Bayoneta, crítica. Película de la semana.

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Crítica de Bayoneta.

Bayoneta
El boxeador ensangrentado

Por Erick Estrada
Cinegarage

El box ha danzado con el cine mexicano desde siempre y podemos decir que varios clásicos nacionales cuentan con un boxeador como personaje. Es decir, con Bayoneta Kyzza Terrazas se mete a un terreno pedregoso con uno de los públicos más celosos que uno pueda encontrarse.

Bayoneta es la historia de Miguel, boxeador de vuelo medio al que tras un comienzo trágico y agitado de la historia reencontramos auto exiliado en Finlandia, trabajando como entrenador en un gimnasio lleno de deudas y aturdido por el frío del inminente invierno.

Perdido, desorientado, deprimido por el inicio trágico de esta historia, el juego de flashback con que despega la cinta le permite a Terrazas una manipulación del tiempo indispensable para su película en más de un sentido.

El primero sería la construcción de la personalidad de Miguel, determinar si estamos ante un boxeador exitoso o uno que tras la tragedia con la que lo conocimos ha tirado por la borda cualquier logro que pudiera tener. El segundo, es la manipulación temporal que de esa construcción se hace y que al ir y venir y jugar con la información que nos da, nos lleva a un juego de reflejos en el que tarde o temprano nos veremos atrapados en el mejor de los sentidos.

A ello hay que sumar el juego de montaje de la película, uno que contrasta inteligentemente el ritmo y la alegría del boxeador al entrar al gimnasio y jugar en el ring con el de la ausencia total de música en las secuencias de pelea, una señal del latigazo que Bayoneta nos prepara.

“Bayoneta” es el apodo de Miguel y en medio de estos reflejos es también una señal de la construcción que se lleva a cabo mientras Terrazas narra lo que creemos es la pesadilla interna del boxeador retirado, incapaz de controlar su entorno, que carga una cruda emocional terrible que sabe a pecado.

No es que se trate de una película tramposa. Bayoneta es el ejemplo inteligente y contundente de las posibilidades que da la manipulación de los ingredientes y la dinamitación de las reglas en pos de un resultado que aquí no solamente es sorprendente, sino que representa también un golpe duro en el juego de identificación que el cine ha utilizado desde siempre.

Es decir, frente a este boxeador a quien en una secuencia brillante vemos bañado en sangre, como salido de una pesadilla infernal, desarrollaremos un juego de identificación inevitable. Hemos hecho lo mismo con cientos de personajes similares y mejor aún, con cientos de boxeadores similares. Pero recuerden, Bayoneta ha propuesto desde el inicio usar los reflejos con los que construye su narración llena de avisos, con lo cual la figura entintada de Miguel se suma a la de su apodo y en consecuencia el héroe con el que nos hemos identificado da destellos ya de una decadencia peculiar.

En un flashback más de la película, con los datos necesarios para entrar al alma fracturada de Miguel, nos enteramos de un dato más -indispensable, gigantesco, grotesco y mortal- sobre la trágica noche en que comenzó todo. En ese golpe que no es otra cosa sino una manipulación brutal de la información que la película nos da y cómo nos la da (completamente válida y aquí realizada con destreza), el héroe de barrio, la figura mítica del deportista de clase baja, del sobreviviente eterno devorado por la maquinaria en la que ha decidido entrar para mantenerse a flote, ese héroe se convierte en un antihéroe de dimensiones brutales, de oscuridades casi perversas.

Las señales se lanzan, se manipulan, el tiempo va y viene a conveniencia de una historia que quiere devorarnos por dentro, que quiere subrayar la violencia perpetua de la naturaleza humana y que esconde el dato último de la verdad para lanzarnos una bofetada en la que este nuevo antihéroe se muestra brutal y deformado ante nuestra mirada. Un giro en la historia que transforma todo lo que hemos visto para hacernos repensar su historia, en los personajes con los que se ha cruzado Miguel, en las personas a las que ha tocado, pero también en un sistema social y económico tan demandante e hipócrita que rechaza a este tipo de personajes pero que los fabrica en una serie mortal y en eterno movimiento, que los necesita para perpetuarse.

No estamos ni ante la inocencia de Pepe El Toro (México, 1953) ni ante la decadencia imparable de Rodrigo Saracho en Nocaut (México, 1984). Tampoco es la tragedia humana de Campeón sin corona (México, 1953), todas con su pertinente crítica al mismo sistema que a su forma aquí ataca Terrazas.

Estamos ante el oscurecimiento de una figura a la que muchos se acercan con demasiada devoción (películas de box fallidas hay muchas por esa razón), un oscurecimiento distinto a la derrota en la pelea final  y entregado en una película que se siente honesta pero que para serlo (paradoja interesante) manipula la información que nos da secuencia a secuencia y dinamita las reglas del subgénero. El resultado es un delicioso golpe bajo, un ingenioso y escalofriante golpe bajo.

CONOCE MÁS. Escucha aquí la entrevista que Erick Estrada le hizo a Kyzza Terrazas, director de Bayoneta.

Bayoneta
(México-Finlandia, 2018)
Dirige: Kyzza Terrazas
Actúan: Luis Gerardo Méndez, Brontis Jodorowsky, Laura Birn, Joonas Saartamo
Guión: Rodrigo Márquez-Tizano, Kyzza Terrazas
Fotografía: Guillermo Garza
Duración: 101 minutos.

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