Cannes 2016 – 02
American Honey
Por Aurélie Dupire
Enviada
Cinegarage
Sabemos que en Cannes -salvo algunas excepciones en su mayoría europeas o asiáticas- el cine francés y el cine de Estados Unidos son omnipresentes en la Selección Oficial del Festival. Este año no es la excepción y entramos al territorio de las películas hechas en Estados Unidos de la mano de la directora Andrea Arnold (quien curiosamente es inglesa) y de su nueva película American Honey.
Arnold está en casa en el Festival francés donde ya ganó dos veces el premio del jurado: en el 2006 por Red Road y en el 2009 por Fish Tank. Tal vez es por esta seguridad que le brindaron los dos premios anteriores que este año Andrea Arnold llega confiada a la Croisette con American Honey, una película de dos horas cuarenta y dos minutos de duración, que en realidad hubiera tenido que durar una hora cuarenta. Y si menciono el tiempo -valiosísimo en todos lados y aún más en Cannes cuando se pretende ver entre cuatro y seis películas al día- es porque a mi gusto ahí reside el problema principal de la película que termina por convertir todas sus buenas ideas en secuencias repetitivas. Una película que alaba la energía de la juventud e idealiza el constante movimiento y que paradójicamente termina por convertirse en una cinta que se entorpece.
Con sus insolentes dieciocho años, su sonrisa pícara, su vida de pobre que busca comida en la basura, su pareja inútil y los dos niños que le encargaron muy a la fuerza, la bien nombrada Star (la actriz Sasha Lane), estrella en mal de brillo, sueña con otra vida. En el supermercado local nuestra niña perdida será irremediablemente atraída por la fuerza y el aura de Jake (interpretado por Shia LaBeouf) un tipo que usa camisa y tirantes y baila canciones de Rihanna, de pie sobre una caja de supermercado. El fugaz encuentro después del flechazo en el estacionamiento de la misma tienda (el pretexto es la devolución del celular que le cayó de la bolsa mientras bailaba) provocará que Star se decida a finalmente mandar todo a volar (novios, niños y el mismísimo estado de Texas de dónde viene nuestro dulce americano) para treparse a bordo de una van cargada con una banda de adolescentes outcast quienes como Jake se dedican a la venta de abonos a revistas puerta a puerta. En un país donde el único que manda es el dios Dollar, esta banda de marginales está obsesionada con el dinero. Sí está la libertad, sí están las ganas de viajar, pero ante todo, esos jóvenes, más millenials que beats, nunca pierden de vista su objetivo de ganarse la vida. Krystal (Riley Keough) la matrona del grupo se encargará siempre de recordar las reglas: si no me haces ganar dinero, estás fuera.
La imagen, luminosa y cálida, corre a cargo del cinefotógrafo Robbie Ryan, más acostumbrado a los tonos de las ciudades inglesas en las películas de Sally Potter o Ken Loach (él es director de la fotografía de la también en competencia, I, Daniel Blake). Esta misma cámara nerviosa nos transmite con mucha pasión la adrenalina de los robos y las muy bien logradas escenas de amor entre los dos protagonistas. Shia LaBeouf, está excelente en su interpretación de tierno tirano, de mal parido enamorado, de marginal capitalista y Sash Lane tiene sin duda un debut notable, pero después de una hora y media, y como embrujada por estos chicos perdidos, la directora Andrea Arnold parece olvidar que la película se estanca y termina por convertir su carta de amor a una generación que se quiere más libre de lo que realmente es, en un ruidoso retrato. Lástima.