Terminal, crítica

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Terminal.
La venganza disfrazada
Por Erick Estrada
Cinegarage

En un discurso ultra estilizado como el que desarrolla Vaughn Stein cualquier sugerencia de violencia se convierte en una dosis casi fantasmagórica de irrealidad y en los terrenos que este choque provoca es precisamente donde se desenvuelven las historias de Terminal. Esos terrenos son los de una ciudad que no existe pero que es visible en cada una de las nuestras, mucho más sugerente que las dos Sin City que nos han recetado Frank Miller y Robert Rodriguez (EUA, 2005 y EUA, 2014), pero sin llegar al fabuloso enredo cultural y de temporadas que son los Blade Runner que hemos conocido hasta ahora (EUA-Hong Kong, 1982 y EUA-Reino Unido-Hungría-Canadá, 2017).

Es decir, Stein juega con algunos aires noir a los que llena de saturaciones para fabricar la pista en la que su personaje central va a deslizarse de un lado al otro. Annie (Margot Robbie en plan mujerona mortífera, veneno auto consciente) es también una mezcla de femme fatale refinada casi como esas replicantes de Ridley Scott y a la vez, la típica leona en busca de salvar y sanar las ofensas recibidas a lo largo de la vida. Las historias no se alejan mucho de esta fórmula autóloga (repetirla o regalarle una secuela sería un error garrafal como ya lo fue la segunda parte de Sin City) y van de lo detectivesco decadente a la película de venganza desatada quizá demasiado intelectualizada, quizá demasiado teatralizada, quizá saturada de referencias a la locura llena de razón que Lewis Carroll depositó en Alicia en el País de las Maravillas, pero divertida en ese mismo halo de casi suntuaria perversidad.

Lo más interesante de esta locuaz y visualmente atractiva película no es sin embargo la unión de estos elementos, de la femme fatale con los géneros que mejor le quedan, sino la construcción satelital que surge de ello.

Desde el inicio, indefinida y misteriosa, pero demasiado directa en su misión (conocemos muy pronto el primer paso de la historia por la que nos llevará), Annie se convierte en una especie de diablesa de la muerte que capítulo a capítulo apila la información necesaria para buscar una explosión final de un caso que, con todo y los intentos del guión, desciframos demasiado rápidamente.

Ello, sin embargo, no evita que la película se permita ciertos giros afortunados: los escenarios retocados e iluminados en una irrealidad gustosa para el espectador pero amenazante para los personajes (esa cafetería “End of the Line” en una estación en la que no pasan trenes), las acciones que aunque previsibles nos llevan de una venganza fantasiosa y fantaseada a un desenlace casi de película de terror, casi de locura serie B, con los ingredientes necesarios para sobrevivir un vistazo inicial.

Juego de luces, mezcla de géneros, despliegue de escenarios para el lucimiento de una actriz que va de lo afortunadamente teatral al encantamiento de quien ve, todo gracias a close ups gigantescos, a luces que la adornan, a una historia que incluso la multiplica por dos para culminar las curiosas improbabilidades de este discurso de luces criminales y pasillos hipnóticos.

Detrás, casi nada, casi lo mismo de siempre, todo en un envoltorio no nuevo, no viejo. Tibiezas dirían unos. Aceptación de las limitantes digo yo, siempre en bien del lucimiento de un personaje que es a la vez la actriz y el aura que encanta en este lejano retrato de la Alicia de Carroll sumida en una película de vapores y de neones que nunca se ven. No más, pero tampoco no menos.

CONOCE MÁS. Esta es la videocrítica de Erick Estrada a Sin City: una dama por la que mataría.

Terminal
(Terminal, Reino Unido-Hong Kong-Hungría-EUA, 2018)
Dirige: Vaughn Stein
Actúan: Margot Robbie, Simon Pegg, Mike Myers, Max Irons
Guión: Vaughn Stein
Fotografía: Christopher Ross
Duración: 95 min.

 

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