FICUNAM 2019. Antes del olvido, crítica

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Antes del olvido.
La otra vecindad del cine mexicano
Por Erick Estrada
FICUNAM 2019
Cinegarage

Ganar tiempo. Los personajes de Iria Gómez Concheiro necesitan ganar tiempo para evitar el desalojo inminente de los cuartos que rentan en una vecindad del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Nicaragua 15.

Las calles de la otra Ciudad de México, las del centro que fue olvidado a propósito hasta que fue posible gentrificarlo, están impregnadas en el el patio y las casas de Nicaragua 15 con una aventura valiente que por momentos parece carecer de una historia lineal y definida y que se deja ir en consecuencia sobre un mosaico de emociones encontradas y complementarias al mismo tiempo.

Poco a poco, Antes del olvido nos mete al patio, al portal, a la azotea de la calle de Nicaragua 15 para reconciliarnos con la imagen y la idea de la vecindad chilanga, pero aquí transformada en algo muy distinto a lo que se ha presentado en innumerables películas mexicanas. En la historia del desalojo, de la reacción de los vecinos, de la resistencia necesaria ante la gentrificación (“quieren convertir la vecindad en un centro comercial con restaurantes a los que nadie viene”), de sus uniones y del encierro al que se someten para que la policía los deje en paz, los personajes de Antes del olvido necesitan tiempo y en ese tiempo Gómez Concheiro transforma a la vecindad del cine mexicano en algo tremendamente novedoso para los estándares del cine de ficción. ¿Pasamos de la alegría en medio de la desgracia de la introducción de Nosotros lo pobres (México, 1948) al desmadre contenido en su tragedia (algo del amontonamiento de Mecánica nacional se deja saborear en algunos travellings de la película), en la posibilidad de perderlo todo de Antes del olvido? ¿Saltamos de aquel patio navideño de demonios borrachos y pastorelas en La ilusión viaja en tranvía (México, 1954) a la transmisión radial de la pelea del boxeador del barrio que aquí coreografía Gómez Concheiro? Por lo menos hay una pequeña redefinición del espacio y un abordaje igualmente brillante a sus personajes, a sus acentos, a sus formas, a sus vicios, su luces y oscuridades. Está el mismo interés de exploración de los dolores, de la vida del barrio y la necesidad de hablar de ese espacio desde estos tiempos que parecían querer ignorarlos u olvidarlos, como Elvira, interesantísimo personaje que nos lleva de repente al pasado, a otras e igualmente difíciles historias de desalojos, de ataques a quienes viven la ciudad y que comienza a olvidar lo inmediato para recordar lo necesario: la resistencia.

Este desfile de historias, de personajes, de gente común y corriente a la que la ciudad abandona poco a poco (y nos arrepentiremos) está enmarcado con ojo ingenioso y cariñoso, un montaje de acciones y de situaciones, de rostros que en la ficción delatan una realidad brutal… o una brutal realidad en la que no faltan los detalles entrañables y crudos encapsulados en las consecuencias de esa pelea de box (¿hay mejor símbolo de lo que es el barrio mexicano que un boxeador?) que los vecinos hacinados pero organizados escuchan por un radio que apenas resiste su propio peso… como la memoria.

Antiguos palacios convertidos en colmenas en las que vive la gente que hace ciudad, que hace a la Ciudad, que vive la ciudad, así son las vecindades a las que Antes del olvido levanta una carta de amor solidario, fraterno y hasta carnal, antes de que se conviertan en habitáculos de albergue de gente dispuesta a vivir en Nicaragua 15 sin saber ni conocer su historia, sin querer abrir la puerta al otro, sin salir del cuarto por el que pueden pagar más que nadie. El patio es aquí y entonces un personaje tácito, indispensable, insuperable.

Antes del olvido es pertinente contar estas historias. Muy pertinente.

CONOCE MÁS. Esta es la entrevista de Erick Estrada a la directora de Antes del olvido, Iria Gómez Concheiro.

Antes del olvido
(México, 2018)
Dirige: Iria Gómez Concheiro
Actúan: Leonardo Alonso, Francisco Cortés, Mercedes Hernández, Patricia Serrano
Guion: Iria Gómez Concheiro, Juan Pablo Gómez
Fotografía: Sebastián Hiriart
Duración: 101 minutos.

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