Fantasmas del pasado
El duelo gótico
Por Erick Estrada
Cinegarage
En un cuento urbano casi campirano, de modernidades y minúsculos guiños a la novela gótica; en un thriller que se cruza con lo piscológico y en una narración psicodélica que llega al anti clímax gracias a un crimen fantasmal, Olivier Assayas consigue enlazar y sacar a flote una extraña y poco prometedora lista de ingredientes y referencias para dejar en la pantalla una narración tan ilógica como impertinente que aunque tiene todo en su contra cuaja en ese anti clímax (o será mejor decir “no-clímax”) de volantazos y agitaciones en donde lo que no debe mezclarse se mezcla y lo que no debe pensarse se piensa.
Si bien Fantasmas del pasado (un fantasma del futuro o uno del presente no es un fantasma, señores dedicados a rebautizar esta película) abreva de cuanto género y sub género se les pueda ocurrir mientras ven la historia de una personal shopper (nombre original de la cinta que nos refiere a lo fantasmal tanto de quien contrata a uno como de quien es contratado para fungir como tal) que lidia con el duelo de su hermano gemelo, hay en ella una transparente línea que conecta todo pero que, como si se tratara de una aparición en medio de una casa casi abandonada, es casi indescriptible y puede jugar tanto a favor como en contra de la película de Assayas.
Por un lado, la vagancia entre géneros que aquí se propone seguir el duelo de Maureen (estupenda Kristen Stewart, para quien se diseñó esta película) puede hundir a quien parpadée fuera de tiempo en una no narración mucho más en las tierras de lo contemplativo “me da igual que no me sigas”, que en un guiño ligero y casi traslúcido a esa parte de las novelas góticas en donde los fantasmas son señales de cambio antes que una presencia maligna en busca de poseer nuestro cuerpo. Porque si por un lado Assayas se deja llevar por escenas y secuencias consecuentes dentro de sí mismas pero que escapan a una cadena lógica o ilógica en el resto de la cinta (es decir, a veces la película se siente premeditamente caprichosa), por el otro, quien coja el hilo que se mueve en el ligero viento que hace navegar a este velero aparentemente sin futuro, podrá entrar en la otra relación fantasmal, la de la modelo que emplea a Maureen para que le consiga y traiga el vestuario que lucirá en fiestas y recepciones, una modelo que está tan ausente como el hermano pero que se materializa en un acto de apropiación (Maureen se viste como la modelo para quien trabaja), producto de una rebeldía mezclada con aburrimiento y toques de ese thriller psicotrópico de fantasmas que vomitan ectoplasma.
A favor de la invitación de Assayas (Fantasmas del pasado es más eso que una propuesta), habrá que agregar el jugueteo y cruce de ingredientes que normalmente habría terminado en desastre y que para variar abren círculos en lugar de cerrarlos, algo muy similar a lo que ya nos invitaba a hacer (con mayor tino, con más decisión, sin tantas secuencias premeditadamente caprichosas) Valley of Love (Francia-Bélgica, 2015) y ese otro duelo, el de un matrimonio que probablemente no debió verse materializado nunca y que se encuentra en espera de la señal de un hijo fallecido que, misteriosamente, les ha enviado una carta después de muerto.
¿Qué son entonces los ruidos y las marcas que persiguen a Maureen? ¿Esa cruz rallada en la pared, en la mesa, es una marca de desconcierto? ¿Hay un fantasma metido en su teléfono? ¿Es todo un acto incriminatorio o producto de una mente acosadora que sabe que ella espera una señal de su hermano muerto? ¿Por qué espera una señal? ¿Son acaso tres fantasmas, su hermano, su jefa, quien sea ese que la acosa por teléfono?
En esa espera, en este circuito de señales vagas y difusas, caprichosas y fantasmales, Maureen trata de sobrevivir el duelo, la pérdida de su hermano, y en ese sentido la película habría resultado una gran oportunidad para hablar de ello y hacernos incluso pensar si esas señales de la pintura abstracta como conexión con otros mundos y si el planteamiento del futuro que nos deja Assayas en la primera mitad de su película (una pintora decide que su obra no debe mostrarse sino 20 años después de su muerte), plantean un juego de tiempos entre los hermanos separados (¿es Maureen el futuro de su hermano o él estando muerto es el de ella, que padece la misma malformación en el corazón que él?) o son simplemente otro capricho que, así como se ven en la película, se sueltan solamente para nutrir la atmósfera de inexactitud ante lo que ocurre (parte del comunicado de Assayas: nada en este mundo es lo que parece).
En ese duelo, en esa curación del dolor de Maureen, entre ese fantasma casi gótico que viene a dejarle un mensaje que ha de ser descifrado, en ese ir y venir de una casa atrapada en el tiempo y en el campo, de una ciudad cosmopolia a otra, Assayas logra sí que el velero transcurra, que hipnotice, pero no logra darnos aquello que nos entregue el tono final, el paso último para decidir entre el duelo sanado o el eterno duelo asumido.
Este vapor final, esa chimenea humeante que nos construye la película no logra sin embargo darnos la visión total de la nave y en consecuencia no sabemos si la señal que Maureen esperaba ha llegado o ella ha imaginado que ha llegado.
Por un lado, habríamos gozado una película más hiriente en sus sinsentidos, pero por el otro, los sinsentidos nos dejan tenuemente aturdidos, comfortablemente abandonados y eso pocas veces suele ser bueno. Aquí lo es.
CONOCE MÁS. Aquí puedes leer la crítica de Erick Estrada al drama Carneros y además ver la película.
Fantasmas del pasado
(Personal Shopper, Francia, 2016)
Dirige: Olivier Assayas
Actúan: Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen Lie
Guión: Olivier Assayas
Fotografía: Yorick Le Saux
Duración: 105 min.