Respira, crítica. Película de la semana. Vean aquí la película.

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Respira
La guerra fría y la pasión
Por Erick Estrada
Cinegarage

La pasión tiene dos lados igual que el hombre puede pensar con dos polos, el cerebro y las entrañas. Pero nunca, jamás pueden verse ambas al mismo tiempo. Respira, segundo largometraje de la también actriz Mélanie Laurent realiza justo ese ejercicio. Deja ver primero el corazón, el lado enamorado de la pasión para después fracturar su línea y abrirle paso a lo cerebral y frío, el lado enfermizo de una pasión que, como todas, no sabemos de dónde surgió. Prisión e inspiración.

Con la misma oscura certeza que nos adelantaba el quiebre final de una gran historia de amor, La vida de Adele (Francia-Bélgica-España, 2013), en cuanto Sarah se presenta en la escuela de Charlie -la chica local no necesariamente popular pero tampoco tremendamente sola- nos damos cuenta que en esa luz que cruza sus miradas, que después de esa amistad inmediata y cómplice, vendrá un periodo gélido, destructor incluso.

Pero antes, despliegues de inteligencia narrativa desde los ojos azules de Laurent, inteligencia que evidencia control de acciones y de inspiraciones: momentos rápidos, flechas que sugieren y casi no describen pero que dejan las puertas de Respira abiertas de par en par para que entremos y llenemos las frases, para que veamos en sutiles diferencias hundidas en lo cotidiano que una está destinada a dominar y, quizá, la otra a ser dominada: una lleva calcetas al leer recostada en la cama, la otra va despreocupadamente descalza; una sujeta la cabeza de la otra con mirada controlada ante un baño que recibe los excesos de una fiesta de preparatoria mientras la otra sobrevive en sus brazos.

Después, la casi imperceptible fractura en este discurso enamorado, el cambio de rumbo, la aparición de la otra cara de la moneda. El dominio cariñoso se convierte en presión psicológica, el control en la fiesta se vuelve sometimiento y humillación, el aire que antes circulaba y ventilaba, ahora escasea y la garganta enferma de una de las chicas se obstruye pidiendo un respiro, un alivio, una pausa en la carrera.

Es la Guerra Fría: el capítulo, de hecho, está ilustrado con Charlie tratando de memorizar y comprender el concepto. Es el enfrentamiento de amenazas, la transformación de una amistad en juego de dominios para que Laurent lance al mundo una sentencia que es a su vez advertencia: todos alguna vez fuimos o seremos dominantes, pero también alguna vez todos fuimos o seremos dominados. Todos respiramos y el aire le faltará siempre a algunos, siempre, en algún momento.

El cuadro que ilustra todo ello y nos hace comprender a profundidad a estas dos chicas desenamoradas es el de sus familias: ambas, a su manera son víctima y producto tanto de la familia ideal que buscan como de la real que tienen. Nadie escapa, nadie puede dejar de respirar. Ahí, con esa idea implantada con las frases que nosotros mismos completamos, el imán de Respira es imposible de eludir.

Lo mejor. El discurso es sugerido, elegante, sutil, muy femenino (nada nos aborda, todo nos acoge), como si navegáramos en los pensamientos de alguna de las chicas dibujadas con cariño precautorio por Laurent. Matices crueles pero aleccionadores en un pequeño lago de piezas que encajan sin fuerza, sin presión.

La única presión, que es física y emocional, cruel y amorosa a la vez, es la de los actos finales, una ruda sorpresa, liberadora y reivindicadora, producto de esa pasión inicial pero, por lo mismo, con dos caras, con dos corazones. Esa opresión liberada, esa libertad que quizá llega demasiado tarde, deja respirar a una, pero le resta aire vital a la otra.

¿Elegir? Eso no va a ser tan sencillo.

Respira
(Respire, Francia, 2014)
Dirige: Mélanie Laurent
Actúan: Joséphine Japy, Lou de Laâge, Isabelle Carré, Roxane Duran
Guión: Julien Lambroschini, Mélanie Laurent
Fotografía: Arnaud Potier
Duración: 91 min.

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