de producción o cualquiera otro que se le quiera dar.

Otra aproximación. La elegancia y el ritmo que tienen las dos historias anteriores de este héroe (recuerden, hablamos de cine de entretenimiento de calidad) se pierde por completo en el deseo de unir todo lo que ayudó a aquellas a comunicar emociones. En su lugar, en la necedad de sumar las partes de un Hellboy querido y explorado (se atreven incluso a resucitar el dilema del monstruo que quiere dejar de serlo) está esa tormenta de situaciones ya no en el ritmo de aventura y novela en la que lo marinó Del Toro, sino en el de la secuencia rápida, de la edición apresurada, de lo intempestivo: todo tiene que caber.

Hellboy se transforma entonces del héroe atormentado pero con estilo en un gigantón desgarbado y desprolijo (nada en contra de David Harbour, él siguió órdenes) que pasa de la apariencia casual a la del descuidado heavy metalero adolescente. Y con ello la película se arrastra al mismo agujero.

Habrá quienes vean en ella humor negro y ácido cuando eso es precisamente de lo que carece. Es más bien una retahíla de chistes que suenan a incorrección (por ello la metralla de palabrotas) pero que se quedan en chiste de ocasión que no narra sino parcha. Habrá quienes en sus sangrientas escenas encuentren violencia y discurso adulto cuando en realidad la película abandona su nitidez y sus atmòsferas para llenarlas con la testosterona de las peores portadas del heavy metal ochentero, de calaveras sangrantes y ojos desorbitados, de ropas desgarradas, que envuelven vinilos con discordancias púberes que gritan pero no dicen, en las que no hay rabia sino ganas de que todos volteen a ver (eso sí, una de las etapas más gratas de mi vida), nada que no encontremos en los videojuegos que los púberes de hoy exploran día a día.

Pero no todo está perdido. Si usted se encuentra justo en la edad de la emoción desbordada, en la que los cabos sueltos no pasan de ser un regaño de los padres, en la que la música se escucha a volúmenes que no dicen sino que sólo llaman la atención, tendrá usted -sí usted- el mismo entretenimiento y rebeldía que se obtiene al usar las escaleras eléctricas en sentido contrario. Sólo sugiero que después explore la montaña rusa que son, fueron y serán las dos películas anteriores del muchacho del infierno. Esas sí son indispensables.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Titanes del Pacífico, película dirigida por Guillermo del Toro.

Hellboy
(EUA, 2019)
Dirige: Neil Marshall
Actuan: David Harbour, Sasha Lane, Milla Jovovich, Ian McShane
Guion: Andrew Cosby
Fotografía: Lorenzo Senator
Duración: 120 minutos.

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