Ant-Man: el Hombre Hormiga, crítica

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Ant-Man
La última y nos vamos
Por Erick Estrada
Cinegarage

Uno de los super héroes menos masivos en la historia del cómic. Una película de Marvel en la que se permite la participación en el guión de su protagonista central. Probablemente el super héroe menos visual de todos y en consecuencia el que no debería haber llegado al cine: encoger-agrandar-encoger provocaría el efecto de pelear contra el Hombre Invisible, nada menos atractivo para las generaciones consumidoras de este tipo de películas, adictas ya a la hiperkinesis estilo Michael Bay. Todo estaba en contra de Ant-Man.

Y sin embargo, contradiciendo la suerte de sus insoportables predecesoras (El hombre de acero y Avengers: era de Ultron son probablemente lo peor que tendremos en películas de super héroes en mucho tiempo) Ant-Man en su minúsculo universo es una estupenda película de entretenimiento infantil.

Y no se trata de una palabra escogida para menospreciar el traje que le ha tocado llevar a Paul Rudd.

El cine infantil ha tenido derrapones insoportables que evidencian, entre otras cosas, que hacer películas para niños no es lo mismo que jugar con ellos. Ant-Man lo comprende, se acomoda en su momento y lanza un producto de consumo ligero poniendo en su lugar a las devastadoras (en todos sentidos) películas en que super héroes y super villanos destruyen todo a su paso, el entretenimiento entre ello.

Probablemente la mejor cualidad de Ant-Man es no querer, de entrada, ser una película de super héroes pero aceptar todas las extravagancias y sinsentidos que ellas traen consigo. De hecho, antes de que Paul Rudd se convierta en un hombre que puede disminuir su tamaño a voluntad, la película juega con estereotipos y situaciones de un fantasiososmini thriller en el que un ex convicto quiere dar un último golpe para recuperar la cercanía con su hija.

Al hacerlo, la comedia ligera, blanca, casi ingenua, evidencia que de la cabeza a los pies Ant-Man usará los juguetes y herramientas infantiles para lanzar un discurso muy en boga en el cine infantil de la actualidad y que, en sus afanes musculosos y grandilocuentes, otras películas de super héroes han inflado de esteroides: ser uno mismo, se trate de un alienígena con fuerza descomunal, un científico contaminado de rayos gama o, como aquí, un hombre de bien a quien el sistema ha atrapado en su engranaje. Nada kafkiano, pero sí muy estimulante si agregamos que al empequeñecer el protagonista los niños proyectarán a la perfección lo traumático que resulta moverse en un mundo diseñado para personas que quintuplican su tamaño.

En pocas palabras, Ant-Man sabe que tiene que ser una película para niños y nunca busca salir de ese cajón.

El mayor acierto, sin embargo, puede ser involuntario y favorecido por lo oportuno de la película, que aparece en un momento en que los super héroes dominan la propuesta en cartelera pero buscan desesperadamente complacer a todo tipo de público.

Ese acierto se deja ver primero en una de las carreras de Ant-Man, desarrollada (mientras unos gorilones le disparan con singular entusiasmo) en una maqueta que para el personaje resulta de tamaño natural, para nosotros algo minúsculo y para efectos del tema (las películas de super héroes), simbólico: así, en maquetas, se hacen las películas de super héroes y sus destrucciones y así, como salidas de maquetas es como hay que tomarlas.

Al avanzar la película la materialización es total. En un escenario de juguete, super héroe y super villano se enfrentan en una pelea que, vista desde su tamaño, es referente directo y cariñoso al primer cine de entretenimiento que tuvieron los niños, el western de aventura con peleas sobre un tren a toda velocidad. Esa pelea, sin embargo, es de juguete desde los ojos de quienes vemos la película, diminuta, insgnificante, pero colorida y con humor candoroso, inofensivo incluso al ver a parte de ese tren de juguete magnificado y tirado en la calle de un suburbio típico.

La metáfora cuaja. Las películas de super héroes debieron ser siempre juguetes audiovisuales en los que los cinéfilos infantiles encuentren motivaciones para después moverse a otras apuestas más arriesgadas y más profundas y las excepciones confirman la regla: El caballero de la noche (EUA-Reino Unido, 2008) es en este caso una película puente. El cine infantil puede estar bien hecho, ser divertido, otorgarse libertades y cumplir su cometido: entretener y lanzar un discurso digno de nuestros tiempos. Nunca debió dejar de ser así.

El remate es aún mejor pues hace de la película misma metáfora de su nivel. Ant-Man, empequeñeciendo hasta el infinito entra a una dimensión sub atómica que nos obliga a ligarla a la famosa secuencia final de Interestelar (Nolan otra vez) en la que un astronauta ve -entre dimensiones que escapan a nuestro entendimiento- a su propia hija, quien lo espera desconsolada, incapaz de saber que ambos están en el mismo lugar pero en dimensiones distintas.

Super héroe y astronauta escuchan la voz de su respectiva hija llamándolos de regreso. Sabemos ya que en Interestelar eso detona un final desencantado y hasta cierto punto oscuro, complejo y que abrió muchos debates. Ant-Man, sabiendo que no puede entregar eso a su público lo resuelve todo como se resuelven las cosas en los juegos de niños, con un pequeño truco que soluciona el problema sin necesidad de provocar pesadillas. ¿Algún problema con eso? Para Ant-Man no lo hay.

¿Será esta la última gran película de super héroes, aquella con la que empiece la curva descendente? Guardianes de la galaxia hizo lo propio con héroes interplanetarios y esta acomoda a la perfección todas sus piezas.

El calendario dice que tendremos muchas más, pero que haya más no necesariamente quiere decir que haya mejores.

Esperaremos.

Ant-Man: el Hombre Hormiga
(Ant-Man, EUA-Reino Unido, 2015)
Dirige: Peyton Reed
Actúan: Evangeline Lilly, Paul Rudd, Hayley Atwell, Judy Greer
Guión: Adam McKay, Paul Rudd
Fotografía: Russell Carpenter
Duración: 115 min.

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