Voraz, crítica. Película de la semana

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Voraz
Comernos de amor
Por Erick Estrada
Cinegarage

 

Sexo con la muerte.

Sexo con la muerte.

Sexo con la muerte.

Una chica educada en las estrictas reglas del vegetarianismo del siglo XXI entra a la universidad cobijada mentalmente en su hermana, que está y estará ahí estudiando la misma carrera: veterinaria.

Derechos animales. Ética hacia el planeta. Convición. Justine, esta hermana menor, adolescente hasta las cachas, será carne de cañón de una novatada larguísima y excéntrica, pero no por ello desprovista de realismo (lo cual es cruel cuando uno piensa esta historia como espectador) que la hará no sólo cuestionar esas convicciones -como un gato rabioso echa por la boca el pelaje que él mismo se ha sacudido- sino contravenirlas.

Por ello, la película no se tienta el corazón y nos lleva de manera irremediable (es hipnótica en grados indescriptibles) a un viaje por la escatología de las novatadas universitarias que pertenecen tanto a Animal House (EUA, 1978) como a La Sociedad de los Poetas Muertos (EUA, 1989), pero no como se pudiera pensar en un principio.

Baños de sangre estilo Carrie (EUA, 1976), desesperación carnal estilo Dans Ma Peau (esa obsesión autodestructivo-amorosa de, con y para Marina DeVan), un rito iniciático que tiene dosis tanto de la desesperanza de Mártires (Francia-Canadá, 2008) como del romanticismo azotado y bebesangre de Entrevista con el vampiro (EUA, 1994) por nombrar sólo a las presencias más obvias en este descarnamiento igualmente amoroso que es Voraz. Todo está presente como se ha hecho presente de forma alegre para el espectador y sólida para este renacimiento del terror, lo clásico y cautivador del nuevo horror, que huye del susto barato y chapucero y se interna en los pantanos de sus personajes, unos más torturados, otros más iluminados.

Así, aparece por ejemplo el gratísimo recuerdo de It Follows (EUA, 2014) en amasiato terriblemente atractivo con Déjame entrar (Suecia, 2008) para hablarnos de entrada de la violencia explícita e implícita del ingreso a la universidad, esa etapa en la que los desorientados adolescentes entran a un sistema congelado en el tiempo, y del otro, de los despertares sexuales que la propia It Follows manejó con pericia y elegancia.

Es decir, cuando esta chica ultra vegetariana ve que tras su carnívora novatada (la obligan a comer riñones de conejo) su cuerpo le pide proteína animal, cruda y de preferencia humana, lo que Voraz dscribe con sutilezas y a veces ambiguos discursos es la lucha social de la entrada a un nuevo círculo –devora o serás devorado- al mismo tiempo de un despertar sexual inesperado y adictivo (Justine pierde la virginidad en la universidad) en donde de nuevo se hermana con It Follows, en la que la única salvación a la maldición adquirida a través del sexo es tener sexo con alguien más quien, a su vez, deberá tener sexo con alguien más para salvar su propia vida. Es decir, liberémonos del yugo neo conservador que ataca al sexo y sus distintas y varias manifestaciones y cojamos con quien queramos cuando queramos tan seguido como queramos.

Aquí, entre el sacrificio de su hermana mayor (que nos lleva a pensar irremediablemente en ese Lestat a la Tom Cruise) que hereda en vida (o incluso abdica ante la nueva reina caníbal, liberada del, a veces, ultra conservador discurso vegano radical) a su hermana menor y el despertar irrefrenable de Justine, es probable que un nuevo discurso a favor de una nueva revolución sexual se sume a lo que otras películas (y en particular La Bruja, It Follows y Déjame entrar) han abonado al respecto.

Voraz, en secuencias sanguinolentas más que extremas, en ideas caníbales más que canibalísticas, con escenas de imaginación en estados alterados (esa escena del sexo forzado entre dos cuerpos pintados de azul y amarillo), habla de todo ello, a favor incluso del disfrute sadomasiquista, multiorgásmico, oscuro en terciopelos sensuales (esa escena de Justine bailando una poderosa melodía que la “condena” a tener “sexo con la muerte”), en contra de la virginidad-presión-social-estigma-machista (que aquí se pierde festivamente entre el disfrute y el reto al esquema), puede llegar a formar parte no sólo de la ahora sólida, atractiva y divertida marejada de nuevo horror que se inspira en el sexo, sino a una probable nueva revolución sexual que a través de un género poderosamente juvenil le diga a los chicos y a las chicas que aunque quisieron robárnoslo, el sexo es nuestro y merecemos comernos de amor los unos a los otros, cada quien lidiando con ello como mejor pueda.

El discurso paterno en el epílogo es justo eso, el “cómo conocí a tu madre” que le dice a Justine que el amor se hace a mordidas, que duele pero gusta y que no hay reglas ni para vivirlo ni para domarlo… Menos para sobrevivirlo.

Voraz
(Grave, Francia-Bélgica, 2016)
Dirige: Julia Ducornau
Actúan: Garance Marillier, Ella Rumpf, Rabah Nait Oufelia, Laurent Lucas
Guión: Julia Ducornau
Fotografía: Ruben Impens
Duración: 99 min.

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