La región salvaje, crítica. Película de la semana.

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La región salvaje
El sexo que cura
Por Erick Estrada
Cinegarage

El sexo como motor de la narración. Los fluidos inundan las secuencias de Amat Escalante como nunca lo habían hecho antes, con un sentido real y al mismo tiempo intrigante, depositando preguntas con las pistas necesarias ya no para que se divague en sus encuadres traslúcidos, sino con un camino nebulosamente trazado para que, ahora sí, se divague dentro de un marco que posteriormente despierte discusiones sobre lo que tanto visual como temáticamente se presenta en este alocado cóctel de drama sexual mexicano, ciencia ficción serie B y horror.

En ese drama sexual, en el esbozo sólido de sus personajes y en la manera como interactúan entre ellos, La región salvaje (voluntariamente o no, eso es ya lo de menos) se atreve y acierta ahora sí en señalar a través de estereotipos varios temas que muchos quieren apartar de la mesa y que van salpimentados con esa ciencia ficción serie B: el machismo, el sexismo, la homofobia y muchas de las razones de la misma, la insatisfacción sexual y mucha de la violencia interna (en el país y en las casas del país) que deriva en mucho de todo ello.

Penes al aire, zooms lentísimos y desconcertantes en su proceso a las vaginas vestidas de sus protagonistas femeninas, la película se acerca peligrosamente al abismo de mostrar de más ciertas obsesiones sexuales de quien narra, pero que afortunadamente pronto encuentran su lugar en un discurso que tensa y defiende sus nudos cada vez mejor conforme avanza la historia que es a la vez tres, y que se unirán en una extraña cabaña en las montañas en donde no se vive como en la provincia mexicana pero tampoco como en las ciudades.

En esa cabaña, dosificando con cuidado y parsimonia su presencia en pantalla, habita el capítulo oculto de la película que da vuelta en los ingredientes ya presentes en La región salvaje (el nombre no viene nada al caso, hay que decirlo) para dotarnos de un regocijante Lovecraft orgiástico que ya con la información recibida cierra círculos en la película que nos llevan a una primera conclusión (aunque habrá muchas más preguntas que respuestas): él, este ser, ajeno a la vida que se nos ha mostrado (como ajeno está en nuestra realidad) es un sexo liberador, regocijante, que no cumple con las reglas de la “normalidad” y que probablemente por ello es más satisfactorio. Es regocijante e ilustrador. El plus es que La región salvaje lo presenta como al sexo liberador del cine horror serie B mexicano, acierto a todas luces además de intelectualizado en cantidades indispensables, ni un gramo más, ni un pene menos.

El remate, que corría el riesgo de remitirnos de manera desafortunada al Anticristo (Dinamarca-Alemania-Francia, 2009) de Lars von Trier (la orgía animal voltea a verla apenas un segundo) corrige el rumbo en el último instante y es el cierre del peculiar círculo de la película, tumultuoso pero no desbordado, violento pero sin sacudidas, desolador pero sin suciedades baratas o flashes de artificio innecesario, una señal última que nos dice claramente que si bien hay (o debería haber más) sexo inspirado, libre y liberador, hay otro sexo (como acto sexual) que sin que muchos lo sepan refleja y comunica odio y que es justo el odio el que está llenando las fosas anónimas de este país.

La región salvaje
(México-Dinamarca-Francia-Alemania-Noruega-Suiza, 2016)
Dirige: Amat Escalante
Actúan: Ruth Ramos, Simone Bucio, Jesús Meza, Eden Villavicencio
Guión: Amat Escalante, Gibrán Portela
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Duración: 98 min.

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