Hambre de poder, crítica

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Hambre de poder
La negación del pasado
Por Erick Estrada
Cinegarage

Por alguna extraña razón Ray Kroc tiene un momento de iluminación al ver Nido de ratas (EUA, 1954) en el cine de su pueblo. Su vida, que bordea una rutina miserale pero que podría ser tan satisfactoria como él mismo lo quisiera, lo ha llevado a una especie de callejón sin salida en donde las ideas no surgen más, en donde la repetición se ha convertido en el arma principal de su trabajo: llevar electrodomésticos de un restaurante en la carretera a otro.

Ahí es donde lo recoge John Lee Hancock a través del guión de Robert D. Siegel, deambulando de cocina en cocina vendiendo inutilidades y sinsentidos de una forma de vida a media ruta entre la era espacial y las cenas diarias en casa. Ahí es donde, desprovisto él de imaginación ese guión lo deposita frente a las imágenes de Elia Kazan, en donde el embuste y los acuerdos sin escrúpulos son la gasolina de una historia que no termina precisamente al final del arco iris.

Ray acaba de conocer a Dick y Mac que han diseñado un sistema de servicio restaurantero que también está a media ruta entre la era espacial y las cenas en casa, aunque ellos quieren que esas cenas en casa se realicen en su restaurante, en donde solamente se venden hamburguesas: McDonald´s.

La falta de ideas de Ray choca con la desesperación de su rutina y ello lo propulsa a querer ser parte del negocio de ese restaurante, pero Dick y Mac lo han intentado todo, van adelante de Ray y no es sino con propuestas verdaderas que dejarán que él sea parte de su diseño.

Con ese tapete en la puerta Hancock y Siegel comienzan la construcción de la figura de un hombre que, como muchos de su época se cruzaron con la gente adecuada, sólo que Kroc tiene hambre de un poder indescriptible.

Ray se relaciona, más por coincidencia que por un esfuerzo real, con las personas que le dan la idea adecuada. Él, en su rutina asesina, es la liana que puede llevar esas ideas al modelo de un restaurante exitoso con un pie en el comedor de casa y el otro en la era espacial. Los hermanos quizá carecen de ambición (¿son más humanos?) y no ven en su futuro la necesidad de una expansión inmisericorde.

En una narración sin crueldad extrema, sin aspavientos pero sin sutilezas, Ray se convierte en un demonio ambicioso que, desde la óptica del modelo de vida de esos años podría interpretarse como un hombre persistente y emprendedor, pero que desde la nuestra -en donde con la ventaja del tiempo hemos probado a qué sabe ese capitalismo aberrante- es visto más crudamente, como un vampiro de espíritus y de ocurrencias que sólo quiere verse satisfecho a sí mismo y nunca a los demás.

Así es la película, lineal, directa, sin terciopelos, como una barra de acero inoxidable en la que Ray queda expuesto como un explotador de nuevos modelos, como la encarnación misma de ese capitalismo voraz e impío que a su vez se materializa en la idea propia de la comida rápida, que puede buscar el calor del hogar pero que al mismo tiempo puede ser tan inescrupulosa y ausente de valores como la lógica de Kroc (esas malteadas instantáneas que aparecen para disminuir gastos).

Ese es el nudo propuesto entonces por The Founder, título original de la película que ilustra parte del origen de ese pensamiento, de ese sistema económico encarnado a su vez en la joya de la corona de la comida rápida. En su auto engaño (la falta de ideas lo obliga a robar ajenas y al robarlas termina por querer creérselas) Kroc se anuncia ante el mundo como el fundador de McDonald’s cuando en realidad sólo fue un catalizador involuntario y sin talento que provocó que McDonald’s se convirtiera en un imperio no excento de oscuridades.

En el lado oculto de su historia, Hambre de poder esconde un pasado de Ray que poco a poco asoma como algo que él quiere olvidar, como algo que él quiere que el mundo olvide o, mejor, que no descubra. Probablemente todo este proceso no sea otra cosa que la negación de su pasado, del pasado de esa forma de hacer negocios que hoy tiene al mundo en vilo.

Una historia de traiciones financieras, de robo creativo, de evasiones y especulaciones, de bullying creativo, no es gratuita en los tiempos que se viven. ¿Es el triunfo de ese capitalismo, de demonios como Kroc, un final merecedor de acomodarse al final del arco iris? La ventaja del tiempo nos da la oportunidad de decir que no, definitivamente no lo es.

Hambre de poder
(The Founder, EUA, 2016)
Dirige: John Lee Hancock
Actúan: Michael Keaton, Nick Offerman, John Carroll Lynch, Laura Dern
Guión: Robert D. Siegel
Fotografía: John Schwartzman
Duración: 115 min.

 

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