Elle, crítica. Película de la semana

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Elle
A través de las heridas
Por Erick Estrada
Cinegarage

Tensión. Paul Verhoeven abre las puertas del alma gélida de Elle con una tensión que permea los poros de quienes vemos asombrados su película, una película que se inaugura con la violación a cuadro de la diva Isabelle Huppert en el papel de Michelle, la Elle del nombre que aquí deja la otra mitad del mismo en las sombras.

Tensión. Paul Verhoeven mantiene la tensión cuando nos damos cuenta que esa violación ocurre en la casa misma de Elle, que es la proyección de su éxito, de su frialdad y de su humanidad, un escenario ahora violento al que ella regresará casi de manera voluntaria, renuente incluso a contarle a sus amigos lo que le ha ocurrido.

La tensión de Verhoeven da paso a un toque de comedia negrísima, de mortuoria sátira en donde lo erótico de Elle es al mismo tiempo su frialdad y su poder, lo calculador de su proceder que al muy poco tiempo de mostrarse frente a nosotros nos deja ver que es un engranaje en la maquinaria que esta mujer rodeada de violencia (Verhoeven parece regodearse en el retrato de la violación desde distintos ángulos de la memoria) pone en marcha para desenmascarar a quien enmascarado la ha violado en su propio castillo.

Elle es desde entonces un penetrante juego de ajedrez, a su vez símbolo de guerras medievales, de señores feudales alejados del mundo más allá de sus murallas pero no por ello a salvo del ataque de sus cortes, ni del cruce a veces sexual a veces mortal con ellos. Por ello esta mujer dominante, una reina en decorosa decadencia (Michelle Leblanc es nombre y a la vez apodo de reina), violada y ultrajada pero reina a final de cuentas, es contradictoria (¿es todo una trampa para atrapara a su atacante? ¿para saber quién está con ella y quién no?). Por ello, para atraparla en su lente (brutal el guión de David Birke), la película abre pasadizos parsimoniosos (atrapa el ritmo de letargo pero siempre tenso y venenoso de Verhoeven) pero que no dejan de ser lacerantes, que hieren y que alocan a la niña de los ojos aunque a cuadro pareciera que seguimos en el primer momento.

Es en esos pasadizos en los que descubrimos las pequeñas monstruosidades de Elle (¿son parte de su venganza o del adorno de su castillo?) y de buena parte de la gente que la rodea, de este ajedrez contemporáneo en el que los humanos se acercan a través de las heridas y se entienden a través de las heridas y se descubren a través de las heridas. Es decir, lo que en primera instancia parece un mundo lleno de desencanto y desamor que nos hace pensar en un Michael Haneke somnoliento, se transforma de repente casi en una reverencia ante las cicatrices y violentadas cópulas del David Cronenberg más oscuro pero no por ello menos sexual. Es ahí que vemos los alcances de Elle y probablemente donde se desvele su erotismo y los pocos límites que le pone a éste, pero también detectamos que es con esas heridas, generadas y recibidas, que esta mujer contradictoria busca a su victimario, es el terreno donde se extiende su trampa… ¿y no se extiende también esta oscura y agitada relación que han desarrollado desde el inicio de la historia, violador y violada?

¿Por qué suena dos veces “Lust for Life” con Iggy Pop? ¿Es Elle mitad mujer y mitad monstruo, un ser que buscra herir para encontrarse querida, postrada ante la tumba de sus padres escritores de una historia que la marca y la define, en la que se odia y se ama, gracias a la cual hiere para conocer y conoce mientras hiere? ¿Son esas mitades, su evasiva madre y su desequilibrado padre, las culpables de su castillo que puede ser a la vez baúl de secretos? ¿Elle tiene ansias de vivir fuera de este mundo feudal en pleno siglo XXI? ¿Ha decidido “matar” a sus enemigos a través de los sobrios símbolos que le ha proporcionado Verhoeven? ¿Es el director, un director que violenta y agita y sacude y estremece, un amante más de Elle en esta corte de hijos idiotas usados como parte de una trampa para conservar el trono? ¿Es ella la culpable de una carnicería de personalidades que la iguala a la triste memoria de su padre? ¿Es el panteón donde todo confluye una señal más de Verhoeven y su extraña relación con Michelle-(Isab)Elle?

Michelle, Elle. Toda la película hemos conocido la escultura de esta reina ultrajada que decide enfrentar a su mundo (es decir, que quiere que el mundo que conoce se enfrente y se destruya) para saciar su sed de vida y su ansia de venganza a través de las heridas provocadas en los demás y con los demás. Pero Elle es sólo la mitad de su nombre. La otra mitad, la que debe responder a todas las preguntas que en una falsa falta de tensión hacia el final coloca Verhoeven en nuestra conciencia (un balance valioso respecto a la primera mitad, he de decirlo), esa otra mitad que puede ser monstruosa y todavía más desconcertante, la que en medio del huracán de información y sensaciones acomodados con lujo de detalles en esta sátira oscura envuelta en erotismo enfermizo pero delicioso (que en mucho se debe al monumental trabajo de Isabelle Huppert), es la que permanece oculta y la que provocará la pesadilla de este slasher de espíritus que es Elle, la película.

Elle
(Francia-Alemania-Bélgica, 2016)
Dirige: Paul Verhoeven
Actúan: Isabelle Huppert, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira
Guión: David Birke
Fotografía: Stéphane Fontaine
Duración: 130 min.

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